Si entras a Halftime Pizza, en una esquina de Causeway Street con Friend Street en el North End de Boston, es muy probable que veas a mucha gente vestida con ropa de color verde (o de color blanco o de color negro, depende del día) bebiendo cerveza en vasos de plástico y comiendo porciones de pizza de queso o de pepperoni mientras en las pantallas de televisión se suceden las imágenes de algún acontecimiento deportivo. Ese amplio establecimiento de butacas acolchadas rojas está situado, por ejemplo, a pocos minutos del USS Constitution, una de las primeras fragatas de la Armada de los Estados Unidos, y de la Old North Church, la blanca iglesia georgiana en la que Robert Newman y John Pulling encendieron dos linternas en su campanario para que Paul Revere y sus patriotas pudieran avisar a caballo a medianoche de la llegada del ejército inglés antes de las batallas de Lexington y Concord en la Guerra de Independencia estadounidense. Pero, en realidad, la ubicación de ese bar es importante por otro motivo bien distinto: a escasos pasos de allí, nada más cruzar de acera, se alza el TD Garden, resguardándose detrás de grandes losas de cemento de las ráfagas de viento que se forman a la orilla del caudal del río Charles, que apura en ese punto, bajo el ruido metálico del puente Charlestown, su último recorrido antes de juntarse con el literario y cinematográfico río Mystic en el puerto de Boston para llegar a desembocar en la bahía de Massachusetts, antiguo y mítico hogar de balleneros.
En efecto, Boston es una de las ciudades primigenias de Estados Unidos, la ciudad del Motín del Té y de los Kennedy, pero sobre todo es una ciudad en la que se respira deporte. La ciudad del extinto Boston Garden, de Red Auerbach, Bob Cousy, Bill Russell, Larry Bird, Paul Pierce, los 17 campeonatos NBA y el Beat LA. La ciudad de Fenway Park (el estadio de béisbol más antiguo de Norteamérica) y de la maldición de Babe Ruth. La ciudad de Eddie Shore, Art Ross y Ray Bourque. La ciudad de los regatistas de Harvard y de un legendario maratón centenario que se celebra el tercer lunes de abril de cada año. La ciudad de Robert Kraft, Bill Belichick, Tom Brady y del mejor equipo del siglo XXI en la NFL. La ciudad de los Red Sox, los Bruins, los New England Patriots y, muy especialmente, la ciudad de los Celtics.
La ciudad también, quizá en un futuro próximo, quién sabe, de Luka Doncic.
En su primer mock de este año, Sports Illustrated ha situado al jugador esloveno del Real Madrid como número 2 del draft del 2018, elegido por los citados Boston Celtics con una elección que les llegaría, el destino es siempre caprichoso, vía Los Angeles Lakers, su rival más odiado. La respetada revista norteamericana destaca de Doncic “sus excelentes habilidades para jugar y la inteligencia de su baloncesto que sirven como base para su juego completo”, al tiempo que considera que el madridista “podría insertarse en la rotación del equipo de Boston como otro gran manejador del balón”. Y, si se analiza detenidamente esta hipótesis, lo cierto es que el interés del potente conjunto bostoniano por Doncic puede cuadrar desde todas las perspectivas posibles, tanto desde la visión del jugador (militar en uno de los mejores equipos de la NBA a los mandos de un entrenador, Brad Stevens, que gusta de tener jugadores de su perfil) como desde la visión del club. Sin ir más lejos, el año pasado, a Danny Ainge, el mánager general de los Celtics, no le importó ceder su número 1 del draft a los Sixers para terminar eligiendo a Jayson Tatum con el número 3. Es probable que Markelle Fultz (el número 1 de aquel draft) o Lonzo Ball (el número 2) consigan al final tener una carrera más exitosa que el alero formado en Duke al amparo de Mike Krzyzewski, pero ahora mismo, disputados los primeros meses de la temporada NBA, hay una certeza indiscutible: actualmente no hay ningún rookie más preparado y que esté destacando más en la mejor liga del mundo que Tatum. Eso es lo que buscaban unos Celtics que quieren ganar títulos desde ya con su elección y eso es, precisamente, lo que puede suponer en el próximo draft un jugador como Doncic, el mayor proyecto baloncestístico en Europa (y en el mundo, incluso) desde hace años. Un proyecto que, de hecho, es toda una sonora realidad.
