Para entender la lucidez de esta serie quizás solo hace falta mirar a los ojos de su creador. David Chase tiene esa mirada cansada de un hombre sin interés en los cuentos de hadas. Los héroes esbeltos, morales y sin complicaciones que aprenden simples lecciones psicológicas dejaron de interesarle hace tiempo.
Para cuando creó Los Soprano (1999-2007), Chase había pasado dos décadas en la televisión estadounidense como escritor, productor y director. Eso sí, miraba al cine para inspirarse. Chase decía que la mayoría de las series mentían sobre el comportamiento humano y que la televisión equivalía a «propaganda para el estado corporativo: y lo digo de los programas, no solo de los anuncios”.
Chase siempre amó las películas de la mafia, siempre disfrutó leyendo artículos sobre los gánsteres de verdad. Los Medowlands de Nueva Jersey, donde acabaron viviendo los personajes principales de la serie, siempre le había parecido a Chase uno de los lugares más fotogénicos del mundo. También conocía la depresión y la terapia de la conversación (por lo que se cuenta, padecía una madre especialmente difícil).
Cuando le tocó crear algo suyo, Chase puso todo lo que llevaba dentro sobre la mesa. Y resultó que llevaba mucho dentro.
LA INSPIRACIÓN – MARTIN SCORSESE
La principal influencia cinematográfica de Chase fue Goodfellas (Uno de los nuestros, 1990). La película de Martin Scorsese tiene tantas cosas en común con Los Soprano que aun sin acordarme de todas os puedo dar una lista bastante amplia:
En ambos casos, la ética de la mafia se define por un código de silencio (omerta), mientras que los matrimonios de los mafiosos incluyen amantes (goomahs).
Las discusiones de familia en casa pueden llegar a ser histéricas. Las discusiones de la familia mafiosa en el trabajo pueden llegar a ser letales. Hay violencia en el aire.
Las mujeres admiten sentir miedo y emoción por estar cerca de mafiosos que toman lo que quieren por la fuerza. Las conversaciones sobre los negocios están llenas de eufemismos que ocultan su contenido criminal («nuestro amigo con la cosa», por ejemplo).
Ambos tienen una banda sonora al más puro estilo rock-and-roll. Ambos empiezan con nostalgia y acaban con paranoia. Ambos están obsesionados con la comida.
Por si no fuese suficiente, más de dos decenas de actores de Los Soprano habían aparecido anteriormente en Uno de los nuestros.
EL PROTAGONISTA – TONY SOPRANO
Hijo y padre. Amigo y hermano. Marido y amante. Jefe y paciente mental. Tony Soprano lo tiene todo, excepto que su negocio es violento e ilegal. Tony es mafioso. Como personaje combina la depresión de Vito Corleone (El Padrino) con la pasión de Henry Hill (Uno de los nuestros). Su cuerpo es un arma letal. Tiene un apetito brutal e incansable por la comida, las mujeres, el poder y el dinero. Gran parte de su vida consiste en intentar pacificar sus dos familias: la familia de casa y la del trabajo.
Los mafiosos se definen por el silencio. Son una organización donde la primera regla es no revelar que la organización siquiera existe. Pero Tony habla. Con su familia, con los miembros de su banda, con sus amantes, con su terapeuta. Incluso vemos sus sueños, llenos de sexo y muerte.
Junto a Don Draper (Mad Men), Tony Soprano es de los personajes más complicados jamás creados para la televisión. Empezamos amándolo y acabamos como su terapeuta, la doctora Melfi: arrepentidos; dispuestos a admitir que nos hemos enamorado de un sociópata.
LOS FINALES
Por sus brillantes guiones y cinematografía, Los Soprano acabó pareciéndose más a cine que a televisión. Al haber encontrado un lugar en HBO, el canal televisivo de pago donde no hay anuncios, la serie tuvo su propio ritmo, concebido sin interrupciones.
David Chase le dijo a sus jefes desde el principio que necesitaba un gran presupuesto para pagar los derechos de las canciones que cerrarían cada episodio. Mientras que otros programas acaban con el mismo tema de la intro, cada episodio de Los Soprano tiene su final musical especial.
Eso sí, los finales silenciosos también son memorables. Tony sentado en un establo con su caballo y una cabra, fumando un puro. Tony sentado fuera de su casa con un rifle para proteger a su familia de un oso. Tony viendo el amanecer en el desierto después de haber tomado peyote con una amante. Son imágenes con tanta poesía que aun sin haberlas visto en años me acuerdo de ellas como de cuadros icónicos.
Hay gente a la que no le gusta el final de Los Soprano, pero a mí me parece perfecto. Yo ya sabía que incluso el que espera la muerte no sabe cuando llegará, pero nadie me había hecho sentirlo como David Chase en la escena final de su obra maestra.