Desde que uno tiene memoria, un Madrid-Barça, siempre había sido eso: un Madrid-Barça. A veces, en un incorrecto uso del término, algunos medios hablaban del “derby” del fútbol español pese a que “derby” era más adecuado para referirse a partidos entre equipos de la misma ciudad o región. Pero desde mediados de la década del 2000 se empezó a usar la palabra “clásico” y a día de hoy todo el mundo, incluido el no hispanohablante, sabe su significado, del mismo modo que conoce palabras como “siesta”, “hasta la vista” o “fiesta”. Así. En español. Sin traducción. Todos saben que “el Clásico” se refiere al partido entre los dos grandes del fútbol español. Al partido de fútbol más seguido del mundo (aproximadamente 650 millones de espectadores). Al que fue nombrado por la revista World Soccer como “el clásico de fútbol más importante del mundo”. ¿Pero cómo se introdujo este término futbolístico en nuestras vidas, cuando ni siquiera la Real Academia de la Lengua Española recoge esta acepción futbolera? Tal vez sea un ejemplo más de como el fútbol, como parte activa de la sociedad que es, refleja también los cambios que en ella se producen.
Para entenderlo, saltemos al otro lado del charco, concretamente a Argentina, donde la palabra “clásico” se utiliza desde tiempo inmemorial para las grandes rivalidades del fútbol local. Desde el Clásico de Avellaneda (Independiente vs. Racing) hasta el Clásico rosarino (Newell’s Old Boys vs. Rosario Central) pasando por el Clásico tucumano (Atlético Tucumán vs. San Martín) o, el más conocido de todos, que entra directamente en otra categoría: el Superclásico (River Plate vs. Boca Juniors). Las principales plataformas audiovisuales deportivas que llegan a todo el cono sur, suelen tener un marcado acento argentino, por lo que el término “clásico” se extendió unánimemente a todo el fútbol latinoamericano.
¿Y cómo llegó a España? Repasando un poco de historia, en el año 2001, y como consecuencia de los problemas políticos, sociales y económicos que llevaron a Argentina a su crisis más grande en 40 años, muchos argentinos optaron por dejar su país, y eligieron principalmente aquel de donde salieron sus padres y abuelos. Así, entre 2001 y 2008, la cantidad de argentinos residentes en España llegó hasta casi 300.000, siendo sus principales destinos Barcelona, Madrid, Mallorca y Málaga. Una emigración que hizo de la comunidad argentina en España la más grande de argentinos en el exterior. Historias como las del boxeador bonaerense Sergio “Maravilla” Martínez, el tucumano Pisarello, teniente alcalde de Barcelona, o hasta el propio Leo Messi podrían ser buenos ejemplos de este nuevo capítulo en la larga “relación familiar” entre Argentina y España. Porque si bien 300.000 personas pueden parecer muchas, si uno echa cuentas, seguimos en amplia deuda con Argentina ya que entre 1857 y 1955 más de 2 millones de españoles emigraron a Argentina, la mayoría procedentes del País Vasco, Asturias, Cataluña, Andalucía y, sobre todo, de Galicia (tan mayoritaria que, a día de hoy, todos los españoles, sin importar su origen, somos referidos allí como gallegos). Si al lector le interesa saber un poco más de estas idas y venidas entre España y Argentina, le recomiendo encarecidamente el visionado de la serie “Vientos de Agua”, del oscarizado director argentino Juan José Campanella.
Así que si aquella “invasión” migratoria gallega dejó su legado en las tierras al occidente del Río de La Plata, es lógico asumir que esta reciente y pequeña oleada argenta comience a dejar su sello entre nosotros. Como buenos argentinos, han comenzando por la religión mayoritaria de aquel país: el fútbol. Porque además, si Di Stéfano y Messi, símbolos eternos de ambos clubes y máximos goleadores de la historia del Clásico, vinieron de aquellas tierras, parece hasta un acto de justicia poética, llamar al partido de fútbol más importante del año al estilo lunfardo. Y convertirlo en símbolo de esta neo-colonización argenta. Pero ojo, que no es el único: pseudo-inventos como las caceroladas o los escraches, también empiezan a formar parte del panorama político y social español. Se cree que “escrache” está asociada con la españolización del vocablo genovés scracciare (retratar) ¿A alguien sabe qué puede ser una mezcla de español e italiano? Pues eso. Los “escraches” se popularizaron en los años 90 en Argentina, para referirse a las manifestaciones organizadas por agrupaciones de derechos humanos frente a los domicilios de procesados por delitos de la dictadura que fueron indultados por el ex presidente Menem. Hace unos pocos años, empezaron a aparecer los primeros escraches en España, durante las protestas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. ¿A alguien le parece casual que hubiera cientos de argentinos involucrados en esos “escraches”?
Y es que ya lo describió mi compatriota Julián Marías hace tiempo refiriéndose a ellos: “Los argentinos están entre vosotros”. Pero esta vez, como “el Clásico”, llegaron para quedarse.