Si tuviera que destacar las cualidades de un buen deportista, resaltaría la constancia, la capacidad de no rendirse, de poner buena cara ante la derrota, de no claudicar en la lucha, de no humillar nunca al adversario, de dar más importancia al juego que al resultado…
Si tuviera que destacar las virtudes de alguien valioso en lo humano, probablemente serían las mismas.
Y si, finalmente, tuviera que identificar a quien las reuniera todas, me sentiría una mujer con suerte. Conozco a muchos. Y tienen un cromosoma de más. Son las personas con síndrome de Down. Maravillosos seres. Ejemplares deportistas.
Se han dado cuenta de ello muchos equipos de rugby que felizmente han tomado la delantera al resto de deportes en España en eso tan etéreo, pero tan necesario, que denominamos “inclusión”.
Sí, porque mucho más allá de la integración, la inclusión defiende esa convivencia sin murallas entre personas con y sin discapacidad. Se lucha por ella en muchos ámbitos: educativo, social, laboral… Pero aún quedan muchas metas por superar.
Por eso, cuando colectivos enteros, como en el caso del rugby, se entregan para hacerla posible hay que reconocérselo con el mismo empuje como si nos lanzásemos sobre la zona de marca.
En muchos de sus equipos, chavales con y sin síndrome de Down (u otras discapacidades) juegan juntos. La Liga lo permite y lo fomenta porque lo que cuenta, en definitiva, es el trabajo conjunto, la colaboración, la disciplina, la diversión… ¿y qué importa ahí poseer más o menos cromosomas?
Estos rugbistas con fama de brutotes nos han dado una gran lección. Han sido más sensibles que ninguno. Y han derribado barreras con el empuje del corazón.
Porque el rugby no es un deporte violento ni agresivo: nunca se quiere hacer daño al contrario. Sí hay contacto, pero con las reglas bien escritas sobre la mesa. Por eso, en sus melés caben todos. No hay golpes de castigo en función de quien seas y sí una maravillosa transformación que va más allá del campo.
En este rugby inclusivo, que tanto aplaudo, todos valen. Cada uno es necesario y útil para una función. Y su balón, ovalado y formado por cuatro piezas diferentes, parece resaltarlo como en una sutil y bella metáfora.
Tenemos mucho que agradecerles a estos pioneros. A estos chicos y chicas de una disciplina que posiblemente nunca consiga abrir un telediario.
Sin embargo, el rugby ha hecho historia. Y será de justicia reconocerles por siempre que fueron los primeros.
Los que en el deporte se atrevieron a dar contenido a eso denominado inclusión, que no es sino respetar, reconocer y considerar al ser humano que tienes enfrente, para acabar pasándole un brazo por el hombro tras el partido, mientras le dices: “Vamos, compañero, ¿nos tomamos algo juntos?”.
Todos los deportes enseñan tolerancia y respeto y si el rugby ha sido pionero me alegro… En el juego y en la vida lq vale sin tus acciones no tu aspecto….
Muy buen texto Terry como siempre