Nunca es tarde para perder la virginidad. O si no, pregúntenle a Andy Stitzer, que tuvo que esperar 40 años para su primera vez. De seguro, ese personaje interpretado por Steve Carrell estuvo cerca de esa primera vez en varias ocasiones. De seguro, en cada una de ellas se llenó de terror por la posibilidad de no salir triunfante de aquella situación tan esperada. La primera vez emociona, pero también asusta, y ello pueden corroborarlo los miles de fanáticos del fútbol en Bogotá por estos días.
Un derbi siempre tendrá un tinte diferencial, pero esta final del Clausura los tiene todos: nunca antes desde que se creó el torneo profesional colombiano, en todos sus formatos, Millonarios y Santa Fe (los dos equipos dominantes de la capital) se habían citado en una final.
Para ubicar un poco al lector, puede decirse que el panorama de Millonarios en la liga colombiana es similar al del Real Madrid que no consiguió una Champions desde finales de los 60 hasta finales de los 90. Un equipo grande, de tradición, de los que saboreó la gloria en años pasados pero que sufre una larga sequía. Su estrella número 14 (2012), la única en los últimos 29 años, ha sido el oasis que adormece la sed de sus fanáticos. Blancos y azules comparten —además— idolatría por Alfredo Di Stéfano, que vino a Millonarios durante la crisis del fútbol argentino. El Santa Fe de hoy es como el Atlético de finales de la década del 2000. Ese que resurgió de lo profundo para recordarle a todos que no estaba muerto, tan solo dormía.
Los pequeños santafeñeros crecieron junto a los pequeños embajadores teniendo que aguantar dedos y señalamientos. “Que somos más veces campeón”, “que tenemos 13 estrellas ¿y ustedes cuántas? ¿apenas 7?”, “que somos el mayor campeón de Colombia”. Y los chiquillos vestidos de rojo tuvieron que acostumbrarse y agarrarse de cualquier consuelo mediocre de los campeonatos más recientes, como un clásico ganado o una eliminación del rival. Muchas veces estuvieron cerca de poner fin a esa castidad. De poder comprobar en carne propia cómo se sentía el estar frente a frente al final, pero pasaron los años y eso nunca se dio.
Aquellos pequeños santafereños crecieron y pudieron sacudirse el trauma cuando llegó una época gozosa para el club, pero esta primera vez validará el bullying del pasado o lo condenará para siempre. No importa que Millonarios siga teniendo el balance total a su favor (115 victorias por 76 de Santa Fe). No importa quién tiene más seguidores o mayor número de abonados. No importa de quién es la bandera más grande, o quién fue campeón primero… Las noches del miércoles y el domingo en Bogotá no solo definirán el campeón del Clausura 2017, sino que serán ese cierre que llevan esperando los hinchas capitalinos para una contienda milenaria y abstenida entre azules y rojos.
Ochenta y cinco estrellas se han otorgado a los equipos colombianos. Bogotá lidera el ranking de ciudades con 23 de estas. El peso de los 14 campeonatos locales logrados por Millonarios contrasta con los nueve conseguidos por Santa Fe. Sin embargo, los buenos kilos que ha engordado el León en los últimos años pueden aplastar al albiazul. Son muchos los atributos del Cardenal (así llamado por el rojo de sus camisetas): la Copa Sudamericana en 2015, la Suruga Bank, tres títulos de Liga, uno de Copa y tres de Superliga.
Ambos destacan por lo valioso de su colectividad. Ambos han ido dejando en el camino a rivales con muchas más figuras entre sus plantillas y salarios muy superiores en sus balances de cuentas. Tanto Miguel Ángel Russo (Millonarios) como Gregorio Pérez (Santa Fe) han sabido sacar provecho de planteles muy capaces pero sin grandes estrellas, para que, al final, el destino decidiera que por fin era hora de averiguar quién es el mejor.
Esta semana Bogotá se teñirá de azul y rojo, porque aunque ambos partidos se jugarán únicamente con la fanaticada local en las tribunas, la ciudad sigue siendo de ambos. Desde este miércoles en adelante, la recomendación para quienes no son feligreses de esta religión es que abandonen la capital, que busquen asilo en otro lado, porque Bogotá será festín e infierno a la vez. Andy Stitzer esperó 40 años… esta ciudad esperó 69, pero para todo hay una primera vez.