Aunque otras webs especializadas sitúan a Luka Doncic en algunas posiciones más atrasadas, como es el caso de NBA Draft Room (número 3, elegido por los Magic) o nbadraft.net (número 6, a los Mavs), lo cierto es que el joven talento balcánico, que ha llegado a ser considerado durante muchos meses como posible número 1, forma parte de los siete nombres de los que saldrá prácticamente seguro el top 5 del próximo draft. De ellos, DeAndre Ayton, el pívot de Arizona, es el que más opciones tiene de convertirse en la primera elección: a falta de limar sus deficiencias defensivas, cuenta con todas las cualidades del paquete completo de futura estrella de NBA. Tras él, los equipos tienen mucha variedad para escoger: el rebote ofensivo y la capacidad de crecimiento de Marvin Bagley (Duke), el infinito potencial de un baloncestista todavía por hacer como es Mohamed Bamba (Texas), la promesa de jugador total del lesionado Michael Porter (Missouri), la capacidad física y habilidad para lanzar desde el exterior del ala-pívot Jaren Jackson (Michigan State) o la facilidad anotadora de Trae Young (Oklahoma), el jugador más parecido a Stephen Curry que hay ahora mismo en la NCAA. Y, por supuesto, si decide presentarse, Luka Doncic, el Jayson Tatum de este draft, un tímido aprendiz de la vida de risa adolescente y chapetas en las mejillas que en la cancha se transforma en un inteligente veterano.
“El primer año recuerdo a un niño, como cualquier otro niño, jugando al deporte que le gusta. No destacaba con nosotros porque tenía dos años menos, pero al siguiente año vino hecho una bestia. Me sorprendía el liderazgo que tenía con sólo 15 años. Parecía un adulto, con fallos, claro está, pero ahí empezó la evolución de Luka. Sólo tuvo que adaptarse a su nueva vida en Madrid”. Las palabras para A la Contra son de Dani de la Rua, base del Real Canoe, internacional sub 20 con España y amigo del esloveno tras años compartidos en la cantera madridista. Y añade: “Era un niño increíble, amable, cariñoso. Aprendió muy rápido el idioma para poder hablar con nosotros. Nada ha cambiado entre nosotros, seguimos siendo igual de amigos y seguimos hablando de nuestras cosas y nuestras tonterías”.
Precisamente, hace poco más de un año, el periodista Lucas Sáez-Bravo describió en un magnífico reportaje en el periódico El Mundo esa llegada del esloveno a Madrid allá por febrero de 2012. “Tenía algo especial. Chispa, gracia. Era tímido, pero observador. No se le escapaba nada”, le relató Alberto Codeso, el primer entrenador de Doncic en España. “Recuerdo partidos memorables. El punto de inflexión fue uno en Italia, contra el Milán. Era cadete de primer año. Hizo 70 de valoración, de todo: puntos, asistencias, dominio. Para mí fue el día que dejó de ser un niño. Jugaba con un halo. Fue uno de los mejores momentos de mi vida como entrenador, algo mágico”, le apoyó en el citado texto José Luis Pichel, otro de sus entrenadores en la cantera blanca. Y concluyó: “Es súper cariñoso, cercano. Y muy educado y atento con todos, con fisios, ayudantes, etc. Otros jugadores parece que se olvidan”.
Parece que han pasado ya muchos años desde entonces, pero no son tantos como podríamos imaginar.
Ahora, a sus 18 años, Doncic ya es el MVP del mes más joven de la historia de la Euroleague y el mejor extranjero no NBA según los mánagers generales de la competición estadounidense, el único jugador en conseguir un doble MVP seguido de la competición europea en apenas 48 horas y un MVP de jornada de la Liga Endesa con estadísticas que no se lograban desde hacía 19 años, el jugador al que los entrenadores eligieron de forma unánime como mejor joven de la Euroleague y también el jugador de menor edad en entrar en el mejor quinteto de un Eurobasket desde Sabonis en 1983. Pero Doncic es también el jugador que llora frustrado en el banquillo cuando las cosas no le salen sobre la pista, como le ocurrió en un encuentro de la serie de cuartos de final ante el Darussafaka en la Euroleague del curso pasado, el compañero que pide perdón a su equipo por haber hecho “un partido terrible” en las semifinales de la Final a 4 ante el Fenerbahçe o el pupilo que reconoce que se merece cada bronca que le echa su entrenador Pablo Laso. “Cuando jugamos a la Play y pierde, quiere la revancha hasta que gana. No le gusta perder ni a eso”, relata De la Rua. Puro instinto ganador.
