Siguiendo las reglas aristotélicas que definen las bases del silogismo parece evidente. Si el fútbol es la vida y Star Wars es la vida, Star Wars es el fútbol. Lo es. Ahí está todo. La traición, el honor, el poder, los buenos, los malos, los que se creen buenos, los que se creen malos, los guapos, los feos, los influyentes, los que juegan bien y pierden, los que nunca están contentos ni ganando, los ladrones, los eternamente tristes, los pobres, los pesados, la gloria, la derrota, los místicos, los especuladores, los violentos, los vendedores de humo, la guerra moderna, el business, los animadores socioculturales, los iluminados y hasta Jar Jar Binks que, como en el fútbol, es ese personaje que pretende hacer de bufón y que no debería de estar.
Puestos a especular, estoy convencido de que todos los personajes de Star Wars tienen simpatía por algún equipo de fútbol. Es así, pero no es algo que me guste recordar porque, para mi desgracia, me temo que el que era (y es) mi personaje favorito, Luke Skywalker, me ha salido culé. Lo delata esa búsqueda desesperada por la estética (aunque ésta sea inútil), el creerse que es el único Jedi del universo (cuando no lo es) y sobre todo el encomendar su vida a vencer a ese acérrimo enemigo al que en el fondo admira. Ese otro gran personaje de la saga. Darth Vader. Un merengón de tronío. Un tipo obsesionado en dominar la galaxia y que busca la victoria por encima de todo. Ni maestros, ni amigos de la infancia, ni sus propios hijos, ni leches. Ganar. Un tipo que piensa que todo el que no está a su lado, trabajando por el lado oscuro, es un débil. Que estrangula a su colaborador más importante en cuanto éste comete el primer fallo. Que siempre está tratando de atraer (¿fichar?) a los mejores de la galaxia para llevárselos a su causa. Aunque el susodicho sea el líder del enemigo. Mejor, de hecho, si es el líder del enemigo. Un tipo que tiene su propia interpretación de lo que es ser Jedi (la única). Que tiene el apoyo de todo un Imperio detrás que lo jalea y que es impermeable a lo que digan fuera de su propio universo. Pero un tipo también que al final de la batalla, cuando se levanta el casco, muestra el ser humano que lleva dentro. Un ser humano que sufre, que ríe y que llora como todos. Ahí, cuando por fin camina por el mismo suelo que los demás, aparece lo que es de verdad. Un tipo noble, generoso, vulnerable y honesto.
En las filas del imperio, o entre los rebeldes, existirán también pe
Prólogo: Ennio Sotanaz (@EnnioSotanaz)
Producción: Irene García (@IreneGarciaRM)
Por Carlos Izquierdo (@carlosizqui)
Hay dos cosas que casi nadie se cuestiona a la hora de analizar a Darth Vader, el más malo-malísiimo de todos los que lo han sido en el universo de Star Wars. Una es que es el único que conoce ambos lados de la Fuerza. La otra es que su paso al reverso de la Fuerza no fue por otra cosa más que por amor. Visto esto, que Darth Vader sea del Real Madrid es una cuestión lógica.
Como el Real Madrid, es el único de toda la saga que ha mezclado la dominación de la Galaxia con la miseria más absoluta, ¿o acaso pasarse 32 años sin ganar la Copa de Europa no es la miseria más absoluta?. Como al Real Madrid, le molesta tener que ocuparse de asuntos banales, ya sea un subalterno al que puede asfixiar sin tocarlo o un Comité Nacional de Árbitros que no me pita como yo considero. Como el Real Madrid se sabe poderoso en su coraza de triunfador, pero admira sin poder decirlo la estética de Luke, ese Barcelona ingenuo como un Jedi que no conoce el lado oscuro. También valora a Solo, ese contrabandista rojiblanco, aunque este le preocupa menos, ya que no conoce la Fuerza y hasta la desprecia. Además, como buen abuelo camelará a su nieto para que se lo cargue y aquí paz y después galaxia.
Y como el Real Madrid, su ambición no es otra que la de ser querido. Anakin amó a Padme y la prohibición de una Federación Galáctica de Jedis que aún no controlaba Villar le puso alfombra roja hacia el reverso tenebroso de la Fuerza. De allí surgió Darth Vader, su máscara y su coraza, odioso para muchos, pero admirado por todos. Porque antes y después de Vader fue Anakin Skywalker, origen y final del mito. Origen y final del fútbol.
