Nunca se le había escuchado a Diego Pablo Simeone una declaración tan altisonante. «No tenemos un jugador que nos gane partidos», afirmó el técnico mientras los periodistas cruzaban miradas atónitos en la sala de prensa del inquietante Wanda Metropolitano. El vaso de la frustración de Simeone ha rebosado después de ver cómo su equipo era incapaz de ganar al Qarabag, con un asedio infructuoso. Nunca se le vio al Cholo un gesto tan contradictorio, quizás porque al mirar al banquillo no encuentre argumentos donde refundar su inquebrantable fe.
Después de un lustro de discurso emocional en el que hemos escuchado que «si se cree y se trabaja, se puede» o que «no ganan siempre los buenos, ganan los que luchan», el peso irrefutable de la realidad parece haberle aplastado. Por un lado, la sanción FIFA le ha impedido renovar un vestuario sobrado de arrugas. Por el otro, la directiva rojiblanca torpedea año tras año las aspiraciones de expansión deportiva de Simeone. En su día el Cholo obtuvo la complicidad de Cavani para negociar su fichaje, pero Miguel Ángel Gil prefirió gastar 30 millones en Gameiro y recuperar a Fernando Torres y a Vietto. Entre los tres suman un gol (del francés), y el Niño, atlético intachable, enfila la puerta de salida en enero, cuando regrese Diego Costa.

Además el díscolo Griezmann, que se veía en el Manchester United en julio con un 60% de posibilidades, tiene la cabeza allí. Su balance es igual de desalentador: 3 goles. Entenderán, por tanto, que el sofoco de Simeone le haga proclamar lo que en realidad no es más que una verdad irrefutable: la mediocridad de su equipo.
El caso de Zinedine Zidane es diferente. Sostenía su compatriota Napoleón que «de lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso». La distancia que desanda este Real Madrid de Zidane, a quien permanentemente envuelve un halo de duda sobre su capacidad técnica. Los blancos han protagonizado un colapso futbolístico sin precedentes que les ha llevado de la excelencia (del inicio de la temporada) a la deriva actual (jalonada de derrotas). Con su habitual grandeur, el francés eligió un discurso terapéutico en Wembley tras la derrota: «No podemos estar contentos y anímicamente es un mal momento, pero hay que aceptarlo. Cuando se gana estamos contentos y cuando se pierde hay que tener la cabeza alta».
Comparten Zizou y Cholo varios problemas. Como el argentino, cuando el madridista mira al banquillo, nada iguala a lo que hay en el campo. Cuando el miércoles lo hizo Zidane, con 3-0 en el marcador, solo atisbo a una pandilla de veinteañeros en edad youtuber. Recurre, porque no le queda otra, a Asensio, Mayoral y Lucas Vázquez. Becarios notables sin cicatrices de guerra. Algo que el propio Cristiano advirtió en la zona mixta: «Pepe, Morata y James nos hacían más fuertes. Ahora son más jóvenes». Florentino, que se aburre de todo y de todos, ha hipotecado la fórmula de la excelencia por el elixir de la juventud. Pero Zidane envejece a marchas forzadas.

Como a Simeone, al francés tampoco le hace mucho caso su presidente. Antes de la disputa de la Eurocopa, Zidane sedujo al pulmón del Leicester ganador de la Premier, N’Golo Kanté. Sin embargo, a Florentino le pareció un fichaje intrascendente por su falta de glamour y acabó marchándose al Chelsea, donde terminó siendo proclamado mejor extranjero de la liga inglesa meses después.
Además a ambos les consume la agonía goleadora de sus equipos. El Real Madrid ha marcado 36 goles en 18 partidos, 20 menos que el año pasado a estas alturas. La BBC explica el desfallecimiento: Cristiano solo suma un gol en Liga y han involucionado Benzema (de 5 a 2) y Bale (de 5 a 3). Pero lo que realmente echa de menos son los ochos tantos que sumaba Morata, mientras Mayoral, su sustituto, suma uno. No extraña que Zidane le haya pedido a Pérez gol en enero.
Otro que ha caído en la desazón es Lionel Messi. Desde que Neymar se marchó, el Barcelona ha perdido la sonrisa y ha bajado su rendimiento goleador a la mitad. Lesionado Dembelé, Deulofeu es caótico, Alcácer deambula por el área sin estrenarse y Luis Suárez chorrea ansiedad en cada movimiento por su opacidad ante la puerta adversaria (3 goles en 13 partidos). De los siete goles que han marcado los culés en los cuatro partidos de Champions, tres llevan la firma de Leo, dos se los marcaron los rivales en propia meta y los otros los anotaron Rakitic y Digne.
Tampoco le ayuda enfundarse la camiseta de Argentina, donde desde noviembre de 2016, solo marca él en partido oficial con la albiceleste. Su talento es infinito, pero su paciencia, no. Le vimos en El Pireo gesticular frustrado ante el despropósito de alguno de sus compañeros. Todos esperan que se confirme la codiciada renovación de Messi, pero él mantiene su actitud distante ante una directiva que no cerró ningún fichaje bendecido por Leo como Di Maria o Agüero.
Y en estas aparece otra jornada de Liga…