No se puede discutir que el Real Madrid estuvo más cerca de la victoria por número de ocasiones e intensidad de los suspiros, pero en ningún momento fue capaz de controlar el juego, ni al principio ni al final. Viene siendo costumbre y es un mal hábito. El equipo nunca llega a dominar al rival y, en consecuencia, no le hace sentir inferior. Y muchos triunfos se consiguen desde esa primera imposición psicológica, especialmente cuando vistes de blanco y te acompañan doce Copas de Europa. Al no completar las conquistas en tiempo adecuado, el Madrid afronta rebeliones que casi siempre le duran 90 minutos más el añadido y eso es agotador hasta para una legión romana.
La incapacidad para dominar al adversario está directamente relacionada con la falta de pegada. En las últimas temporadas, el Real Madrid estuvo definido por la efectividad, por sus puños de piedra. La excelencia era la eficacia y el juego era un elemento circunstancial. Prácticamente cada llegada se convertía en gol, casi siempre de Cristiano y bastantes veces al contragolpe. Ahora fallan las premisas principales. Ha disminuido el acierto y la velocidad, la puntería y el físico. Ronaldo se equivoca en porcentaje nunca visto y su falta de confianza/acierto se contagia al tuétano del equipo. Entre las ventajas de vincularse a un futbolista tan extraordinario también se incluía este inconveniente. Cuesta mucho asumir que el rescatador ya no rescata.
El partido de San Mamés se explica como tantos otros. El Madrid quiso y no pudo; quiso y no supo. En otro tiempo, no tan lejano, Cristiano hubiera enseñado varias veces los abdominales y la cuestión se hubiera zanjado en media hora, 60 minutos a lo sumo. Ahora Cristiano nos muestra, repetida y dolorosamente, el medio metro que le falta o el medio segundo, que en esas medidas se distingue a los jóvenes de los adultos y a los buenos de los magníficos. En su descargo hay que reseñar que ningún compañero compensa el desacierto de Ronaldo y Benzema menos que nadie. Cada vez quedan menos argumentos para salir en su defensa. Tampoco Isco apareció por Bilbao, o no en la medida necesaria, ni Modric, ni los laterales. Sólo Keylor mantuvo el tipo en una noche que luchaba contra los delanteros rivales y el colega de la otra portería.
Al Athletic hay que reconocerle dos virtudes esenciales: la pasión y Raúl García. El navarro prosigue en cada enfrentamiento con el Real Madrid una tarea de demolición que comenzó en el Atlético, aunque tal vez se remonte a Osasuna. Sólo Diego Costa se le iguala en su habilidad para desquiciar a los madridistas presentes y desde esa desestabilización también se ganan puntos. Que le pregunten a Sergio Ramos, expulsado poco antes de terminar el choque.
Era la noche para recortar al Barcelona, para demostrar que todavía había tiempo para corregirse y pelear la Liga. Se entiende perfectamente la decepción del madridismo sobre el campo y sobre el mundo. Lo que desespera no es la lejanía, sino la proximidad. Es cuestión de medio segundo y ahí cabe, de momento, una eternidad.
Lo lamentable de todo aparte de la falta de forma física, la espesura mental o la falta de puntería, es la gestión que está haciendo Zidane de los cambios, gestión heredada de Carletto, que estiraba el tiempo para hacer los cambios hasta el minuto 70, hoy ha sacado a Mayoral y Kovacic en el minuto casi 77, cuando ya estaba todo el pescado vendido, en busca de una heroica que ya no existe. La gestión del equipo, otrora una de sus virtudes, parece que se ha esfumado y no me sirve con que se hayan ido Morata(quizás la baja más sensible), James o Pepe. Es irritante ver cómo se va escapando el tiempo del partido y este hombre no saque a gente de refresco en el minuto 60, por ejemplo, cuando todavía puede haber cierto margen de maniobra, como no es capaz de sentar a todos aquellos que se lo merecen y como ver que gente que tenía ganas, talento y capacidad resolutiva (Lucas o Asensio por ejemplo), se va desconectando por la falta de minutos. Al escucharle hablar en rueda de prensa da la sensación de que ni él se cree las explicaciones planas que da. El carácter tranquilo de Zidane y su buena conexión con la plantilla ya no es suficiente, ya que en un momento como este hacen falta más cosas y se está viendo que él no ofrece ni soluciones tácticas, ni soluciones drásticas que agiten al grupo y reviertan la mala dinámica que hay instalada. Creo que como no cambien las cosas pronto el tiempo de Zidane en el Madrid habrá llegado a su fin. Ojala me equivoque y podamos volver a ver al equipo que iba como un tiro al final de temporada y en ambas supercopas y que ahora está totalmente desdibujado y sin ideas. Te sigo desde hace mucho tiempo, lamenté tu marcha del As, donde eras un rayo de luz.Últimamente lo hacía en Crónicas Mundanas, pero seguía entrando y no veía posts nuevos, he descubierto este espacio hace poco. Seguire visitandote porque siempre saco cosas positivas leyendo tus artículos.
Un abrazo
Iker
…snif…
Tomás, tómate una cocleta.