Hay una película de Indiana Jones en la que, en un momento dado, un espadachín se cruza en el camino del antropólogo y le amenaza con una efectista exhibición con la espada que invita a pensar en el final de Jones. Sin embargo, Indiana saca una pistola y dispara a quemarropa al espadachín, resolviendo el problema por la vía rápida. El Betis es ese espadachín filigranero que, jornada tras jornada, ve cómo el Indiana Jones de turno arruina su exhibición con un tosco disparo. Y ante el Atlético no fue diferente.
El Betis ha inventado un sistema de juego que daremos en llamar ‘verdiblanquicidio’. Setién apuesta por sacar la pelota jugada siempre desde atrás con el noble propósito de trenzar el juego para llevar la pelota al área rival en las mejores condiciones posibles. Si es digna de destacarse la tenacidad bética para salir proponiendo desde atrás, no es menos reseñable la impericia defensiva de este Betis que encaja goles insospechados. De ahí que los rivales acaben limitándose a minimizar los riesgos y esperar que los de la Palmera se disparen en el pie.
En esta ocasión llegaba al Villamarín nada más y nada menos que el Atlético. Y Setién, que tiene una cuenta pendiente con Simeone, decidió celebrar la visita de su inopinado enemigo echando leña al asunto con declaraciones inoportunas. Setién presume de arriesgar proponiendo un juego valiente mientras señala a Simeone como un técnico conservador que vive de los errores del rival.
Quizás eso explique que en este contexto Simeone apostase por ser más Simeone que nunca alineando a cuatro volantes en el mediocampo con Koke, Thomas, Gabi y Saúl. Los rojiblancos salieron a apretar a los verdiblancos arriba en la salida del balón y esperar que cayese de maduro. Con este Betis en el alambre parecía una apuesta lógica que, además, en el duelo de banquillos suponía un órdago rojiblanco al farol bético.
Sin creadores en la medular, el Atlético confío en que el Betis se equivocaría más temprano que tarde. Algo que ocurrió a la media hora de partido. Hasta entonces los hispalenses habían sido lo que suelen: un equipo efervescente, con dominio, posesión y más llegadas al área que ocasiones. Un quiero y no puedo. Entonces, en la primera llegada atlética, en el minuto 29, Vrsaljko sirvió un centro que cruzó plácidamente el área local por delante de tres defensas verdiblancos y el portero. Nadie despejó y Saúl remachó a placer el tanto rentabilizando el grosero error bético. Justo lo que había anunciado Simeone con su planteamiento, justo lo que le suele ocurrir al Betis partido tras partido. 73% de posesión y 0-1 al descanso.
La segunda mitad fue más plomiza para los verdiblancos, que no lograban desbordar a los rojiblancos en el juego posicional. Adán era el jugador que más tocaba la pelota en la salida, con Guardado debidamente vigilado. Pudo y mereció empatar el Betis con un disparo a bote pronto de Tello que salvó Oblak con una mano milagrosa. El paso de los minutos trajo, como sospechaba Simeone, prisas y apreturas a su rival. Guardado se marchó lesionado, perdiendo el Betis su brújula. Reaccionaba Cholo quitando a Correa para ruralizar más su once con Giménez. Once estajanovistas para abortar cualquier atisbo de exuberancia bética.
El Betis, con su fútbol poético, ha ganado un solo partido de los últimos diez que ha disputado y es el segundo más goleado de la Liga. El Atlético, más prosaico, se vuelve a asomar a la parte alta de la clasificación con su fútbol canchero que le permite competir como pocos, encajar menos goles que nadie y sumar puntos como el que más. Por poco que le guste a Setién el fútbol que propone Simeone, el Atlético es mucho más equipo que el Betis. Y así lo entendió la grada del Villamarín que despidió con pitos a los suyos cansada de tanto manque pierda…