En el mundo de la empresa, a veces te encuentras con días de fuegos artificiales, eventos que apuestan por la intensidad pero olvidan la consistencia que tiene amontonar granitos de arena. La cosa sucede más o menos así: alguien de allá arriba ordena imprimir cientos de banderitas con palabras como “desafío”, “compromiso”, “excelencia” o “esfuerzo”. Una becaria de Recursos Humanos las reparte por las diferentes plantas del edificio, mientras la agencia graba un vídeo en el que todo el mundo agita de forma aburrida las banderas, simbolizando la llegada de una nueva época, la década prodigiosa del éxito y las cifras millonarias.
Con el ejercicio físico sucede lo mismo. Hay personas que persiguen un vientre plano acudiendo al gimnasio cada 15 días. Eso sí, ese día se machacan durante horas mirándose de reojo en los espejos, esperando que se produzca el milagro. Los litros de sudor derramados quincenalmente son tan balsámicos como los datos electorales del día después… mentiras piadosas para engañarse a uno mismo.
Otro ejemplo de falta de consistencia lo encontramos en los penitentes del 8 de enero, esos que tras unas alegres fiestas navideñas repletas de cenas de cinco platos intentan depurar su organismo bebiendo zumos detox de espinacas, jengibre, manzanas rojas y limones de Santomera. Para ellos es mejor desabrocharse el botón del pantalón a tener que decirles a sus madres “ponme la mitad”.
Por increíble que parezca, así es como algunos piensan que se cambian las cosas, con puntuales arreones de intensidad que intentan reparar los descuidos del pasado. Personas que creen que el esfuerzo heroico en momentos concretos pueden sustituir a la consistencia de quien trabaja a diario por conseguir sus objetivos.
Hasta el enfrentamiento con el Gremio, el Real Madrid era un equipo de intensidad, de hacerse limpiezas bucales cada cierto tiempo, olvidándose de cepillarse a diario los dientes. Los partidos transcurrían a intervalos de sprints y siestas, dejando el resultado del encuentro en manos del signo del zodiaco.
La final del Mundialito nos ha mostrado un Madrid diferente, una apuesta sólida por la consistencia. Desde el comienzo hasta el final han corrido, han luchado, han movido el balón a un ritmo constante. Todos sabíamos que el gol llegaría, era cuestión de tiempo. Ni siquiera nos preocupamos cuando se anuló el segundo gol a Cristiano Ronaldo, el partido estaba ganado.
Trabajar a diario la motivación de los trabajadores en una empresa, pasar por el gimnasio 20 minutos al día, cuidarse en Navidad, lavarse los dientes después de cada comida … eso es consistencia, lo otro es intensidad. Si el Real Madrid quiere llegar a repetir en el 2018 lo logrado en el 2017, tendrá que aplicar esa receta. Menos turbo y más diesel.