Por Irene García (@IreneGarciaRM)
Querido por todos y blanco hasta la médula (damos por hecho que Leia es madridista por herencia familiar), a Rafa Nadal le faltan un par de ensaimadas en las orejas para ser la viva imagen de la princesa más aguerrida de La Galaxia. Testarudo y metódico, Rafa ha inspirado a cientos de mancebos en valores tales como el espíritu de lucha o la disciplina y como Leia, desprende pasión y garra por cada poro de su piel. De Leia podemos afirmar, además, que desde sus majestuosas capas blancas hasta el bikini dorado que hizo sudar a toda una generación, todos sus estilismos marcaron tendencia. ¿Quién puede olvidarse de los triunfos de Nadal con aquella camiseta sin mangas marcando esos brazos hercúleos marca registrada?
Una de las características que comparten es su dificultad para entregarse al placer (una oración por Han Solo), al gozo personal, al disfrute irracional perdiendo de vista su deber. Son demasiado responsables, rectos, y eso, queridos míos, en vez de generarnos aburrimiento, nos excita. A Leia le permitimos un par de tonteos con Luke Skywalker (culé por obligación) por asociación de sangre; y su entrega a Han, porque podría haber sido mucho peor. Sin embargo, embutida en esa túnica blanca como la nieve nos demuestra, como Rafa, que la huella de sus propias convicciones es intachable y sus valores, innegociables.
Por Samir Abu-Tahoun (@smirabutahoun)
Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana… había un club de fútbol que llevaba una existencia plácida en su sistema bisolar. De vez en cuando ganaba una Liga, algunas Copas, nunca una Copa de Europa. Se batía con cierto poderío y mucha intermitencia con sus rivales, refugiado ocasionalmente en el victimismo y el conformismo. El aquest any sí prologaba cada temporada como se espera la lluvia en su desértico planeta Tatooine. Podía ser más feliz, dar más de sí, pero no le iba del todo mal en su caliente ecosistema. Un antiguo conocido, Obi Wan Cruyff, lo rescató de su rutina: iba a ser su tutor. Nuestro protagonista, un rubio muchacho reticente a las enseñanzas, tenía una hermana melliza, Leia-Ajax, pero mucho más potencial. El maestro le fue mostrando, lentamente, la Fuerza de la Idea y su manejo. Había un lenguaje propio y diferente que nuestro héroe reconocía vagamente y había practicado en ocasiones de forma casual. El maestro Cruyff se propuso que el uso de la Idea fuera una costumbre, más que un hallazgo. Iba a convertir el carbón en diamante. Comenzó a hacer rondos con el muchacho, a entrenarlo en artes poco habituales, a favorecer la concentración, la técnica y la sutileza antes que la brega y la presión. Esta Idea se llamaba Juego de Posición y Posesión, una enseñanza transmitida por otros maestros, de Hungría a Holanda, finalmente al Barça, así se llamaba nuestro muchacho interestelar. Su apellido era Skywalker.
Luke, el otro nombre de nuestro héroe, comenzó a ser poderoso. La Fuerza era intensa en él, pero no lo dirigía: él la manejaba. Aprendió que el conocimiento y el modo de usarla hacían especial al Jedi, que es como se llamaban los Campeones de Europa, categoría que alcanzaría por primera vez tras pocos años de entrenamiento y práctica. Era un rebelde ante el Imperio en unos años, los 90, en el que la defensa de cinco, los dobles o triples pivotes y los carrileros hacían estragos en la estética, incluso en la ética, de la Galaxia. Era un fuera de la ley. Era hermoso.
Cuando faltó su maestro, apartado a otra dimensión, el miedo a perder lo acercó al lado oscuro. Volvió a hacer las cosas de antes, las cosas que hacían los otros. Dejó de desaprender lo aprendido, dejó de ser singular. Las dudas, lo peor que puede pasarle a una mente, lo alejaron de su destino. Fueron tiempos duros, que su archirrival aprovechó para retomar poder en la Galaxia, contraatacando. Perdida la Idea, perdió su mano. Un nuevo maestro holandés, un Jedi negro, con rizos y aficionado a fumar plantas aromáticas, lo recolocó en situación ganadora y le otorgó un segundo rango Jedi. Ya no era casualidad: siempre que se usaba la Idea, la Fuerza, los resultados eran exitosos. La ideología pasó a ser dogma más que costumbre: debía jugar bien. Si no, no se podía vencer. Esta era su gloria y su condena, su penitencia y su tesoro, inalcanzable para los demás: jugar tan bien equivalía a vencer. No hacerlo suponía victorias para sus rivales del Imperio.
Tras la autocomplacencia por lo conseguido, llegó otro maestro, que se quedó calvo de tanto enseñar. Había aprendido del mismísimo Obi Wan Cruyff, su nombre era El Pep. El método, el lenguaje, pasó a ser ADN, tanto lo interiorizó Luke. Esta vez iba a ser perfecto. Si no era Cristo, no era nada. La forma de hacer tornó en forma de ser, la Fuerza se manifestó en su máxima expresión, permitiéndole ser campeón de todo, derrotar a las fuerzas mourinhistas del mal y liberar la Galaxia de la tiranía del resultado.
