La sonrisa de Juan Diego Botto (Buenos Aires, 1975) cuando te estrecha la mano parece más sincera que la de Javier Pereira, el sicario que interpreta en Good Behavior (Buena Conducta), la serie estadounidense que está grabando para TNT. Este porteño de Madrid aterriza en la redacción de A la Contra a media mañana. Inmediatamente sus ojos se pasean por una pared donde cuelgan fotos de leyendas del deporte y del cine como Borg, Woody Allen, George Best o Audrey Hepburn. Pero su mirada culé se detiene en una vieja foto que reconoce amigablemente: «¿A quién le gusta Cruyff? Era un genio». Segundos después se sienta y comienza a pasear su mano, como acariciando la mesa de madera que corona el corazón de la habitación, mientras mira de reojo las llamadas que se cuelan en su teléfono durante la entrevista, que, al final, resultó ser una conversación relajada.
—¿En qué anda ahora mismo Juan Diego Botto?
—Pues he terminado la segunda temporada de la serie que estoy haciendo en Estados Unidos. Ayer precisamente (por el domingo) se acabó la emisión del último capítulo de la segunda temporada en Estados Unidos, que ha ido muy bien. Y ahora estamos esperando a que nos den luz verde para la tercera, que será entre marzo y mayo. Y muy bien, una experiencia muy chula. La verdad es que como siempre que hay un buen presupuesto, se trabaja muy bien, con muchos medios… Lo que tiene trabajar con mucho dinero es que todo el mundo está muy a gusto con ello.
—Ha pasado una larga temporada por allí.
—Sí, me fui con toda la familia y he estado diez meses fuera de España. Volver a tu casa, ver a tus amigos y tu ambiente siempre está bien. Además aprendí de fútbol americano, porque no sabía nada y tenía que ver algo de deporte. Yo estaba rodando en un pueblo relativamente pequeño donde no tienes la oferta de Nueva York o Los Angeles. Y allí el fútbol americano es una religión. Los domingos por la noche la gente queda en casa con sus amigos. Y como no tenía ni idea… Pensaba que sabía y no sabía. Hay mogollón de reglas, de normas… La verdad es que me he aficionado bastante, me ha gustado. Pensaba que iba a ser un coñazo. Me gusta el rugby porque es bastante más fluido y siempre había pensado que el fútbol americano tenía mucha pausa.
—¿Qué se trae entre manos ahora?
—Estoy preparando un tema de una película para finales de 2018 y estoy escribiendo una cosa de teatro.
-¿Y futbolísticamente cómo ve a su Barcelona?
—Lo veo mucho mejor que la temporada pasada. Yo cuando me fui a Estados Unidos me fui pensando: ahora vienen unos años de barbecho, hay que rehacer el equipo. Pensé que se acababa un ciclo porque los jugadores están mayores, hay que cambiar el entrenador… estaba convencido que venían tres añitos de barbecho hasta recomponer el equipo y cuando he vuelto he flipado. Le sacamos al Real Madrid, ¿siete? ¿ocho? Ya ni me acuerdo de cuándo le sacábamos ocho puntos. Estamos ganando partidos, metiendo goles… No lo reconozco. Me fui con un equipo en crisis y ahora está arrasando. De hecho encaramos el Clásico con mucha más tranquilidad. ¡Ni siquiera es trascendente! No es un Clásico de esos en el que te juegas los puntos para luego. ¡Si estamos preocupados del Valencia!
—¿Le gusta el Barcelona de Valverde?
—Gana. Verás, la gente de mi quinta creció con el principio de la magia de Cruyff. Yo no sé mucho de fútbol pero fue el que trajo una cultura distinta. Lo que luego han venido a ser las señas de identidad del Barça. El toque, un fútbol bello. Dices: joder, qué bonito. Nos enseñó que no solo se trata de ganar, que hay que dominar la pelota, controlar el juego. Como aficionado eso lo valoro mucho. Ahora estamos jugando bien, estamos ganando los partidos, pero es cierto que no tiene la belleza de los tiempos de Cruyff o de Guardiola, que es lo mejor que yo he visto en el Barça. Una etapa maravillosa. Pero mientras ganemos, no me quejo.
