La mejor forma de analizar un partido de fútbol suele ser mirar al marcador cuando éste ha terminado. Sé que no es una fórmula muy apreciada entre ciertos constructores de opinión, pero hasta ellos mismos, con más o menos poesía, suelen mirar allí de reojo para construir su relato. Es la única certeza que consigue flotar entre un mar de opiniones diferentes. Es lo único indiscutible de entre todo lo que ha pasado durante los noventa minutos previos.
Al terminar el partido de ida de cuartos de final de la Copa del Rey entre Atlético de Madrid y Sevilla, el marcador del Metropolitano dejaba muy claro que los madrileños se habían complicado mucho su ansiado pase a semifinales. Los sevillanos tienen razones mucho más que poderosas para ser optimistas.
¿Por qué le ocurrió algo así al Atleti después de ir ganando a falta de veinte minutos? Es difícil saberlo pero es probable que la respuesta esté en algún lugar común entre los cuatros ejes que para mí condicionaron el encuentro: árbitro, banquillo, centro del campo colchonero y juego del Sevilla.
ÁRBITRO. Es un recurso muy manido eso de echarle la culpa al árbitro, lo sé, pero no es esa mi intención. Me interesa mucho más resaltar el repugnante gesto del tal señor Latre al inicio del partido. Mientras que por la megafonía del estadio se había animado a los colchoneros a desplegar las bufandas rojiblancas para homenajear al Panadero Díaz, el inefable trencilla decidió reducir el anunciado minuto de silencio a 13 miserables segundos. ¿Torpeza? ¿Ingenuidad? ¿Requisitos administrativos? No. Ganas de ser protagonista. Incapacidad de entender el fútbol. Falta de tacto. Negligencia. No fue la única. Anuló también un gol legal que hubiese puesto al Atleti por delante en el marcador mediada la primera parte. Un error que hubiese planteado un partido distinto pero un error humano. Vale, lo compro. Lo que no es un error humano es la forma de arbitrar. El estilo. El criterio. El desdén. La altanería. El permitir, por ejemplo, que cada intento de contrataque, cada robo de balón, fuese parado sin mostrar la consiguiente tarjeta por reiteración.
BANQUILLO. Nunca me ha gustado el sistema de rotaciones. No las entiendo. En mi época los once que salían al campo eran los once mejores. A criterio del entrenador pero sin concesiones melancólicas. Sé que las temporadas son largas, que hay muchos partidos y que hay que gestionar las personalidades del vestuario, pero me cuesta entender la decisión de salir a jugarte unas semifinales de Copa del Rey sin tus mejores jugadores. Moyá es un tipo fantástico y un portero solvente. Tiene algún problema en los balones parados y cierta querencia a quedarse debajo de la portería (que creo que penaliza su juego) pero tiene demasiados partidos en la Primera División como para dudar de él. Dicho lo cual, no entiendo que Oblak estuviese viendo el partido en su casa. Es imposible saber qué hubiese pasado con el esloveno en la portería (y recordemos las dos paradas espectaculares del mallorquín en la primera parte) pero la realidad es que Moyá fue protagonista en los dos goles del Sevilla. En el primero por meter, él mismo, el balón en la portería. En el segundo por tardar demasiado en salir.
CENTRO DEL CAMPO. No recuerdo un partido tan malo de Koke y de Saúl. Es cierto que Koke no ha terminado de coger el tono en lo que va de temporada y que el rendimiento de Saúl ha bajado significativamente respecto al explosivo juego con el que inició la Liga pero nunca les había visto tan mal a los dos a la vez. Lentos, erráticos, dubitativos, faltos de ideas e incapaces de sujetar el equipo. No lograron sacar el balón con fluidez o conectar las líneas y acabaron claramente superados por el centro del campo rival.
JUEGO DEL SEVILLA. Cuando bajaba las escaleras del Wanda Metropolitano al acabar el partido la opinión mayoritaria alrededor era que el Sevilla había ganado sin haber hecho nada. No estoy de acuerdo. Los andaluces llegaban a Madrid tocados, con la moral abierta y llenos de dudas. Con ese panorama encima, plantearon el partido de forma muy inteligente. Una defensa adelantadísima que el Atleti no supo atacar y una asfixiante presión que el Atleti no supo contrarrestar. Sacaron el balón limpio demasiadas veces y supieron sufrir cuando tuvieron que hacerlo. Puede que el resultado sea excesivo (¿quién es capaz de juzgar estas cosas?) pero creo que en líneas generales jugaron mejor. Al menos lo tuvieron más claro que un Atleti disperso, apático y perdido durante varias fases del encuentro.
Es evidente que está todo por decidir pero no es menos evidente que la eliminatoria es ahora mismo del equipo sevillista. Claramente. La presión del favorito ha cambiado de acera y ese es probablemente un factor a tener en cuenta porque puede afectar a los andaluces. No es fácil lidiar con la condición de claro favorito. Ser consciente de que ahora puedes perder algo que tu afición ya considera suyo. El Atleti es ahora mismo un equipo herido pero no sabemos en qué sentido será capaz de gestionar esa emoción. Si para bien o para mal.
Intuyo en cualquier caso que merecerá la pena ver el partido de vuelta.