Durante unos breves años se miró menos al marcador que al campo. Eso no se iba a ver nunca más. Nuestro héroe, convertido en el elegido de la leyenda, en el redentor, en el equipo que lo cambió todo para siempre y perduraría en la memoria, obtuvo la más definitiva de las victorias con una conquista mayor que tomar la Galaxia entera. Se iba a dar en el interior de los demás: todos se quisieron parecer a él. Desde entonces ser un modelo de jugar bien al fútbol iba a tener para siempre el rostro hermoso, perfecto, de Luke Barça Skywalker.
Por Ennio Sotanaz (@EnnioSotanaz)
Seguramente existen un montón de colchoneros anónimos por la galaxia. Escondidos en el ejército rebelde, en las calles de Naboo o en las dunas de Tatooine. Tiene que ser así. Es muy probable incluso que R2D2 tenga querencia por las rayas rojiblancas, aunque intuyo que es más probable que el pequeño robot sea seguidor del Rayo Vallecano. De lo que estoy seguro es que al menos Han Solo es del Atleti.
A ver, es el protagonista de una película de Jedis sin ser Jedi. Es el único del ejército rebelde que no va con uniforme. Mientras el resto usa espadas láser de colores y armamento sofisticado para pelear, él se enfrenta al mal con escopeta y su irresistible caída de ojos. Y encima gana (a veces). En mitad de una guerra dual entre un ejército de naves dirigidas por un muchacho bendecido por Yoda y la mayor arma mortífera de la Galaxia, esa Estrella de la Muerte que acumula Balones de Oro, Han Solo compite en primera línea con una nave antigua, fea y escacharrada a la que consigue sacar el máximo partido. Es capaz de pasar un tiempo considerable en el “infierno”, congelado en carbonita, para volver después a ganar batallas. Es un tipo que le debe dinero a media galaxia y aun así continúa formando parte de todas las salsas. Nadie conoce su deuda pero sigue bebiendo en todos los bares y encima lo hace sonriendo. Lo amas con locura o lo odias a muerte. Dicen de él que es áspero y violento pero si consigues acercarte un poco te das cuenta de que realmente es un trozo de pan bastante ingenuo. Tanto que a pesar de parecer indestructible cualquier día acabará matándolo su propio hijo.
Por Juanma Trueba (@juanmatrueba)
Un Jedi es el miembro de una orden conocida por su valor y su sabiduría. Antes que en el arte de la guerra, los Jedi están cultivados en el arte del conocimiento. El Jedi vive de manera austera y ejerce un absoluto control sobre sus pasiones y sentimientos. El arma tradicional de un Jedi es el sable de la luz y en su interior no hay flatulencia, sino fuerza telúrica y cósmica. Todo eso lo tiene Vicente del Bosque, incluida, por supuesto, un enorme sable de la luz. Ignoro si pertenece a la familia Kenobi por parte de madre o de padre, pero no cabe duda de que hubo asentamientos Jedi en la zona de Salamanca. Nos lo descubrirá George Lucas en alguna secuela, precuela o postcuela, naves rebeldes tomando tierra en Guijuelo.
Del Bosque también es un maestro, como Obi-Wan. Tuvo discípulos en el Real Madrid, de donde fue desterrado por Vader, y en el exilio colaboró decisivamente en la formación del azulgrana Luke Skywalker, “usa la fuerza, Andrés”. Antes de la irrupción de Anakin Marketing, los caballeros Jedi impusieron en la República una paz de bandera blanca y botas negras. Sus nombres todavía resuenan por el universo expandido: Camacho Kenobi (rama murciana), Pirri-Wan, Santillana Skywalker y Juanito de Endor. Tanto ellos, en cuerpo o espíritu, como el pueblo que los sigue, esperan el advenimiento de un tiempo nuevo (o viejo) en que Vicente Kenobi sea recibido como lo que es, el maestro que nunca debió marcharse.
Por Fermín de la Calle (@FermindelaCalle)
En Star Wars, a bote pronto, Yoda tiene un aire a Jordi Puyol, cosas de Chiquito de la Calzada y una forma de hablar a caballo entre Cruyff y Michael Robinson. Sin embargo, el Gran Maestro de la Orden Jedi irradia bajo su cuarteada piel verde un optimismo irreverente que le convierte, sin duda alguna, en un bético del universo. Luciendo ese gracejo particular y una animosidad tan característica de la Avenida de la Palmera como de la maltrecha resistencia rebelde.
