Ya no estamos solos. El Movistar Team no es el único equipo que minimiza en sus maillots la bandera que acredita a los campeones nacionales. El equipo de los Emiratos Árabes Unidos (UAE Team) ha hecho lo mismo, concretamente con el que identifica a Fabio Aru como campeón de Italia. La diferencia es que Aru, ganador de la Vuelta 2015, se ha rebelado o, al menos, lo ha intentado. Así lo explicó en La Gazzetta dello Sport: “Lo cambiaré. Este no es el oficial, es sólo una versión provisional. Los tifosi pueden estar tranquilos, los colores de la bandera italiana serán evidentes y ocuparán todo el cuerpo. El maillot será similar al de Nibali en el Astana. Así es el mundo del ciclismo ahora. Entiendo a los fans, pero hay muchas necesidades que satisfacer. No digo que haya que aceptarlo, pero hay que entenderlo. La maglia definitiva será elegante y hermosa, eso lo garantizo”.
En Italia, el asunto ha generado una de las polémicas del nuevo año. Allí no están habituados a las banderas menguantes y la reacción ha sido tan airada como cuando Vicenzo Nibali lució en 2014 una tricolor reducida en el maillot del Astana. Sucedió en la presentación del equipo para el Tour. Astana no aceptó que su nombre comercial apareciera en la franja blanca del jersey tricolor clásico y tanto la Federación Italiana como la UCI aceptaron una solución intermedia: incluir la bandera italiana casi como un remiendo, sin recolocar el nombre del patrocinador ni alterar los colores corporativos. Los aficionados no consiguieron convencerse: “Es poco visible”. Un año después, Nibali volvió a ganar el campeonato de Italia y Astana aumentó ligeramente la presencia de la bandera italiana, que pasó a rodear el tronco del ciclista.
Cuando Fabio Aru se proclamó campeón de Italia el pasado verano, muchos aficionados aplaudieron que recuperara la vestimenta tradicional. Astana, esta vez, no puso ninguna objeción, tal vez porque tenía pendiente la renovación de su estrella. Aru hizo un gran Tour (ganó una etapa) y sus ataques con el maillot tricolor evocaron las gestas de otros grandes campeones italianos. La nostalgia tenía fundamento: el Tour se disputó por selecciones nacionales entre 1930 y 1961, y con los maillots nacionales se proclamaron vencedores mitos como Bartali, Coppi… o Bahamontes.
En España, entretanto, llevamos años asistiendo a la reducción progresiva de la bandera en el jersey de los campeones nacionales sin que la cuestión se haya planteado como un verdadero problema. Se debe, sin duda, al complejo que todavía existe hacia la bandera. Todo comenzó en 1992 cuando Miguel Indurain se proclamó campeón de España. Antes de esgrimir la excusa comercial tan de moda en nuestros días, se utilizó la política: alguien en el equipo Banesto pensó que no era prudente vestir de rojo y gualda al campeón navarro, no se fuera a ofender alguien, de manera que al maillot convencional se le añadieron ribetes con la bandera en mangas y cuello. La única imagen de Indurain con el tradicional maillot de campeón de España corresponde a su victoria en el campeonato amateur de 1983.
Desde entonces, Abarca Sports (propiedad de Eusebio Unzue y poseedora de una licencia UCI) ha ido reduciendo hasta el mínimo la presencia de la bandera de España, siempre en teórica defensa del marketing y del patrocinador. El drama, para quienes defienden los códigos del ciclismo clásico, es que los campeonatos de España son copados por ciclistas del actual Movistar; así ha sucedido en los últimos ocho años. La opinión de los corredores tampoco se tiene en cuenta. Juan José Rojas, doble campeón nacional, ha reconocido que “como buen español y patriota” le gustaría “mucho lucir la bandera de España por todo el mundo, pero la política corporativa del equipo es el azul”. Jesús Herrada, vigente campeón, ha fichado por Cofidis y vestirá en su nuevo equipo el maillot rojigualda. ¿Acaso no cuida Cofidis a su marca?
Hay equipos y países donde las razones del marketing (caso de que existan) no se imponen a las costumbres del ciclismo. Arnaud Demare, campeón francés, no sólo corrió con los colores de su país durante la pasada temporada, sino que su equipo, el FDJ, decidió limpiar su equipación de publicidad. Para los belgas y los holandeses integrar los colores nacionales con las publicidades de cada equipo también es un hábito que no se pone en duda, sin que se conozcan quejas de los patrocinadores. Y otro tanto ocurre con los estadounidenses, australianos, luxemburgueses o daneses.
Y no es política, no teman. Desde que los maillots distintivos se comenzaron a utilizar en el ciclismo (el amarillo del Tour en 1919, el aroíris del Mundial en 1927 y el rosa del Giro en 1931), los colores son un código muy apreciado por los aficionados que miran desde la carretera o desde la cámara del helicóptero. No es sólo la tradición, que ya sería bastante. Hay que preguntarse si los equipos que tanto dicen proteger el patrocinio sienten los mismos reparos comerciales cuando se visten de amarillo en el Tour o de rojo en la Vuelta a España. Y, al mismo tiempo, habría que preguntar a los aficionados si se sienten menos impactados por una marca estampada sobre la bandera de su país.
La paradoja no conoce fronteras. Mientras la tricolor de Aru se ha reducido hasta convertirla en adorno, su mismo equipo ha decidido que el noruego Kristoff luzca a todo trapo los colores (horrendos) que le señalan como ganador de la segunda edición de ese engendro denominado Campeonato de Europa de Ciclismo.