Dice alguien bien informado dentro de la T4 del Real Madrid (oficinas del Bernabéu) que la tensión se corta con cuchillo en los despachos. Normal. Nos dice que se ponen velas al santo pidiendo que el equipo haga un buen papel en Mestalla, porque de lo contrario esta tormenta no podría dominarla Florentino Pérez. El zapatazo ante el Leganés supone media estocada para Zidane, que se mantiene en pie ante la ausencia de un Plan B dentro del club, pero otro grave revolcón frente al Valencia provocaría un terremoto con epicentro en el despacho del presidente. Y es que, dice nuestro informador bien situado en la T4, la esperanza del máximo mandatario está en solventar con dignidad el partido de mañana y esperar a lo que suceda en la eliminatoria con el PSG, frontera absoluta para la credibilidad de Zizou.
No obstante, aun cayendo eliminado el Madrid ante el PSG, y salvo catástrofe en los marcadores, ZZ se mantendría al frente del equipo hasta final de temporada pues no hay un relevo en condiciones dentro del organigrama técnico del club para tomar las riendas en el último trimestre. Las opciones inmediatas serían Solari, Guti o Álvaro Benito, pero ni de lejos entran en la baraja de Florentino. La alternativa es buscar a un entrenador externo para esos meses finales, pero no sería fácil firmar a alguno de elite para tan corto plazo.
Y es que en la lista de Florentino (y asesores) para la próxima temporada están escritos por este orden los nombres de Mauricio Pochettino (anunciado en A la Contra hace meses) y Joachin Löw (eterno sueño del presidente madridista). Los dos están en activo y por supuesto nada les moverá de Tottenham y Alemania respectivamente hasta que concluya la temporada y el Mundial.
Por lo tanto, la crisis del Madrid tiene una mala solución si se sigue agravando. De momento Florentino lo más que ha hecho ha sido reunirse en el vestuario del Bernabéu con Sergio Ramos y Zidane justo después de caer ante el Leganés con el 1-2 aún caliente. Intercambiaron impresiones y el presidente pidió rectificar el rumbo de manera inmediata en Valencia. Los silbidos de la grada del Bernabéu ponen muy nervioso al presidente del Real Madrid y le angustia que en el próximo partido en Chamartín pueda producirse un clima de escándalo.