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2018: Año I D. U. B. (después de Usain Bolt)

El 5 de agosto de 2017, a las 21:45 y diez segundos se cerraba en el Olympic Stadium de Londres la alucinante carrera (en todos los sentidos) de Usain St. Leo Bolt, el llamado Relámpago: sin duda, el mayor fenómeno de todos los tiempos en la velocidad mundial. Desde ya le ponemos todos los asteriscos que se deseen al lado de un tal Jesse Owens, quien ganó y batió todo lo que había ganar y batir, en longitud y velocidad corta (hasta 200 metros)… pero que solo compitió en los célebres Juegos Olímpicos de 1936, los del bulo colectivo sobre Hitler y el triunfo conjunto de Alemania, sin Mundiales —que no existían— … y sin competir en más Juegos: no ya por la II Guerra Mundial, sino sencillamente… porque Owens fue descalificado por la AAU, la Asociación Americana de Deporte Amateur, casi al momento de regresar de Berlín. Entonces, el eximio presidente demócrata Franklin Delano Roosevelt se negaba a recibir a los deportistas negros triunfantes en la Casa Blanca. Hoy son los deportistas negros (es decir, afroamericanos, no vayamos a liarla) los que se niegan a ir a la Casa Blanca de Trump. Véase Stephen Curry. En fin y a ello.

La pregunta es recurrente; la respuesta también parece serlo. ¿Va a ser 2018 el Año I D. U. B. (Después de Usain Bolt), quien prometió que el Mundial 2017 de Londres sería su último evento? En estos momentos, la respuesta sigue siendo afirmativa. Y parece que así se va a quedar. Bolt no ha hecho ni dicho nada que contradiga sus intenciones y declaraciones de retirada. Peor aún, el tiempo no está precisamente a favor de que haya una rectificación y navega a toda vela en sentido opuesto, hacia la más definitiva de las retiradas.

Bolt, Superman o Relámpago, cumplió 31 años el pasado 21 de agosto, apenas diez días después de cerrarse los fastos mundialistas de Londres… y arrastrando un tremendo desgarro en el tendón proximal que ancla el bíceps femoral al hueso isquion izquierdo, ya casi en la pelvis. Esa fue la lesión que puso KO a Bolt en la noche del 12 de agosto, en la recta final del 4×100… y que le despidió sumariamente de las pistas, sin darle siquiera oportunidad de un meeting o un Farewell Tour de despedida, en Zúrich, Kingston o donde hiciera falta. Es una rotura explosiva; para entendernos, calcada a la que derribó —solo un mes después— al flamante fichaje barcelonista Ousmane Dembelé. Vendría a totalizar un mínimo de cuatro meses de inactividad, pero la rehabilitación siempre sería mil veces más minuciosa en un armatoste con el chasis y la edad de Bolt (1,96 de altura, 31 años, 95 kilos, grupos musculares hipertrofiados y machacados)… que en un joven peso medio como es Dembelé: 1,78, 20 años y 67 kilos.

Desgarro de Bolt.

El 17 de agosto de 2017, Bolt hizo público un tuit en su cuenta personal, @usainbolt, en el que revelaba el scan de resonancia magnética que daba cuenta del desgarro … para intentar convencer a quienes le habían acusado de falsear la lesión.«Tristemente, tengo desgarro de la inserción proximal miotendinosa del bíceps femoral en el isquiotibial izquierdo con retracción parcial. Tres meses de rehabilitación». El tuit y la imagen de scanner (cuya captura se adjunta) estuvieron muy pocas horas a la vista, antes de que Usain se arrepintiera y borrara esa imagen, ciertamente íntima. A Bolt nunca le ha gustado hablar de sus lesiones, pero esta vez era especial. Continuaba: «Usualmente, no hago públicos mis informes médicos, pero tristemente me he sentado y escuchado a gente que cuestiona si estaba lesionado de verdad. Nunca he engañado a mis fans en modo alguno y todo mi deseo en los Campeonatos (Mundiales) era solo correr una última vez para mis fans. Gracias a ellos por el apoyo continuo y ahora descanso, cicatrizar y a pasar al siguiente capítulo de mi vida. #Love&Love Alone. #Amor y solo Amor».

