Llovió en Londres el día que se disputó el que dicen es el mejor partido de la historia del tenis, casi cinco horas de intensos intercambios de golpes y puntos imposibles. Con el arrojo de la juventud que no entiende de tradiciones, Rafael Nadal, por aquel entonces cuatro veces consecutivas ganador de Roland Garros, desafió a Roger Federer, en ese momento cinco veces consecutivas ganador de Wimbledon. El tenista español ganó los dos primeros sets y, en el séptimo juego del tercero, el suizo superó un 0-40 en contra para terminar adjudicándose la manga en el tie-break. En el cuarto set, el balear tuvo sus dos primeras bolas de partido, de hacer historia, pero el de Basilea también se lo llevó en el tie-break. El quinto set fue una eterna leyenda, dos tenistas bailando por la hierba al ritmo de una pelota que tocaba las líneas en cada intercambio. Era ya casi de noche cuando Federer mandó su bola a la red y cayó en su campo. Nadal, con su primer título en el All England Club asegurado, se fundió en un abrazo con la hierba mientras las lágrimas del tenista suizo se fundían con las gotas de lluvia.
Han pasado muchos días, muchas historias y sus protagonistas han envejecido desde aquella final de Wimbledon 2008, pero, en realidad, todo sigue siendo más o menos igual. “Esta temporada ha sido una especie de homenaje, de remake vintage”, concede Juan López, periodista especializado en tenis de la Cadena Ser. Y añade: “La final del Open de Australia es el momento más icónico de esta temporada, sin duda. Ese momento es equiparable al regreso de un grupo de rock que llevaba años sin tocar”. “En la final de Australia volvió la magia. Ninguno era favorito y los dos acabaron dando una lección con un tenis brutal. Fue un puñetazo sobre la mesa de ambos: No nos hemos ido”, le completa Jesús Mínguez, redactor jefe de Más Deporte en el periódico Diario As.
De aquella final en el pasado mes de enero, también a cinco sets, de aquel concierto de viejas estrellas del rock, salió vencedor Roger Federer (36), que puso fin con ese triunfo a casi cinco años sin ganar un Grand Slam, desde Wimbledon 2012. Lo extraño, sin embargo, es la sucesión de títulos de los siguientes meses: el suizo también venció en Indian Wells y Miami, Nadal (31) se adjudicó Montecarlo, Madrid y Roland Garros (tras tres años sin vencer un Grand Slam), Federer reinó una vez más en Wimbledon, el español se alzó con el US Open y el de Basilea levantó el trofeo en Shanghai. En total, los cuatro Grand Slams en disputa y cinco Masters 1000 entre ambos. “Hubo un tiempo en que nos veíamos cada domingo en una pista central para jugarnos un título, pero esos tiempos están un poco en el pasado para bien o para mal, depende de cómo se mire. Aunque espero que haya más en el futuro”, había avisado el suizo en el mes de octubre del 2016 en la presentación de la Academia Rafa Nadal. Y el español le había escoltado: “Ni a Roger ni a mí se nos ha olvidado jugar al tenis”, dijo ese mismo día.
“En ningún momento era esperable que se repartieran los cuatro grandes. Es verdad que tenían mucho margen de mejora los dos y se podría esperar que fueran competitivos en Wimbledon (Federer) y en París (Nadal), pero que ganaran casi todo entre los dos nunca lo habríamos adivinado”, analiza López. Y prosigue: “El hecho de que ganara Federer en Australia ha influido muchísimo en el devenir de la temporada. La reacción de Nadal tras esa derrota fue increíble”.
Con Djokovic, ganador de 12 Grand Slams, y Murray, vencedor de 3 Grand Slams, lejos de su mejor nivel por las lesiones y sin un sólido relevo generacional (Zverev, con dos títulos de ATP Masters 1000, es el joven más destacado en una temporada en la que únicamente un tenista menor de 25 años, Thiem, ha conseguido clasificarse para las semifinales de un Grand Slam), Federer, ganador de 19 Grand Slams, y Nadal, vencedor en 16 Grand Slams, han aprovechado para volver a reinar en el tenis mundial: siete años después de la última que ocurrió, ambos se han repartido todos los títulos de Grand Slam por cuarta temporada en su trayectoria deportiva. Aunque todavía están lejos de su propio récord, los once títulos consecutivos que cosecharon entre Roland Garros 2005 y US Open 2007. Hace ya más de una década.
Entonces, ¿qué es lo que ha cambiado para que el tenis mundial vuelva a pivotar una vez más alrededor de Federer y Nadal? La ausencia de lesiones, principalmente. Aunque no exclusivamente.
