Era un viernes cualquiera. O casi. Era el viernes anterior al viernes más importante en mucho tiempo: el de la visita de la selección peruana a Nueva Zelanda por la ida del repechaje para el Mundial de Rusia. Igual, era un viernes cualquiera. Todavía faltaba una semana, así que el café, los huevos revueltos y el jugo de naranja sabían igual.
Lima amaneció nublada, como casi siempre. En las tapas de los diarios, las noticias eran un poco más de lo mismo: algún político negaba haber recibido coimas de una constructora brasileña, un pastor evangélico anunciaba que quería comprar todos los estadios del Perú (sí que andamos jodidos), y poco más.
Un par de horas después, cuando la clase trabajadora se sentaba en sus oficinas, o sobre los asientos de sus buses o se calzaba el uniforme, comenzó a circular el rumor. Al principio, parecía una broma de mal gusto: Paolo Guerrero había dado positivo en un control antidoping y se perdería los dos encuentros del repechaje. A los periodistas empezó a reventarnos el teléfono. Entre nosotros nos lo reventábamos, también.
“¿Puedes confirmar la noticia? Dime que se trata de una broma. Seguro es un artículo reciclado”.
La mañana siguió avanzando, y de pronto el café estaba frío y el jugo amargo. Ya no era un viernes cualquiera. Periodistas argentinos de ESPN -uno de los medios deportivos más respetados de la región- anunciaron en un programa matutino que la noticia era real, pero añadieron un ingrediente que tensó aún más a un país entero: Guerrero había dado positivo por una droga social. Entiéndase porros o coca.
“Nos están jodiendo”, pensamos los peruanos.
Horas después, luego de interminables mensajes de texto, por Facebook, de correos electrónicas y llamadas perdidas, la Federación Peruana de Fútbol dio la noticia oficial: Guerrero dio positivo -aparentemente por tomar un antigripal fuerte que contenía una sustancia prohibida- y fue suspendido por treinta días como medida provisional. (“Por lo menos no se fumó un porro”, nos consolábamos).
A estas alturas, se imaginarán que el jugo no sólo estaba amargo sino que ya estaba desparramado por el piso, mezclado con el café y los huevos. La figura, el capitán y el goleador de la selección peruana se perderá los dos partidos más importantes de su vida, de nuestras vidas. Futbolísticamente, Perú seguirá siendo favorito, aún sin Paolo. Pero anímicamente este puede ser un golpe letal para todo el país. Ni qué decir para el grupo de futbolistas.
Nadie dijo que sería fácil, pero tampoco nos prepararon para esto. Pero bueno, esto es el Perú y así se sufre. Si no, seríamos Brasil.