La desvinculación de McLaren con Honda de cara al Mundial de 2018, pese a que aún quedaban dos años de colaboración, quitó lastre a la estructura de Woking y liberó también muchas lenguas que antes permanecieron anudadas. Una de ellas es la Éric Boullier, director de carreras de la escudería británica y apaciguador ante Japón después de cada queja pública de Fernando Alonso, consumada cada frustración.

Poco a poco se van conociendo las calderas del infierno que supuso la última temporada de colaboración McLaren-Honda. Ha sido el propio Boullier el que ha reconocido en una entrevista a Motorsport.com que Alonso se sintió humillado desde el minuto uno del año 2017. «Él en invierno se fija sus propios objetivos y tiene una idea de cómo debería ir cada temporada. Aparecer en Barcelona en los test de pretemporada y encontrarse con ese rendimiento del motor… Fue una mezcla de frustración, tristeza y humillación», afirmó Boullier.

Cabe recordar que tras el desastroso primer año de McLaren-Honda (2015), la estructura anglo-japonesa evolucionó de forma satisfactoria en 2016, donde pasó de ser el penúltimo coche de la parrilla al sexto. Así, la que tenía que ser una temporada de progresión en 2017 arrancó de forma pésima y sin solución de continuidad dados los problemas de concepto de la nueva versión del motor Honda tanto en potencia como en fiabilidad.

Fue en ese momento cuando Fernando Alonso, junto con McLaren y su nuevo boss, Zak Brown, comenzó a explorar otras opciones como fueron después las 500 millas de Indianápolis y serán en enero las 24 Horas de Daytona. Sentirse competitivo para olvidar la humillación.

A eso se agarra también Éric Boullier de cara a la prometedora nueva temporada ya con un motor Renault en su chasis. McLaren confirmó hace dos días que la unidad de potencia se acopló en dos semanas. La rapidez, lo conseguido por Red Bull y las buenas noticias que llegan desde los talleres del rombo alientan las grandes expectativas de la escudería británica.

Eso y la ambición de Alonso. Boullier compara al asturiano con un tiburón. «Cuando huele la sangre va directo a por ella. Por eso, si siente que puede estar en el podio o ser lo suficientemente competitivo como para estar allí, no cede ni una pulgada. De esta manera, la presión recae sobre el equipo, pero es una presión positiva», concluye el francés.

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