No se trata únicamente de la marcada tradición migratoria que tiene Argentina, especialmente proveniente de Europa, sino también de las nuevas generaciones de inmigrantes que han llegado en los últimos años. Venezolanos, paraguayos, bolivianos, colombianos, ecuatorianos. De pronto, buena parte de un continente cabe en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Atención al detalle: Ciudad Autónoma. Conviene aclararlo para evitar confusiones en la hoja de ruta. Buenos Aires también es una Provincia, probablemente la más importante en lo que se refiere a asuntos geopolíticos, entre otros; Buenos Aires también es Gran Buenos Aires, que abarca los alrededores de la Ciudad Autónoma, que funciona como eje de Argentina.
Para estimar el valor simbólico de la Ciudad Autónoma, bien valdría acotar que las manifestaciones de mayor alcance suelen producirse dentro de ella. Los espacios icónicos son la Avenida 9 de Julio, la misma que es custodiada por el Obelisco; el Congreso de la Nación Argentina y, ubicada al frente de la Casa Rosada, la Plaza de Mayo.
Así como simbólicos, estos lugares también poseen atractivo turístico. A pocos metros de la imponente estructura del Congreso, está el icónico y acogedor Cine Gaumont, fundado en 1902 bajo el nombre de Cinematógrafo de la Plaza del Congreso. Preguntar acerca de cuál cine es más económico es encontrar al Gaumont como principal respuesta, con una entrada a 30 pesos —poco menos de dos dólares—, en especial si se busca cine de autor, independiente o nacional. No es lugar para “Los Vengadores”, que se pueden ver en distintas cadenas de cines por más de 100 pesos.
Un poco más allá del Gaumont también se encuentra el Palacio Barolo, definido por su sitio oficial como un lugar con “un estilo arquitectónico único con una mezcla de neorromántico, neogótico, y hasta la cúpula con su único estilo indio de la región de Bhubaneshwar que representa la unión tántrica entre Dante y Beatrice, los protagonistas de la Divina Comedia”. Desde su “cielo” se puede ver el Congreso y buena parte de la Ciudad. Cuentan que es especialmente hermoso hacerlo cuando la tarde va dejando de serlo para convertirse en noche. Luego, ¿por qué no un café? Bastará preguntarle a cualquier transeúnte para hallar una buena recomendación dentro de esas cinco cuadras que separan el Congreso del Palacio. Que venga con una medialuna—especie de croissant de mantequilla o grasa—, por favor.
Si el paladar, la temperatura —especialmente en verano, cuando puede estar regularmente por sobre los 32 grados—, o el momento reclama una cerveza, vino o platos más fuertes, la zona ofrece una variedad tan amplia como los fenotipos y generaciones que se pueden encontrar mientras se camina, entre turistas, porteños, argentinos del interior del país o inmigrantes.
Ya ven: tantas ciudades como culturas.