¿Qué puede ocurrir ahora con Bolt, este lujo, este Relámpago expirante, semejante leyenda de atleta que en las semifinales londinenses de 100 metros había cedido ante Christian Coleman por primera vez después de 45 carreras victoriosas en serie, desde 2013? En la final del hectómetro en Londres 2017, los estadounidenses Gatlin (9.92) y Coleman (9.94) dejaron a Bolt (9.95, igualando su mejor marca del año) sin el oro mundialista, por primera vez en una carrera en pista de 100 o 200 desde el Mundial de 2007, en Osaka. En 2011, en la final de 100 del Mundial de Daegu, Bolt fue descalificado por salida nula sin siquiera llegar a competir. Usain también perdió el oro olímpico del relevo 4×100 de los Juegos de 2008, en Pekín… pero fue a posteriori, ya en 2017, tras la descalificación por dopaje de su coequipier jamaicano Nesta Carter, convicto de consumo de esteroides: a Michael Johnson le pasó algo similar con el 4X400 de EE UU en los Juegos de Sydney.

En Campeonatos globales, Mundiales o Juegos Olímpicos, Usain Bolt, renombrado fan del Manchester United (lo del Real Madrid no se lo crean, fueron juegos de mercado) solo perdió oficialmente esas dos carreras… de las 21 globales que disputó entre 2008 y 2016. Ya en 2017 vinieron las dos derrotas de Londres. Sus tres mejores marcas en 100 llegaron o explotaron en Mundiales y Juegos Olímpicos, así como… las cinco mejores en 200, la prueba que Usain disfrutó más que ninguna otra: con la salida de la curva. Inevitablemente, sus tres colosales registros mundiales, 100 (9.58), 200 (19.19) y 4×100 (36.84) están sellados en finales de Mundiales (Berlín 2009, las dos individuales) y Juegos Olímpicos: Londres 2012, el relevo 4×100.

A estas alturas del partido y según el balance de Forbes para 2017, Usain Bolt ocupa el puesto mundial número 23 entre los deportistas mejor pagados con ingresos de 34,2 millones de dólares (32 en sponsors y 2,2 en rendimientos deportivos, en un año realmente rácano para él); en el puesto 88 de las celebridades mundiales, Bolt maneja contratos con Puma, Hublot, Gatorade, Sprint y Poker Stars… a través de la agencia Pace Sports Management, que controlan Ricky Simms —buen amigo del agente español Miguel Ángel Mostaza— y Gina Ford. Está lejos de los 500 millones de dólares de valor de facturación (net worth) que se adjudican a un negociante como Magic Johnson o los 350 de Shaquille O’Neal, pero… todo puede andarse.

Lo único seguro es que el tiempo ha pasado. Y cómo. Con la fuerza de una de esas zancadas masivas de Usain que todavía en 2012, en Londres, superaban los 400 kilos de potencia desplazada —por cada zancada monstruosa— en cada impacto en la goma sintética de los clavos lanzados por un pie número 52: punta del impacto de una anatomía… sobrenatural y 196 centímetros de altura. La final de 100 de los Juegos de Londres fue la última vez que Bolt bajó de 9.70: marcó 9.63, con 1,5 metros de viento a favor. Es más, desde 2012, el campeonísimo de las junglas jamaicanas de Trelawny solo ha bajado dos veces de 9.80: y fue para ganar sus títulos mundiales de 2013 (Moscú, 9.77) y 2015: Pekín, 9.79. El oro de los Juegos de Río, su tercero olímpico seguido en 100 metros, se lo colgó Bolt con unos modestos 9.81.

¿Hemos escrito ‘9.81’? ¿Puede soñar siquiera el Bolt de hoy —rumbo a los 32 años y tras una grave lesión— con acercarse a la cota ‘9.80’? Quizá ahí reside el verdadero secreto de la retirada. La capa de Superman se ha vuelto demasiado pesada, no flota… y el Relámpago ha dejado de hacerse acompañar por aquellos truenos que asombraban al mundo: como por ejemplo bajo la tormenta desatada en la final del Mundial de Moscú, el 11 de agosto de 2013. Usain Bolt, él mismo, ha sido siempre un storm front, un selvático frente de tormentas de Trelawny, un prodigio salvaje: como la imagen cibernética generada por computador que causa efectos casi paranormales…. un tifón de un solo hombre, un tornado tropical que azotaba de costado al demarrar y que abría el efecto paranormal de que purasangres como Tyson Gay, Justin Gatlin, Andre DeGrasse o Asafa Powell… se difuminara tras su cadera como torpes plantígrados parados o con los pies atornillados al suelo de la pista. En la York University de Toronto, en 2006, un tal Benjamin Sinclair Johnson, Ben Johnson, también de la parish jamaicana de Trelawny, hacía observar esto: «El día que Usain equilibre bien el balance de los brazos y los lleve bien cerrados, apuntando al frente y sin abrirlos… puede bajar de 9:40, y hacer thirtysome (treintaialgo). Cuando lo vea, hágame el favor de decírselo…»

