Hoy quizás me pondré nostálgico, quizás demasiado, pero hablaré de una costumbre-tradición que creo se ha perdido en los equipos y el que sepa que no, me desmienta.
En una época en la que el profesionalismo lo ha inundado todo en el deporte, se habla de grandes contratos, grandes estrellas mediáticas y sobre todo grandes jugadas, hay cositas que ya no se le dan la importancia que tuvieron en su momento y eran un motivo de espejo y aspiración para muchos chavales: SER CAPITÁN de su equipo.
Tanto en el mundo del fútbol, del baloncesto o balonmano, quizás los tres deportes de equipo más multitudinarios y más realizados por escuelas y clubes, este título tenía una importancia clave tanto dentro como fuera del campo. Quién haya realizado en alguna etapa de su vida deporte de equipo, seguro que recuerda lo que suponía tener a su capitán, incluso a su segundo capitán…
Esta estructura tan “militarizada” de los equipos, ya basaba un aire de cierta disciplina e incluso, si me permitís, cierto enlace sindical de los jugadores con reivindicaciones para con entrenador, directiva e incluso algún manifiesto en prensa si la cosa se ponía fea.
Al capitán se le escogía democráticamente en el vestuario, el más votado y el segundo eran los que te representaban, a no ser que tácitamente fueran los más veteranos los que se colgaran los galones. La imagen de líder de equipo y vestuario, de siempre dar ánimos, de dar coraje a los compañeros y calma en momentos tensos… Si algo iba mal, ahí estaba.
Viendo ahora en esos campos y pistas como protestan jugadores por todo, quién no recibía siempre órdenes de su entrenador tales como “si hay que protestar, que sólo lo haga el capitán”. Te pueden expulsar de un campo por jugar excesivamente duro, pero por no controlar tu lenguaje y quejarte al árbitro, no por favor.
¿Recordáis ver en los partidos de fútbol ese ritual de cambio a la salida del capitán para otorgarle el brazalete mágico a otro jugador como si de la vara de mando fuera? Aquello era todo un acontecimiento.
O en el mismo baloncesto, el concepto de “capitán en pista”, el único con plena potestad para dirigirse al referee sin sufrir una técnica. Reivindico esa figura, tan en desuso ahora con éstas palabras del famoso poema de Walt Whitman.
“¡Oh, capitán! ¡mi capitán! nuestro terrible viaje ha terminado,
el barco ha sobrevivido a todos los escollos”
Muy bueno. Realmente es una figura que se ha de reivindicar.