«El punto de inflexión de Nadal es la salud. Si Nadal puede moverse bien, si su juego de piernas le permite pegar derecha y revés sin dolor indistintamente, su apuesta gana muchos enteros. Es verdad que ha recuperado mucho la derecha, pero simplemente llegando y haciendo jugar al rival ya gana partidos, y al mejor de cinco sets eso mata al rival”, analiza López. Y Mínguez le apoya: “El drive le vuelve a correr y ese es el termómetro de su juego. Había perdido la confianza en su mejor golpe, el determinante. Además, ha blindado su segundo servicio y ha introducido variaciones como los saques al cuerpo que han sido alentadas por Moyà. Pero, sobre todo, está bien de físico. Tiene chispa en las piernas y eso le hace temible porque si su cabeza tira hacia una bola imposible, sus piernas le acompañan. A todo esto, ha arriesgado a meter unos gramos más de peso en la punta de su raqueta para obtener más potencia. Y le ha salido bien”.
Olvidada su crónica lesión en el tendón rotuliano, sus graves problemas en las muñecas y sus periodos de ansiedad, el español, tras un trabajo de readaptación en la que la incorporación de Carlos Moyà a su equipo técnico ha sido clave, ha unido a la importancia de su envidiada mentalidad una evidente mejora en el revés y en el saque y una mayor agresividad en su juego. El resultado vuelve a ser el triunfo. “El esfuerzo tiene poco recorrido si no va acompañado de la idea permanente de que hay que mejorar y evolucionar”, manifestó al respecto su tío Toni Nadal en una carta publicada en el periódico El País antes de la final de US Open.
Federer, mientras, también ha dejado atrás sus lesiones de espalda y la operación de rodilla que le hizo perderse la mitad de la temporada en 2016 y ha recurrido a la estrategia para volver a ser el de antes: nueva raqueta, un proceso de adaptación en su juego similar al de Nadal y menos torneos y más descanso (se saltó la temporada completa de arcilla). “Juega sin presión. Se divierte. Se le ve en la cara. Ahora su sonrisa es permanente. Lo había conseguido todo y lo que está llegando son más premios que supongo no creía que pudiera alcanzar. Además, ha optado por hacer descansos más largos entre los torneos en los que sabe que tiene más opciones”, explica Mínguez. Sea lo que sea, sus rivales se rinden ante el suizo. “No veo nada que indique realmente que Roger está envejeciendo o algo así”, se lamentó Berdych tras caer eliminado por él en Wimbledon. Nadal fue todavía más rotundo tras perder ante él en la final de Miami: “Es uno de los mejores regresos de la historia”, se sinceró.
Después de que Nadal haya terminado la temporada como número uno (por cuarta vez en su trayectoria, una menos que Federer), hay una duda aún mayor para esta pareja: ¿mantendrán sus triunfos en el futuro? “Veo difícil que en 2018 se repita lo que ha pasado este año. Ya está Zverev por ahí, Thiem debería terminar de explotar ya. Y Murray y Djokovic volverán antes o después. La superioridad tremenda de este año es difícil de mantener”, sugiere López.
Aunque, en realidad, tampoco importa mucho si este histórico remake vintage se mantiene en el tiempo: la rivalidad de Federer y Nadal ya está por méritos propios a la altura de otras rivalidades históricas como las de Laver y Rosewall, Borg y McEnroe o Sampras y Agassi. O, incluso, las supera. “La rivalidad entre Federer y Nadal es única por varias razones: uno es el tenista perfecto y el otro es el deportista perfecto, uno es talento puro y el otro un superdotado mental y físico”, mantiene López. “Bjorg-McEnroe es una rivalidad mítica, porque eran antagonistas, fuego y hielo. Dio para muchos grandes partidos y mucha literatura. Pero si consideramos que Federer es el mejor de la historia (y que nos perdone Rod Laver) y Rafa Nadal le domina en el cara a cara por 23-15 y, además, han dejado partidos para la historia como Wimbledon 2008 o Australia 2009… Para mí sí sería la mejor de la historia. ¿Qué más deberían hacer?”, se pregunta Mínguez.
“Si no hubiese tenido a Roger delante a lo largo de mi carrera probablemente hubiese ganado más torneos, títulos y hubiese sido número uno durante más tiempo”, reconoció Nadal tras vencer en el US Open. Pero insistió: “Yo no pienso en si Federer ha ganado dos torneos o ha ganado cuatro o 24. Yo hago mi camino y a mí me motiva mi carrera, no la carrera de los demás. Yo soy muy feliz con todas las cosas que me están ocurriendo”. Y sentenció: “No me planteo hasta cuándo jugaré. Cuando deje de ser feliz haciendo lo que hago, hay otras muchas cosas”.
Quizá, al final, ya lo escribió Stefan Zweig en ‘Veinticuatro horas en la vida de una mujer’, “la vejez no significa nada más que dejar de sufrir por el pasado”. Y dejar de sufrir por el futuro también. Y, si puede ser, como han demostrado esta temporada Federer y Nadal, disfrutar únicamente del presente, de un remake vintage que ya forma parte de la historia del tenis.
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