Llevamos tanto tiempo asistiendo al supuesto ocaso de Simeone que se nos ha pasado comentar que este 2017, a falta de algún partido, ha sido el mejor año del entrenador argentino en cuanto a resultados. ¿No lo creen? Miren los números. No engañan. Parece difícil compaginar un dato así con ciertas tesis oficiales pero insisto, los números son muy elocuentes. La cara de los aficionados rojiblancos hablando de su equipo también.
Hace unos días trataba de explicar a un amigo escocés esa animadversión recurrente que existe en los medios hacia lo que está haciendo el entrenador argentino. Ya saben, que si el estilo, que si todo es a base de juego parado, que si la violencia, que si la posesión y sobre todo esa especie de mantra por el que los aficionados colchoneros deberían sentir como derrotas las victorias de su equipo. Fue inútil. Mi amigo no lo entendía. Sinceramente, yo tampoco.
Hace tiempo que he desistido de intentar justificar la sensación de felicidad y orgullo que está instalada en la mayor parte de la afición del Atleti desde que llegó Simeone. Es imposible razonarlo con quien no admite que los sentimientos son individuales. Independientemente de lo que pueda pensar un seguidor del Criquet, la vecina del quinto o cualquiera de los odiadores profesionales, que me da igual, me parece algo tan evidente, que dudar de ello sólo puede responder a razones difíciles de compaginar con la realidad. Al final tengo que acabar dándole la razón a Franz Werfel cuando decía que no es necesaria ninguna explicación para el que cree y que para el que no cree cualquier explicación es inútil.
El Atleti ha vuelto ganar un partido de esos que no lucen. Con un solo gol de diferencia, marcado además en los últimos minutos, y tras un partido de pocas ocasionas y juego espeso. La inercia del discurso oficial nos invita a etiquetar la victoria en la misma casilla que la de la semana pasada en Sevilla pero creo que es un error. No tiene nada que ver. Ni siquiera atendiendo a las reglas de los que pretenden hacerlo. En este caso los papeles de los contendientes estuvieron claramente invertidos. Las críticas que los analistas proyectaron hacia el Atleti en Sevilla deberían al menos actualizarse porque fue el Atleti el que tuvo mayoritariamente el balón. Algo que, lejos de suponer una sorpresa, suele ser lo normal jugando en el Metropolitano, si exceptuamos las ocasiones en las que enfrente hay algún Campeón de Europa.
El Deportivo Alavés, golpeado por los malos resultados y con un nuevo entrenador al frente, tenía claro que su resurrección debía pasar por recuperar la solidez defensiva. A eso se pusieron. Muy bien además porque estuvieron a punto de llevarse una alegría. Plantearon el partido juntando el equipo en torno a su área y tratando de destruir la zona de creación, el punto débil de su rival. El Atleti, enfrente, se quedó con el balón pero de forma estéril. Los cuatro mediocentros de Simeone conseguían tener completamente controlado el partido pero eran incapaces de tejer fútbol a la velocidad necesaria para sorprender al equipo vasco. Con ese panorama pasaron los primero cuarenta y cinco minutos sin pena ni gloria. No recuerdo una sola clara ocasión de gol.
Tras el descanso Simeone decidió hacer lo que una gran parte de la grada reclamaba. Poner algo más de chispa en la zona de creación. Alguien capaz de romper el ritmo, de imaginar algo fuera del rigor táctico, y de saltarse el guión. A falta de que Carrasco recupere la confianza y abandone la melancolía, ese jugador es hoy Correa. Él solo cambió la cara del equipo y, aunque no sirvió para abrir el marcador, las sensaciones fueron ya otras.
El dominio del Atleti era completo pero las ocasiones no llegaban. Los nervios empezaron a planear por el Metropolitano y Simeone aprovechó para mover su última tecla. No entendí en su momento que la entrada de Carrasco fuese a costa de quitar a Saúl (y no Gabi) pero el paso del tiempo volvió a dejar claro quién sabe de esto. Con el equipo abierto arriba, hacía más falta un stopper de los que no abandonan la posición y que tácticamente fuese fiable. En eso no hay nadie mejor que Gabi.
Y llegó el gol. Otro pase magistral de Vrsaljko que remató Torres tirándose con todo en boca de gol. Lo del croata es un nuevo expediente X que no sé cómo acabará pero que me preocupa. Es un jugador muy interesante. No creo que el Atleti tenga fácil encontrar otro lateral derecho que sea capaz de poner pases como ese o el que puso contra el Betis.
En “una de las peores” temporadas del Atleti, sin fichajes en verano, sin jugar a nada, sin fútbol y con el mejor Valencia en décadas, el Atleti se coloca en la segunda posición de la Liga a punto de terminar el año. Ver para creer. Aunque a veces, para algunos, ni tan siquiera viéndolo.