—¿Cómo vivió la etapa de Luis Enrique?
—Viví sensaciones encontradas. Me sorprendió mucho su llegada porque no me parecía un entrenador para el Barcelona. Tampoco fui un gran fan de Luis Enrique como jugador. Pensé: este solo va a quejarse. Porque era un buen jugador, pero muy quejica. Y como entrenador también lo ha sido, pero fue enormemente eficaz. Creo que en su primer año solo se le quedó un título. Ganó todo lo que se podía ganar. Hay pocos que puedan decir eso. Se demostró como un entrenador tremendamente eficaz. ¿Un fútbol bello? Hay gente que no le importa y con las piezas que tenía es indudable que fue muy eficaz. ¿Era el tipo de fútbol que me gustaba? No, pero disfrutaba ganando. Hay cosas peores… Hemos tenido a Van Gaal.
—Usted que siempre ha mostrado su admiración por Maradona, ¿coloca a Messi por encima, a su altura o por debajo?
—Hace cuatro años te habría dicho que Diego está por encima. Hoy lo empiezo a dudar. Yo he sido muy de Diego, un incondicional. Pero es muy complicado separar la otra parte de Diego, que es tremenda. Le perdonas muchas veces, pero hay un momento en que dices: tronco, para ya. Luego estuvo su etapa en la selección, que fue un desastre. Si hablamos de su fútbol, Maradona siempre va a estar entre los cinco genios del fútbol porque hizo cosas que abrieron la imaginación de muchos futbolistas. Hizo cosas que inspiraron a muchos otros. No sabían que se podía jugar de esa manera. La creatividad, la imaginación… Ha sido un antes y un después en el fútbol. Pero miras a Leo con el paso del tiempo y jugando como está jugando, haciendo lo que hace y con esa eficacia.. También valoro la generosidad que tiene como futbolista. Siendo un goleador como es, asiste, crea… Ayer mismo (por el domingo) le regala un gol hecho a Luis Suárez. Y eso agranda la imagen de Messi.
—Leo parece que no es capaz de devolver a Argentina a la senda de los títulos.
—Me da mucha pena. No sé por qué es, no consigo entenderlo. Es la incapacidad de tener excelentes jugadores y no saber qué hacer con ellos. Antes pensaba que era porque venían de lejos o no jugaban juntos, pero al resto de selecciones les pasa igual. Es una catástrofe. Ahora dicen que es un éxito ganar a Bolivia.
—¿Lo achaca a la falta de identidad futbolística de la albiceleste?
—No tengo ni idea de las causas, pero es muy importante que sepas el fútbol que quieres jugar. España ha pasado muchos años sin saber a qué quería jugar, sin tener identidad de nuestro juego. Jugábamos a lo que se podía, a lo que cada entrenador proponía. Afortunadamente, luego llegó un momento en que dijimos: vamos a jugar a esto. Creo que tuvo mucha importancia Guardiola y su Barcelona con Xavi, Busquets e Iniesta. Pero eso fue fundamental porque se fraguó una identidad y los jugadores se acomodaron a ese fútbol. En Argentina no se sabe a qué se juega, ni siquiera saben qué hacer con Messi. ¿Cómo es posible que no sepas qué hacer con Messi? Un tipo que te resuelve cualquier partido. Eso tiene que ver con que no sabes a qué juegas y no sabes qué recursos tienes. ¿Con estos qué podemos hacer? ¿Dónde es bueno este, dónde es bueno aquel y dónde es bueno ese? No te digo para ser el mejor Brasil o la mejor España, pero sí para ser eficaz.
