Nirvana Now era un eslogan hippy en los años sesenta.
Nirvana, aparte de ser un grupo de rock, es “el estado resultante de la liberación de los deseos, de la consciencia individual y de la reencarnación, que se alcanza mediante la meditación y la iluminación”. Kurt Cobain conoció la palabra viendo un documental sobre el Budismo en la tele.
Nirvana Now quiere decir Salvación ahora; Transcendencia ahora. Los hippies no querían ni esperar.
Cuando el guionista John Milius reconvirtió la novela Heart of Darkness (El corazón de las tinieblas) de Joseph Conrad en una historia sobre Vietnam, decidió titular su guión Apocalypse Now. Era su fuck-you particular a los hippies. Aquí está vuestra Nirvana, en la sangre y en los huesos y en el horror inagotable de la guerra.
LA FORTUNA DE LO QUE PUDO SER Y NO FUE
Toda gran obra de arte necesita su tonelada de suerte.
El primer director en querer rodar el guión de Apocalypse Now fue George Lucas. Difícil imaginar la locura de Vietnam a través de los ojos del creador de Star Wars. No lo digo por fastidiar, el mismo hombre os lo confirmaría: a George Lucas le interesa más trabajar con maquetas y efectos especiales que con actores.
Después de reescribir el guión, Francis Ford Coppola (director de los Padrinos) empezó a rodar la película con Harvey Keitel en el papel principal. Ya con la producción en marcha, tomó la decisión de cambiar a Keitel por Martin Sheen. El coste iba a ser colosal. El productor le dijo: “Francis, ¡no entiendo cómo tienes los cojones para hacer algo así!”.
Coppola se había dado cuenta de que Keitel era demasiado exhibicionista para un papel que requería un observador introvertido. Sheen es capaz de dar esa mirada lenta, cansada, vacía. En cambio Keitel intenta ser intenso para que le miren siempre a él.
El problema más grande de la producción se transformó en una bendición artística: Francis Ford Coppola tardó cuatro años en terminar la película.

ELEANOR, LA MUJER DEL DIRECTOR
Cuatro meses rodando una película sobre la guerra en la jungla supone un esfuerzo físico y mental tremendo. Francis Ford Coppola sabía que quería tener a su familia presente.
Su mujer, Eleanor, se encargaba de los niños y rodaba un documental sobre la producción. Su hija, Sofía, era una peque que ni sabía que se convertiría en una excelente escritora y directora, con una técnica y temática en nada parecida a la de su padre.
El documental, Hearts of Darkness: A Filmmaker’s Apocalypse (1991), tardó en salir. El cinéfilo que no lo haya visto tiene una gran experiencia por delante. Si hay mejor documental sobre una producción cinematográfica que Hearts of Darkness, lo desconozco (los datos de IMDB me apoyan).
A finales de los setenta se publicaron los diarios de Eleanor, escritos durante la producción. Ella y Francis estaban pasando por un tramo difícil en su matrimonio. Los diarios son un retrato íntimo de lo que supone ser artista y persona.
Eleanor cuenta que cuando Francis tomó la increíble decisión de cambiar a su actor principal después de haber empezado el rodaje, también decidió afeitarse la barba. Lo explicó diciendo que quería demostrar que incluso cuando está en medio de una gran crisis es capaz de cambiar drásticamente. Al ver a su padre sin barba por primera vez en su vida la pequeña Sofía no tardó en decir: “Papi, ¡qué bobo eres!”
HABLANDO CON LOS ACTORES
Robert Duvall basó su personaje en un oficial de West Point cuya vida solo tenía sentido si había una guerra de por medio.
La escena donde Martin Sheen se emborracha en el hotel tuvo esa electricidad emocional porque Sheen realmente estaba borracho, tenía problemas con el alcohol y encima llevaba muchos demonios dentro. Ni el director sabía lo que iba a hacer su actor. La sangre fue real. Las lágrimas también. Eleanor pasó horas sentada con el actor después de acabar la escena para calmarle. Sheen no podía parar de llorar. Acabaría sufriendo un infarto durante el rodaje con 36 años.
Eleanor escribe sobre la carga social que el legendario actor Marlon Brando llevaba encima. Nadie era capaz de ser natural con él. Eleanor concluye que ser una leyenda te aleja de la realidad aunque lo quieras evitar porque cambia la realidad de los demás cuando están en tu presencia.
Antiguamente los humanos construíamos catedrales a partir de muchos artesanos con diferentes especializaciones trabajando juntos, pero con el paso del tiempo el artista de una obra podría acabar siendo un solo hombre, como Miguel Ángel. Hablando con Eleanor sobre el tema, el actor Dennis Hopper predecía que lo mismo iba a ocurrir con el cine. Un día, dijo Hopper, solo hará falta un artista para hacer una película. Si está leyendo esto sobre un teléfono móvil con cámara, usted es potencialmente ese artista.

DESPERTAR EN MEDIO DE UN SUEÑO HECHO REALIDAD
Hubo un día en el que Eleanor Coppola se despertó y no pudo contener la risa. Estaban en Camboya y habían construido el templo donde residía Brando. El set del templo era tan grande y precioso que ni en sus sueños más locos podría haber imaginado algo así.
Eleanor siempre había tenido el deseo de formar parte de un grupo de artistas. Ella y Francis habían intentado crear algo parecido en San Francisco, pero con poco éxito. Lo que quería Eleanor no era simplemente conocer a artistas ya famosos (algo que hacía a menudo con su marido) sino estar en su compañía durante su período de formación, durante su crecimiento artístico.
Ese día en Camboya Eleanor se despertó y se dio cuenta de que estaba en medio de la creación de una obra de arte importantísima. Y no pudo contener su risa de felicidad. Había cumplido su sueño casi sin haberse dado cuenta.
He tenido la suerte de ver Apocalypse Now en el cine dos veces. Es algo parecido a una experiencia religiosa. Estoy de acuerdo con Tarantino en que cuando aparece Brando en pantalla, la película pierde algo, pero no me importa. Toda persona debería tomar ese viaje río arriba, a través de la jungla, para confrontar a ese Brando gordo y calvo sentado en la oscuridad.
Una de las definiciones de la palabra Apocalipsis es “revelación de sabiduría oculta.” En sánscrito la palabra Nirvana significa literalmente “extinción.” Así que la distancia entre la Nirvana y el Apocalipsis no es tan grande como parece. En la jungla de lo humano solo hace falta subir la temperatura para que un paraíso se convierta en un infierno.