Todo era increíble. Pero sucedió, estalló, explotó. Y ya no se ve cómo puede volver a ocurrir, si es que Dios tiene un modo para ello. Dios o HWMW: Hans-Wilhelm Müller-Wohlfahrt. Todos los tratamientos del médico-gurú alemán que el mundo conoce como Hans-Wilhelm Müller-Wohlfahrt (precisamente: el amigo bávaro de Pep Guardiola) pueden no ser suficientes para recuperar al Bolt de 2008 o 2009. Ni siquiera al Bolt de 2012. Entre 2010 y 12, Müller-Wohlfahrt sí recuperó el ya castigado tendón del sóleo de Bolt a base de terapias con células madre. Pero ahora van a cumplirse seis años de aquella última carga de los Juegos de Londres. A Bolt, con la espalda muy exigida por sus propios y masivos desplazamientos de potencia nunca le han gustado los machaques de entrenamiento: con lastres o pesas, en hierba o en la pista del National Stadium de Kingston, donde ya tiene una estatua. ¿Podría plantearse Usain un programa para competir en los Juegos de 2020, en Tokio, casi a los 34 años y sufriendo un horror para hacer 9.90 pelados en 100…? No, no se ve.

En esta década, 2008-17, desde los Juegos de Pekín, el atletismo ha vivido de Usain Bolt, sus shows —que llegó a criticar duramente a Jacques Rogge, expresidente del CIO— y sus récords de ciencia-ficción. Y Usain Bolt, lógicamente, ha vivido del atletismo. Todas las sospechas sobre un presunto dopaje, dadas las fallas del sistema de control en Jamaica, y dados todos los recovecos de su siniestro entrenador, Glen Mills… no han cristalizado en un solo control positivo. Han caído en controles Gay, Powell, Gatlin. Y casi toda Rusia. Pero Bolt, no. Toda Kenya, el atletismo estadounidense y el galáctico Oregon Project, de Nike y de Alberto Salazar, con Mo Farah incluido, quedaron bajo sospecha. El Relámpago Bolt se eleva sobre todos los pantanos y camina sobre todas las aguas. El atletismo ha vivido bajo su impenetrable escudo protector… que ahora desaparece.

¿Puede el atletismo vivir sin Usain Bolt, puede sobrevivir acechado por sombras y vampiros de dopaje… y alimentarse solamente del escaso brillo de un sensacional campeón tan tímido y poco vendible como es el extraordinario cuatrocentista sudafricano Wayde Van Niekerk? Esto último, aunque Van Niekerk acabe bajando de 43:00 en 400 lisos. Se sabe que, como mínimo, Bolt seguirá ligado al deporte. Hará apariciones públicas, seguro. Es cierto que a la NBA y al mismo deporte del baloncesto no perjudican que Michael Jordan aparezca a pie de cualquier pista o haga sus anuncios. Pero lo que la gente quiere de verdad es ver al Jordan de las dos finales de Utah, en 1997 y 98, ¿no? Ese Jordan no va a volver. Y el Bolt de 2008-12… ese tampoco va a volver. Con certeza. El Relámpago no volverá a alumbrar a Superman. Sin su escudo, el atletismo classy y estilista de Lord Sebastian Coe se queda un poco más desnudo. No hay otro Bolt. Peor aún, no habrá otro Usain Bolt.

Alejandro Delmás
Alejandro Delmás
Un periodista enciclopédico que conoce el deporte de alta competición como pocos. Sus crónicas de tenis, NBA, boxeo e incluso fútbol, en su versión más sevillana, han glosado páginas históricas en El Mundo y el diario AS durante las últimas décadas. Un yankee nacido en Coria del Río que igual entrevista a Kobe Bryant que visita a Joe Frazier o conversa con Rafael Nadal. Un periodista 24 horas al día.
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