—Algunos seleccionadores tribuneros hablaban de copiar el modelo del Barça para rentabilizar a Messi.
—Argentina nunca ha sido el Barça. Juegan muy rápido, muy vertical… Tienen que encontrar, con las piezas que tienen, qué fútbol quieren proponer.

—Se le ve pesimista de cara al Mundial…
—La esperanza es lo último que se pierde. Lo mismo que pensaba del Barça con el barbecho lo pienso de Argentina ahora. Tradicionalmente cuando era pequeño yo iba con España hasta que la eliminaban y luego iba con Argentina. Y ahora lo hago al revés.
—¿Con España es optimista?
—España tiene la ventaja de que sí tiene identidad, pero hay que ser pacientes y saber que no todas las generaciones van a ser campeonas. Ha pasado a todos los países. Mira lo que ocurrió en Francia después de Zidane. No obstante, sigo pensando que hay muchas posibilidades.
—¿Le gustaría vivir un España-Argentina?
—Es un mal momento para que se crucen. Tampoco he vivido muchos partidos entre ellos. Me da igual quién gane, porque en esos partidos trato de disfrutar del fútbol. Lo que no me gustaría es que fuera traumático para uno de las dos.
—Es usted bostero, también.
—Eso es, soy de Boca. Pero es que La Bombonera… Vas con muchas expectativas y luego llegas y es una cáscara de nuez. Dices: «Esto es enano». Pero tiembla. De verdad. No es una metáfora. Y es una afición que no para de cantar, inquebrantable, aunque pierdan con un equipo pequeño. Sales temblando.
—Lo que no acaba de erradicarse es la violencia en el fútbol de allí.
—Es cierto. Lo vemos desde fuera, pero en nuestro fútbol pasa un poco lo mismo. ¿Quién se atreve a meter mano a sus radicales? Se tapa un poco y no nos metemos en líos porque esos son los que viajan y no dejan de animar al equipo. Se hace vista gorda allí y aquí. El fútbol mueve demasiado… Me acuerdo cuando se echó la gente a la calle para manifestarse para que no bajase el Sevilla. Le prendían fuego a la Torre del Oro si ocurría. Y todas las ciudades se paran con los triunfos de los equipos.
—Hablaba de que ha pasado diez meses en Estados Unidos. ¿Qué España se encontró a su regreso?
—Cuando volví coincidió con un momento particularmente raro. Estaba toda la movida de Cataluña y se vivía una situación marciana. Pisé Barajas y me dieron ganas de volverme en el primer vuelo. Pero es lo que hay y es lo que somos. Y además es mucho. Por un lado y por otro. Nos pueden estar quitando Sanidad, quitando Educación, nos pueden estar robando a manos llenas… Pero de repente nos tocan las esencias y salta todo el mundo. Esto es así.

—¿Qué lectura hace de ello?
—Hay veces que parece más importante defender el contenedor que el contenido y para mí lo importante es el contenido. Echaba mucho de menos estar aquí, la sociabilidad que hay en España, que no la hay en ninguna otra parte que yo conozca. Tenemos una cultura de compartir, de lo público. Usamos lo común. En Estados Unidos quedas en casa de fulano. Aquí usamos los parques, los jardines… Esta cultura la echaba de menos. Pero luego llegas y ves otras cosas que… Momentos raros hemos vivido y los volveremos a ver.
—¿Cómo está Estados Unidos con la presidencia de Trump?
—El sitio donde estaba era un sitio favorable a Trump. Un pueblo de Carolina del Norte bastante depauperado donde solía haber una industria que ya no hay. Y la clase trabajadora venida a menos es la que apoyaba a Trunp. Hay gente que es fanática a muerte, muy sustentada por Fox News y que se informa a través de los tuits de Trump. Se ha producido una polarización brutal y hay un gran número de gente que está atónita, sonada. Hay un enorme porcentaje de gente que no se cree que eso está pasando en su país. Piensa: mira, es el presidente de Bulgaria, con todos mis respetos a Bulgaria, pero les está pasando a ellos. Y lo que se ha producido es una reactivación de un activismo social que no existía desde hace muchos años. Creo que Trump va a acabar los cuatro años de mandato, pese a que se habla de otro impeachment. Creo que va a agotar ese mandato, especialmente porque tiene el apoyo de determinados medios de comunicación.
