Es posible que este Barcelona de Valverde no enamore como lo hacía el de Guardiola ni sea la ciclogénesis explosiva que suponía el tridente Neymar-Suárez-Messi en el equipo que fue de Luis Enrique. Pero es también posible que este Barcelona de Valverde dé muchísimas alegrías a los suyos por la vía de la seriedad y la solvencia. Según avanza la temporada se confirma que aquello de la Supercopa frente al Real Madrid no fue más que un fallo de puesta a punto, una primera revisión mal llevada en un taller nada fiable.
Dirán muchos que el Barcelona no arregló el partido hasta que el Villarreal se quedó con diez y mantendrán esa falacia sin que se les ponga la cara colorada. Sí, es verdad que el Barça no marcó hasta que estuvo en superioridad, pero no es menos cierto que pudo haberse ido el descanso en ventaja y que manejó el encuentro como quiso, donde quiso y cuando quiso. Contra once y contra diez.
Es este Barcelona un equipo que madura los partidos, que incluso se arropa con Paulinho y un centro del campo de cuatro y que sabe que, por ahora, le basta con mantener la puerta a cero en espera de que surja la chispa arriba, que surgirá. Casi siempre es Messi, pero si el argentino no está de Dios, como frente al Villarreal, siempre está Luis Suárez para culminar una preciosa jugada vía Alcacer. Quién lo iba a decir no hace mucho.
Ese gol del uruguayo, diez minutos después de que una entrada de puro novato le costase la roja directa a Raba, puso punto final a la labor de demolición del Barça y al partido mismo. Podría haber llegado antes la sentencia. Quizá en el remate de cabeza que Piqué estrelló en el larguero en la primero parte, quizá en el disparo que a Luis Suárez se le fue al palo por milímetros o quizá en esas dos jugadas marca de la casa que se fabricaron Jordi Alba y Messi, que tanto se adivinan y a las que nadie nunca sabe responder.
Pudo ser antes de la expulsión de Raba, pero fue después. Como el golito de Messi que cerró el partido, con el Villarreal ya caído de pies y manos. Así es el fútbol y así es este Barcelona de Valverde, tan prudente a veces que no da ni miedo. Discreto sin alardes y vestido para matar. Y para dominar la Liga, aunque no lo parezca.