Enemigo de los Sith, a los que uno imagina asentados en Nervión mientras los dirige Del Nido Benavente, y rival irreconciliable del Imperio Galáctico, a los que lidera Javier Tebas, Yoda ha pasado de ser el Gran Maestro durante las Guerras Clon a escapar para ocultarse en la Gran Purga Jedi. Como Lopera, que salvó a los béticos en 92 y llevó al ejército de las 13 barras a conquistar la Copa del Rey, luego terminó haciendo mutis por el foto acorralado por la justicia. Yoda es a Obi Wan, lo que Lopera a Joaquín. Y a Yoda, como a don Manué, todo el mundo le escucha, pero nadie les hace caso. Solo surge una duda, ¿qué relación tendrá Yoda con el Gran Poder? ¡Vivan los Jedi Muy ‘manque’ pierdan!
Por KalleRuf (@RufKalle)
Uno de los personajes más inigualables y querido por todos en Star Wars es el Woki, «alfombra con patas» que le llamaba su compañero de correrías Han Solo. Me recuerda al jugador de baloncesto ya retirado Mark McNamara, ex-Lakers, ex-Sixers y ex-Real Madrid, entre otros. Existe una leyenda urbana que sostiene que era él quien estaba bajo la piel peluda de Chewy. Efectivamente, lo hizo, pero las escenas salieron tan mal en la secuela de El Imperio Contraataca, que decidieron rescatar al actor original, Peter Mayhew, para rodar todas las escenas de nuevo.
Chewbacca somos, por empatía, todos los que pasamos de dos metros. Aspecto fiero y envoltorio intimidante, pero en el fondo somos un cacho de pan. Chewy tenía un corazón de oro y protegía a todos sus compañeros, especialmente a su amigo Han Solo. Era un especialista que sabía lo que tenía que hacer. Como nos ocurre a los pívots. Gente como Tkachenko, Sabonis, Romay o yo mismo. Tipos de envergadura que llenan la pantalla con su presencia para luego descubrir un lado entrañable que se gana el cariño de todos. Chewbacca, ¡uno di noi!
Por Miguel Gómez (@canhailla) y Fernando Redondo (@Fer_BakyDan)
Analizando las características y heroicidades del Droide Astromecánico de Star Wars construido por los ingenieros del Reino de Naboo, nos damos cuenta que tiene muchas similitudes con nuestro Iniesta de mi vida. Sirvió fielmente a Luke (el Barça), en su lucha constante contra el imperio (el Real Madrid). Se metia en situaciones complicadas sin pensarlo dos veces con el fin de ayudar a sus amos.
Si uno analiza sus acciones en la saga, cae en la cuenta que es el héroe menos héroe de todos los personajes del universo Star Wars, como nuestro Andrés. Salvo a la Reina Amidala al activar el escudo de su nave real después del ataque de los turbolaser de las naves imperiales. La volvió a salvar de una muerte segura cuando Amidala cae atrapada en un gran cubo hackeando el terminal. Ayudó a Anakin Skywalker a preparar la vaina con la que gana la carrera. Que decir de la importancia de transportar el mensaje de la inigualable Princesa Leia, cualquier entrenador habrá tenido una conversación parecida con Andrés. El rescate del triturador de basura, su colaboración en la captura de los Wampas, arreglo el sistema de Hiperespacio del Halcón Milenario, etc…
Andres es al futbol como R2-D2 a Star wars, sin él Barça no seria lo que es, España no hubiera ganado un mundial, y el imperio se hubiera impuesto durante decenas de años más. Anakin dice “R2 es irremplazable”, todavía estamos buscando sustituto a Iniesta.
Por Oscar García Díaz (@oscargarciadiaz)
Cuentan los documentales de Star Wars que George Lucas ideó a Jabba como a un sultán rodeado por una cohorte de sirvientes y con mucho poder e influencia. No hay duda de que ese personaje de la Galaxia no es otro que Jesús Gil y Gil, el expresidente del Atlético de Madrid en aquellos tiempos de gloria de Copas del Rey, dobletes y programas de televisión en los jacuzzis.
Los habituales de la Galaxia lo llamaban Jabba como los habituales del fútbol lo llamaban Gil. El primero gozó de la inestimable fidelidad de Bib Fortuna como el segundo la tuvo de Imperioso, aquel caballo que le hablaba y recomendaba fichajes. Ambos estuvieron mezclados en asuntos turbios, incluso pisaron la cárcel, se rodearon de gente poco recomendable y mandaron sobre gente aún menos recomendable. Eso sí, tanto esa enorme babosa de Jabba como ese enorme sujeto de Gil te hacían sacar una sonrisa cada vez que aparecían en una pantalla. Y nadie sabe aún por qué.