La batalla por el control de la Federación Española de Fútbol (RFEF) entra en su etapa crucial y probablemente más confusa. Visto desde fuera, es posible que nadie no iniciado en estas cuestiones entienda lo que está sucediendo. Hablemos claro: Hay un presidente en su casa, Ángel María Villar, que no quiere dimitir del cargo a pesar de estar megaimputado y que, por demás, ahora reclama judicialmente que su situación es injusta y quiere volver al sillón (o eso parece).
Hay, también, un presidente en funciones que busca apoyos quemando móvil, Juan Luis Larrea, cuyo puesto anterior era tesorero de la Junta directiva. Una Junta directiva que, precisamente, no sería reglamentaria porque la eligió una Asamblea que no salió (según denuncia de Jorge Pérez, opositor a Villar en las últimas elecciones) de unos votos limpios. Como todo es barro, el Consejo Superior de Deportes quiere unas nuevas elecciones, pero los tribunales deportivos tienen la palabra y deben decidir si hay marcha atrás y si hay elecciones totales a la Asamblea o se elige presidente nuevo con la representación asamblearia actual, sin tocar más.
Seguimos con el culebrón: en la Junta directiva la fractura es tan profunda entre villaristas (continuistas con Larrea) y renovadores que ni siquiera se saludan en los pasillos. Y es que los primeros no quieren hablar de moción de censura a Ángel Villar (el próximo 22 se podría presentar al cumplir el presidente castigado seis meses en el cargo) y los segundos están confusos. Ya no saben si es mejor pelear por nuevas elecciones presentando un candidato ‘caballo blanco’ que está preparado en la sombra o dejarse ir con Larrea con tal de evitar que Luis Rubiales formalice una candidatura y tuviera la opción de llegar al primer sillón.
El grupo opositor que reúne a presidentes del Norte, del Este, del Centro y algo del Sur, sigue con entrevistas salpicadas en hoteles de Madrid preparando una estrategia por lo que pueda venir. La telenovela ha llegado a tal punto a día de hoy que ya no se sabe quién es el bueno, el feo y el malo en la RFEF. Nadie se atreve a desenfundar primero.
¡Ah! Luis Rubiales. El presidente de la AFE aspira a la presidencia y quiere tirar abajo el chiringuito asambleario. Es decir, presentar una candidatura electoral. Lleva meses haciendo un trabajo en la sombra. Ha visitado a José Ramón Lete en la sede del CSD, se ha entrevistado con presidentes de territoriales, ha proclamado sus virtudes entre los futbolistas con derecho a voto… Pero no consigue que le quieran. No. Hay tal corriente contra su figura que hasta Tebas (que tampoco está tanto con Larrea como pudiera parecer porque es muy listo) le desacreditó públicamente en un reciente desayuno de Europa Press: “Hay alguno que va buscando votos bajo cuerda”.
Lo último que trasciende de la RFEF es que se convoca Junta directiva para el próximo 23 a la que acudirán por primera vez con luz de neón Javier Tebas y Javier Lozano de la Liga Nacional de Fútbol Sala. Curiosamente, según reglamento, en esa Junta directiva no podrían participar cinco presidentes de territoriales por estar imputados: Alonso (Rioja), Monje (Murcia), Martínez (Melilla), Gaona (Ceuta) y Muñoz (Valencia). Por lo tanto esa Junta sería poco efectiva para tomar decisiones. La solución doméstica tiene picaresca: antes de la Junta se celebrará lo que se viene a llamar Comisión de Presidentes, en la que se tratarán previamente los temas que pasarán a Junta prácticamente ya debatidos. La ley deportiva no puede impedir (salvo que alguien reaccione) que los presidente imputados acudan a esta cita de carácter no formal.
Quien haya podido seguir el hilo hasta aquí, y todo esto sin entrar en farragosos detalles legales con sentencias pendientes, debe atender a las conclusiones: El CSD reclama elecciones, Villar quiere volver, Larrea se hace fuerte y busca amigarse con Tebas y Javier Lozano, Tebas mira de reojo a pesar de todo, Rubiales pierde el sitio, los renovadores tienen un candidato oculto por si hay elecciones a la Asamblea, el fútbol español federativo es un sinsentido. El 23-N el desenlace, o no.