Pero, por desgracia, nada de lo que hemos contado hasta ahora en este reportaje importa lo más mínimo porque el factor diferencial de Doncic no puede ser explicado con palabras. De hecho, muchas veces ni siquiera se puede ver o sentir. Se tiene, como lo tenían Drazen Petrovic o Michael Jordan, o no se tiene, como nos ocurre a la mayoría de nosotros. Es ese extraño material del que están hechos los genios. “Todos los jugones sonríen igual”, que decía Andrés Montes, en paz descanse.
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— Real Madrid Basket (@RMBaloncesto) December 15, 2017
“Si con 18 años juega a este nivel, está claro que va a ser una estrella de este deporte”, se rindió Pau Gasol a Doncic tras su enorme exhibición para que Eslovenia ganara a España en las semifinales del pasado Eurobasket. “Es algo único que pasa cada muchos años. Hay que disfrutarle”, le respaldó Ricky Rubio en una entrevista de Manuel de la Torre en Diario As. Y Sergio Scariolo, el seleccionador español, sentenció: “Es impresionante cómo está jugando Luka. Pensar que un jugador de 18 años esté haciendo lo está haciendo me hace frotarme los ojos. No te crees que pueda hacer eso con 18 años. Es algo para quedarse boquiabierto”.
Una mezcla de asombro, admiración y disfrute. Eso es Luka Doncic. La promesa del mañana que nos recuerda que lo mejor siempre está todavía por llegar. Perfecto en el pick & roll y en el triple liberado, en el juego estático y en la transición. Rebotea, asiste, anota, tapona. Un animal competitivo con un cerebro (IQ) privilegiado que controla los partidos desde todas las aristas del juego. Un jugador total que practica un baloncesto global.
Entonces, la pregunta está clara: Doncic ya domina Europa, pero ¿dominará también un baloncesto tan diferente como es el estadounidense?
La propia revista Sports Illustrated, hace unos meses, puso una vez más en juego su prestigio contestando a esa pregunta. “Él ya jugó minutos más significativos que han sido televisados, archivados y analizados que cualquier otro jugador teóricamente elegible para el próximo draft”, razonó el periodista Jeremy Woo. Y prosiguió: “Cualquier ciclo del draft siempre traerá exageraciones injustas y comparaciones sobre proyectos de cualquier país, universidad o planeta, pero Doncic, nacido en Eslovenia, ha hecho cosas sin precedentes en la cancha con sólo 18 años”. “Estoy cómodo asegurando sin miedo a equivocarme que ni un solo jugador americano de su edad podría jugar así, ni mucho menos ganarse la confianza de su entrenador en un equipo de ese nivel (en referencia al Real Madrid). Cuando piensas en la curva de la edad global y en que Doncic comenzó a producir así a los 17 años, está claro que él es totalmente un animal diferente”, sentenció.
“Hay muchos jóvenes en Europa con capacidad para ir allí, pero aún no están preparados. Luka Doncic, en cambio, sí lo está. Tiene habilidad, clase, talla, físico y cabeza para ir ahora mismo a la NBA. No digo que fuera a ser ya un all star, pero sí alguien con cierta importancia”, añade David Blatt, entrenador del Darussafaka y extécnico de los Cleveland Cavaliers.
O, resumiendo, en palabras de Brandon Jefferson en FanSided: “Doncic es el proyecto adolescente más completo desde LeBron James”.
Al igual que muchos otros bostonianos, John Fitzgerald Kennedy, el trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos, fue un apasionado amante del mar y de las embarcaciones de vela. La Biblioteca y Museo Presidencial que guardan su memoria se encuentran, por supuesto, al borde la bahía de Massachusetts, con vistas al puerto de Boston y al Océano Atlántico. Un poco más abajo en el mapa, a apenas cincuenta kilómetros al sur del cabo Cod, Nantucket, la isla de Moby Dick y de aquel Arthur Gordon Pym imaginado por Poe, recuerda ese pasado con sabor a sal. Allí, además, está Siasconset, el condado más al este de la isla, que es la zona de Estados Unidos más cercana a España.
Luka Doncic, como John F. Kennedy, el capitán Ahab o Gordon Pym, está ya preparado para salir a navegar. Aunque, a veces, la aventura transatlántica ni siquiera necesita a la epopeya y todo es mucho más sencillo. “Luka ahora mismo está dando mucho de qué hablar, pero dentro de unos años espero y deseo que dé todavía mucho más de lo que hablar. Se lo merece”, finaliza De la Rua.
“Se lo merece”. Así de sencillo.
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