—Eso de los medios de comunicación es extrapolable a España en los últimos meses, ¿no le parece?
—Hay un severo problema. Hace poco se publicaba que un periódico, o mejor dicho, un grupo de comunicación que atraviesa por un notable problema económico fue rescatado en el último momento por una llamada de la vicepresidenta del Gobierno. Nadie se cree, yo creo que ningún español lo hace, que eso no tenga un precio. Y los precios son sabidos. Si recibes un rescate y fulano dice en el Gobierno que te echen un cable, eso tiene un precio. La uniformidad editorial de los medios en España es un tema preocupante porque la información es un pilar básico de la democracia. Una sociedad libre y democrática se apoya fundamentalmente en la veracidad de la información y en la multiplicidad de opiniones. Si no hay multiplicidad de opiniones, si esa visión editorial es uniforme es complicado generar una opinión objetiva, mínimamente contrastada.
—¿Es un síntoma de la democracia que tenemos?
—Sí, y te diría que es una pescadilla que se muerde la cola. Un síntoma y una consecuencia. Pero es algo a lo que más pronto que tarde habrá que meterle mano. El hueco que tan rápidamente se han abierto distintos medios digitales tiene que ver con la necesidad de los lectores de buscar otras miradas y otro tipo de información. Además ha producido un efecto curioso, porque gente rebotada de unos medios ha creado otros medios que responden a esa necesidad para, paradójicamente, recomponer lo que antes era la normalidad.
—Regresemos al fútbol, ¿cómo ve que el Barcelona no le haga pasillo al Real Madrid?
—Mal, lo veo mal. Creo que además el deporte debe ser un ejemplo para facilitar la vida a los demás. Nos odiamos a muerte, pero dentro del juego. Luego hay que ser ejemplares y tener cordialidad. Me parece enturbiar las cosas.
—¿Que pondrá en la porra del Clásico?
—Con un 0-1 estaré tranquilo, pero con un 0-5 estaré feliz. Así como en lo demás creo que debe reinar la cordialidad, en el campo puedes y debes humillar deportivamente al adversario. Pero creo que se debe hacer desde la deportividad. Llegamos en un buen momento, pero el Clásico es un partido aparte.
—¿Tiene muchos piques con sus amigos madridistas esta semana?
—Claro, y además los aprovecho porque la temporada pasada los viví jodido…
—Se miden al campeón del Mundial de Clubes…
—¿A quién le importa el Mundialito? A Florentino, para decir que ha ganado un título. Y a Cristiano Ronaldo, el autoproclamado mejor jugador del mundo. Me parece maravilloso, maravilloso. Yo quiero tener la autoestima de Cristiano Ronaldo. Salir ahí y decir: Yo soy el mejor actor de la historia. Con esa fe que se tiene es imposible fallar.
—Esa fe le ha llevado a ganar cinco Balones de Oro.
—No tiene esa creatividad que dices, hostia, cómo se le ha ocurrido eso, pero tiene una ambición que hace que no lo quieras en el equipo contrario. Yo lo quiero en el mío. Eso sí, si fuera su amigo le diría: Tronco relajate, re-la-ja-te. No digas eso. Pero es parte de su mérito, la ambición de querer convertirse en una leyenda.
—¿Algún actor conocerá que piense lo mismo?
—Y dos y tres. Pero no voy a decir nombres.
—Gracias, Juan Diego.
—A vosotros. Y felicitad al que ha colgado la foto de Cruyff.