Supongo que durante la próxima semana LaLiga hará pública su proposición de sanción para el Atlético de Madrid. Es de esperar que el organizador de la publicitada mejor Liga del Mundo recibirá en breves horas el reporte del Director de Partido en el que se informará de que el club rojiblanco ha incumplido el artículo 6.4 del Reglamento para la Retransmisión Televisiva en el que se dice que «la ocupación de la grada opuesta a la posición de la cámara principal deberá ser al menos del 75%, en caso contrario serán aplicables sanciones previstas en este reglamento.»
Esperamos la notificación de la sanción al Atlético porque la imagen del Wanda Metropolitano resultó lamentable… ¡por culpa de un horario marcado por la propia Liga! Poner un Atlético-Getafe, dos equipos de Madrid, en la mañana del Día de Reyes es un atentado contra el aficionado y contra el sentido común. Vivimos un calendario que presuntamente globaliza el fútbol español, pero que aleja al público de los estadios con disparos en el pie como éste.
Y es una pena, porque el partido era de los de marcados en rojo. Regresaba Diego Costa a su casa tras su torbellinesco debut en Lleida y comparecía el nuevo Atlético de Madrid, ése de esta segunda vuelta de temporada que tiene una pinta estupenda. Y el partido, el del césped, respondió a las expectativas.
No es cuestión de poner los dientes largos a los que cumplieron la tradición, pero lo que se vio en el Metropolitano alimenta unas esperanzas en rojo y blanco que casi se habían desechado. Es este un equipo que ha recuperado la sonrisa, las ganas de jugar y en el que Griezmann vuelve a sentirse feliz con una referencia asociativa arriba como Diego Costa. Es éste un Atlético distinto al de 2017, con más ganas de tener el balón, de manejar los partidos desde la posesión y al que se le nota la seguridad de saberse guardián atrás con Oblak y sabueso delante con Diego Costa.
El hispanobrasileño ofreció todo su repertorio en el regreso a casa. Punteó centrales, fijó la presión, ofreció soluciones, atrajo defensas para abrir autopistas a sus compañeros –gol de Correa tras jugadón de Griezmann-, se buscó su propio pan para anotar el segundo del Atlético… También le soltó un codazo innecesario a Djené que le costó una amarilla y se abrazó con el público tras marcar, lo que supuso su expulsión. Diego Costa en estado puro, para bien y para mal.
El segundo gol y la roja terminaron de matar el partido. Con dos tantos arriba y diez jugadores sobre el césped, Simeone decidió que hasta ahí habían llegado y ya era hora de irse a comer. Ni un horario infame ni un árbitro lamentable que a punto estuvo de cargarse el partido en una primera parte horrorosa –seis amarillas cuando no había pasado nada-, iban a amargar el día a este nuevo Atlético, el nuevo Atleti de Diego Costa en estado puro.