Solo faltó un tweet de Trump sobre lo ocurrido en la entrañable Sala Clamores cuando el pasado viernes dejó de serlo para convertirse en sábado. Segregación racial, identidad femenina, corrupción gubernamental, responsabilidad civil… Más que un concierto se vivió un esplendoroso ejercicio de activismo social y musical con Erin Corine como maestra de ceremonias y la presencia, inesperada, de la mismísima Nina Simone. Porque el anunciado ‘Proyect Neo-Nina’ resultó ser una maravillosa performance vertebrada sobre las reflexiones de la gran dama del soul a través de cortes de voz de la artista intervenidos ceremoniosamente por Corine.
Virtuosa de la flauta, en la que solo de refugió en un tema, Erin, nacida en Chicago, ha devenido en una cantante poliédrica que aúna el gospel heredado de su tradición familiar, el soul de su formación musical y el blues que corre por sus venas. Desplegó con enorme clase su voz torrencial en un elegante ejercicio de contención y renunció a cualquier atisbo de exhibicionismo gratuito para priorizar el mensaje de las palabras y las letras de la Simone.
Además dio su sitio a sus tres solventes acompañantes, sacando todo la libido al piano del chileno Jorge Vera, tiñendo de tercio pelo el bajo de Sergio Fernández y buscando la complicidad de la siempre animosa batería de Javi Gómez Pacheco. Todo ello mientras jugueteaba con un público entregado y parlanchín.
El trayecto dejó momentos memorables con descargas de jazz energéticas, baladas de soul emocionantes y un rabioso blues con un swing sensual que llenó el ambiente durante la hora y media que distanció el ‘Feeling good’ inaugural y el jaleado ‘My baby just care for me’ que puso el epílogo al concierto. Entre medias Corine, con un look afro-caribeño, honró el recuerdo de Nina con interpretaciones notables como la emocionante ‘Strange Fruit’, que habla de los negros que morían ahorcados en los bosques el reivindicativo ‘Backlash blues’ o la sobrecogedora ‘Four Womens’, que cuenta la historia de opresión femenina de la esclava Sarah, la mestiza Safronia, la prostituta ‘Sweet Thing’ y la oprimida Peaches. Un tema, el de la opresión de género que, desafortunadamente, sigue vigente en estos días.
Este delicioso y necesario ejercicio de activismo social musicado resultó ser un combo en el que el jazz, el blues y el soul sirvieron de vehículos para que Corine se entregase a su cometido reivindicativo. Algo que realizó con extremo paladar y una honestidad musical encomiable. Todo un hallazgo en la populosa agenda jazzística de Madrid, que mantiene su idilio con este género musical tan negro. Algo que nos recordó Erin Corine con sus hechuras de gran dama del soul. O del jazz. O del blues. Tanto da.
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