Confieso mi debilidad por Ona Carbonell, tanto en lo personal como en lo profesional. La conozco desde hace años, aquí sí más desde el punto de vista profesional que personal. Lógico, puesto que las oportunidades en las que he podido coincidir con ella han sido fundamentalmente en Juegos Olímpicos y esos son cada cuatro años, como todo el mundo sabe.
Con los deportistas de alto rendimiento o de elite siempre nos pasa lo mismo a los que llevamos ya unos cuantos años en el periodismo deportivo o solemos aparecer en la pequeña pantalla con cierta asiduidad, como es mi caso. Coincides por primera vez un día en la calle o en algún acto con ellos y enseguida nos saludamos con el afecto y la simpatía de los que se conocen desde hace tiempo. Claro que esto también es aplicable a lo que también nos sucede con los artistas, actores, políticos, toreros, etc. Así es que la primera vez que coincidí personalmente con Ona es como si nuestra amistad viniera de lejos. Enseguida me cautivó por su simpatía, belleza, humildad… y, por supuesto, por sus logros profesionales. Creo que ella ya había ganado medallas en mundiales y también había conquistado medallas olímpicas.
Pero nunca pensé que iba a tener con ella una relación más estrecha que con algún otro deportista más en la línea o en el terreno de los que yo me ocupaba, tipo fútbol, esquí, automovilismo, incluso ciclismo o tenis. Resulta que el entonces Secretario de Estado para el Deporte, Miguel Cardenal, me llamó para presentar unas jornadas de puertas abiertas en el Consejo Superior de Deportes en las que la gente tendría la oportunidad de compartir unas horas con algunos deportistas y exdeportistas profesionales. Para terminar de convencerme me comentó que si me gustaría presentar el acto con Ona Carbonell. Naturalmente le dije que sí, pero ya imaginé que me iba a tocar hacer todo el trabajo, digamos duro, de la presentación… Nada más lejos de la realidad. Cuando nos pusimos con el guión ya me di cuenta de que Ona no iba de pose. No solo lo hizo genial en la presentación, sino que además añadió la puesta en escena de la colección de bañadores que ella misma había diseñado para el equipo de la sincro para los mundiales o para los próximos Juegos Olímpicos, que ya no recuerdo bien.
Fue una jornada muy agradable en la que, ahora sí de verdad, Ona y yo terminamos de fraguar la amistad que aún en la distancia mantenemos hoy día.
Naturalmente que nos hemos visto otras muchas veces desde entonces. Recuerdo especialmente un viaje a Buenos Aires donde se iba a decidir si Madrid, por fin, iba a albergar los JJOO del 2020. Un largo trayecto en el avión de Air Europa fletado por la delegación española para directivos del COE, CSD, prensa y otros personajes del mundo del deporte. Después de varias horas de vuelo y ya cansados de ver películas, escuchar música y no sé cuántas cosas más, decidí estirar las piernas y darme un paseo por el avión. Y allí, en lo que en el argot de la aviación se llama gallery, donde las azafatas preparan los cafés, comidas y demás, me encontré a Ona, que también se revolvía inquieta en el asiento del avión y había decidido darse una vuelta. Estuvimos charlando un rato y en un momento dado me sorprendió con unos estiramientos espectaculares en los que, entre otras cosas, hizo un ángulo de 180º con sus piernas, pero no en el suelo, sino que agarró una de ellas y se la subió por encima de la cabeza hasta estirarla completamente para hacer como una continuación con respecto a su otra pierna, que la mantenía firme en el suelo. En fin, todo un espectáculo que nos dejó atónitos a mí y a una azafata que pasaba por allí.
La semana pasada fue entrevistada por mi compañero del Canal 24 horas de TVE José Luis Toral en el espacio Zona Mixta, donde tuve el privilegio de participar. Había regresado hacía poco de pasar cerca de un mes en Australia, vacaciones pero también entrenamiento, exhibiciones, que esta clase de deportistas nunca descansa… Y nos contó muchas cosas, como que se ha pasado literalmente cinco años en el agua, o sea, contando todos sus entrenamientos o las competiciones en las que ha participado, traducido a horas le salían esos cinco años de vida bajo el agua… en ingravidez.
Normalmente se entrena en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat, en Barcelona, muchas, muchas horas, tantas que creo que su cuerpo se ha acostumbrado ya más al agua que a cualquier otro elemento. Vamos que es como una sirenita.
Ah, por cierto, a Australia había ido fundamentalmente a participar en un programa de una empresa que ayuda a estudiantes españoles a aprender inglés allí, y después del viaje le ha dado una beca a uno de ellos con todos los gastos pagados. No me digan que esta Ona no es una monada…