Hay mucha gente que piensa que las series de chicas las componen las grandes sagas como Downton Abbey o Ana de las Tejas Verdes, adaptaciones televisivas en donde la sangre solo aparece en forma de flujo menstrual. En este tipo de telefilmes a lo más que puedes aspirar, en términos de escenas de acción, es a que alguien tire un plato a la pared y lo rompa. Nadie dice palabrotas, los silencios son eternos y el amor lo inunda todo de tal modo que va dejando un rastro de sirope de arce envenenado.
Pero lo que esa gente no sabe es que a las chicas no les gusta que las encasillen, algunas rompen los moldes y consiguen crear series inclasificables como Olive Kitteridge.
Trasladémonos a Maine, a la esquina superior derecha de los Estados Unidos de América. Allí una mujer amargada, llamada Olive Kitteridge, se esfuerza por aguar la fiesta a todo el que se le acerque. Algo parecido a lo que hacía Meryl Streep en su interpretación en Agosto. Bueno, no tanto.
Olive Kitteridge es la historia de una mujer que a lo largo de los años va dejando escapar oportunidades de merecer un amor, uno cualquiera, dilapidando su capital emocional con un nivel de prodigalidad tal que nos recuerda la famosa parábola del Evangelio. Sí, esa, ya saben a lo que me refiero, el chico que pide a su padre el dinero de la herencia para gastárselo en fiestorros contratando a Kevin Roldán como maestro de ceremonias. Eso mismo pero trasladado a la órbita de Olive, una mujer manirrota que tira a la basura todo el afecto que le regalan quienes tienen la desgracia de cruzarse en su camino.
Volviendo al tema de las chicas, situar Olive Kitteridge en la parrilla de las mejores series de la HBO ha sido posible gracias a 5 mujeres extraordinarias:
Elizabeth Strout: es la autora del libro, la causa primera, el Big Bang a quien debemos todo lo demás. Para los que necesiten contar estrellas, su obra mereció el Premio Pulitzer de ficción en el año 2009.
Jane Anderson: productora de HBO, fue ella quien se obsesionó con obtener los derechos de la obra a pesar de tener multitud de pretendientes. Logró convencer a la autora con un argumento que a la postre resultó ser el definitivo: los padres de Jane eran muy parecidos a los personajes principales de Olive Kitteridge, una mujer de emociones complicadas casada con un optimista recalcitrante que la ama de manera irracional.
Lisa Chodolenko: es la directora de la serie, una mujer judeo-ucraniana que se había batido el cobre dirigiendo un capítulo de la mítica A dos metros bajo tierra. Más tarde dirigió una película agradable de ver, Los chicos están bien, una comedia contemporánea que hace todo lo que no hizo William Wyler en los 60 con el tema de las lesbianas (La Calumnia).
Frances McDormand: ella es Olive, no podía ser otra. Saltó a la fama con Fargo y a pesar de que pueda parecer que le dieron el papel por ser la mujer de uno de los hermanos Coen, en realidad no fue así, no se puede comparar con el caso de Ariadna Gil en Soldados de Salamina, no seáis malotes. Frances McDormand es una actriz descomunal, aún resuenan mis tripas cuando recuerdo su contribución al peliculón Mississippi Burning. Su trabajo en Olive Kitteridge es descomunal.
Zoe Kazan: conocer a la nieta de Elia Kazan a través de Olive Kitteridge ha sido toda una revelación. Después de mi caída del caballo he descubierto Ruby Sparks, interpretada y escrita por ella misma, y la película estrenada hace tan solo una semana: La gran enfermedad del amor. En Olive Kitteridge, Zoe Kazan se los come a todos con su sonrisa, su cabeza baja y sus ojos pegados a las pestañas. La imagen de Denise Thibodeau ordenando los estantes de la farmacia será guardada en mi memoria por los siglos de los siglos amén.
Y así hemos llegado al final. Olive Kitteridge es una sola de las series de chicas que circulan por el mundo. Nada de almíbar, nada de comedias románticas tontorronas. El género humano, ese que vive en La Tierra desde hace millones de años, tiene una deuda impagable con aquellas que de forma invisible están abriendo la brecha.