La gente que sigue al Atlético de Madrid más allá de los resúmenes de televisión tiene claras un par de cosas. La primera es que los partidos en los que peor lo pasa el cuadro de Simeone ocurren cuando se enfrenta a equipos que se parecen demasiado a él. La segunda es que a partir de 2014, después de celebrar ese milagro que fue ganar la Liga, han empezado a aparecer muchos equipos que se parecen demasiado al Atleti. No es algo que se destaque mucho, ni es algo que luzca en las tertulias de eruditos, pero es así.
Aquella Liga fue mucho más importante para el mundo del fútbol de lo que muchos quieren ver, pero esa quizá sea una historia que no viene a cuento. Fue importante porque resultó una demostración práctica de lo que se puede conseguir desde la inteligencia táctica, la solidaridad física y forzando al equipo a sacar el mayor rendimiento posible de los pocos puntos fuertes que tenga. Lo fue porque resultó una prueba tangible de lo que se puede llegar a conseguir teniendo una mezcla equilibrada de trabajo y de fe.
El RCD Espanyol ha ganado al Atlético de Madrid exactamente igual que el Atlético de Madrid ha ganado docenas de partidos. Creciendo a partir de un planteamiento defensivo sólido, corriendo más que su rival y aprovechando los errores. Los rojiblancos no han hecho (ni mucho menos) uno de sus mejores encuentros pero gran parte de la culpa recae en el buen trabajo del equipo catalán. Un trabajo que me sonaba demasiado. Es por eso que hay que ser honestos. Si la explicación valía cuando el viento soplaba a favor, tiene que valer también cuando sopla en contra.
Era muy del Atleti eso de perder el primer partido del año justo cuando éste estaba a punto de acabar, pero es un detalle que para mí se queda en la mera anécdota. Hace tiempo que se superaron esas historias de Meigas. Podría haber ocurrido en muchos otros partidos que, resolviéndose igual, cayeron del lado contrario. Podría haber sido diferente también esta vez, pero Gameiro se empeñó en volver a demostrar que no es un delantero para el Atlético de Madrid.
Los rojiblancos han jugado muy mal en Cornellá. El equipo ha estado lento, espeso, falto de ritmo, falto de intensidad y apenas tuvo ideas. El famoso y criticado cuatrivote parecía destinado a ganar el centro del campo y a dominar el tempo del partido pero nada de eso. Al contrario. Fue una rémora para la construcción del juego. El Espanyol pareció estar siempre mejor plantado que su rival. La incapacidad de los mediocentros cochoneros, no ya para crear fútbol, sino para llevar el balón de banda a banda con cierta velocidad, fue insoportable. Solamente Griezmann apareció entre líneas para tratar de fabricar algo parecido al fútbol. El resto parecieron muñecos de futbolín agarrados a una imaginaria barra de metal.
El Espanyol no cometía errores, algo de lo que muchas veces ha vivido el equipo de Simeone, pero además fue capaz de provocar los de su rival. No muchos, pero suficientes. De uno de ellos llegó la jugada más clara de la primera parte. Un desacertadísimo Baptistao que delante del portero decidió golpear el balón con la uña y mandarlo a las nubes. De otro error llegó el gol periquito cuando apenas faltaban dos minutos para acabar el partido. Entre medias la nada.
Creo sinceramente que Simeone se equivocó en el planteamiento inicial (es obvio que hacía falta mayor dinamismo y que Thomas sobraba) pero tampoco supo corregirlo después. Correa no se enganchó al partido, Gameiro lo echó a perder y Augusto tuvo un papel significativo en el gol periquito mientras Carrasco se peleaba contra sus propios demonios en el banquillo. Hay días que no y éste fue uno de ellos.
La furia de los tres puntos perdidos, junto a la rabia de irse a tomar las uvas viendo como los que estaban tan cerca se pueden ir tan lejos, puede que nublen la posibilidad de tomar perspectiva. Es natural, a mí también me pasa. Pero puede también que sea injusto. Tratando de hacer un balance más amplio, teniendo en cuenta lo mal que pintaba el panorama cuando en verano el equipo tuvo que quedarse con todos los que se iban a marchar y dejar marchar a todos los que iban a venir, tengo la sensación de que se han salvado los muebles con bastante dignidad. Hay cosas desde luego insalvables (esa Champions) y pueda que la Liga vuelva a ponerse complicada de nuevo pero falta mucho y el Atleti está ahí.
La casualidad ha querido que la primera derrota en Liga coincida con el último partido sin Diego Costa y Vitolo. Queramos o no, eso va a suponer un fin de ciclo. Quedémonos con eso. Con que a partir de enero jugamos con bolas nuevas.