En los últimos días de 2017 hemos conocido dos noticias que guardan íntima relación, aunque en principio no hayan sido vinculadas. La primera es la renuncia de la doble campeona del mundo de ajedrez rápido, Anna Muzychuk, de 27 años, al Campeonato Mundial de Arabia Saudí. La razón es que no quería sentirse “una criatura de segunda” en un país donde las mujeres lo siguen siendo. De la otra supimos en vísperas de Navidad, cuando se hicieron públicas unas declaraciones de Xavi Hernández en la que aseguraba que “en Qatar no hay democracia, pero la gente es feliz”.
No es difícil asignar simbolismos. La actitud de Anna Muzychuk nos recuerda que hay una revolución en marcha, aunque todavía por culminar. Ante la inacción de los hombres, cuando no ante su directa oposición, tendrán que ser las mujeres las que declaren la guerra al mundo que las discrimina. Es inteligente utilizar como altavoz al deporte porque la repercusión mediática es fundamental para agitar la lucha, pero también porque el deporte es la herramienta que están usando muchos de los países más retrógrados para lavar su imagen ante el mundo, con evidentes éxitos.
Que alguien al que imaginábamos tan prudente como Xavi Hernández se atreva a defender el régimen qatarí pone de manifiesto que no hay nada tan persuasivo como el dinero. En Qatar se castiga con cien latigazos el adulterio (pena de muerte si relaciona a una musulmana y un no musulmán) y con penas de más de cinco años de cárcel la homosexualidad. Es evidente que Xavi debió plantear excepciones a la felicidad de los qatarís.
O callarse, como hacen otros. La directiva del Barça no encontró inconvenientes cuando aceptó el patrocinio de Qatar, ni se conoce que el Real Madrid haya presentado objeciones al de Fly Emirates. Ambos clubes cuentan con encomiables fundaciones que, a través del fútbol, desarrollan proyectos sociales y solidarios. Ignoro en qué momento se hizo compatible el altruismo con el dinero procedente de los países del Golfo.
Pep Guardiola exhibe un lazo amarillo que denuncia la prisión de los políticos catalanes y está en su perfecto derecho de hacerlo; sin embargo, aún no se ha manifestado contra la falta de libertad en los Emiratos Árabes Unidos. A su familia real pertenece el jeque Mansour bin Zayed Al-Nahyan, propietario del Manchester City. Amnistía Internacional clama contra “el uso reiterado por el gobierno de los Emiratos del hostigamiento, la detención secreta, arbitraria y prolongada en régimen de incomunicación; la tortura y otros malos tratos, las desapariciones forzadas y los juicios injustos contra los activistas y quienes critican a las autoridades, así como el uso creciente de la seguridad nacional como pretexto para reprimir el activismo pacífico y las peticiones de reforma”. Y ser mujer no es más seguro que ser activista: en los Emiratos, como en el resto de países en los que la sharia es fuente de derecho, se permite el maltrato a las mujeres por parte del marido siempre y cuando no exceda los límites que permite la ley islámica; es decir, que los golpes no dejen marcas físicas.
En cuanto se supo que la ajedrecista ucrania Anna Muzychuk no asistiría al Mundial de Arabia Saudí no faltaron los medios que, al tiempo que destacaban su valentía, recordaron los gestos aperturistas del régimen más radical del entorno. En octubre se anunció que las mujeres podrán entrar en los estadios de fútbol, siempre y cuando vayan acompañadas de sus maridos y ocupen zonas acotadas. Un mes antes, un decreto real había determinado que las mujeres saudís estarán autorizadas a conducir a partir de 2018. Hace pocos días se supo que en el mes de marzo se reabrirán los cines, clausurados desde los años 80 del pasado siglo. Todas estas medidas han sido promovidas por el príncipe heredero Mohamed bin Salman, de 32 años, responsable también de una campaña contra la corrupción en el gobierno. Estos hechos, y su intención final de fomentar un islam moderado, son las razones por las que la revista estadounidense Time lo incluyó entre los candidatos a ser nombrado Personaje del Año.
Afortunadamente, los que ganan siempre no ganaron también esta vez. En su decisión final, Time se inclinó en favor de las mujeres del #MeToo (#YoTambién), todas aquella actrices que rompieron la ley del silencio y se atrevieron a denunciar abusos sexuales por parte de actores, directores y productores, gente miserable con mucho poder. Eso mismo hizo, a su manera, Anna Muzychuk cuando renunció al Mundial saudí y no se me ocurre mejor forma de cambiar de año que destacar su ejemplo. Visto que en los hombres cabe poner pocas esperanzas, hay que confiar en que otras mujeres levanten el brazo y la voz. Ahí está el futuro. En 2018 y más allá.
Grande Trueba los que te seguimos desde hace años te admiramos,grande tambien Iñaco