Confieso que cuando veo un equipo trabajado como el Tottenham de Mauricio Pochettino, me conmueve. Cuando sigues a una línea defensiva de cinco en repliegue moviéndose como un solo hombre y un despliegue en abanico armonioso, me provoca admiración. Cuando ves que la medular y los dos puntas son capaces de presionar al rival juntando hasta tres o hasta cuatro elementos, me asombra. En definitiva, los Spurs fueron ante el Madrid una glosa poética del fútbol táctico, del desarrollo casi impecable de una idea de fútbol a medio camino entre el control (Delle Alli, Winks…) y la velocidad (Keane, Eriksen…). El Real Madrid puso todo lo que tiene, que es mucho talento y poca organización. Llegó a perseguir sombras coreadas con ‘Olés’ de acento español en Wembley. En esta ocasión, al contrario que en Girona, se puede hablar de voluntad en el esfuerzo de los madridistas, aunque no ocurrió lo que casi siempre ocurre: no ganó la pegada, ganó la estrategia.
Pochettino confirmó lo que se viene hablando de su cometido profesional. Es un astuto técnico, capaz de llevar el partido donde le interesa. Ante todo un Real Madrid, cargado de figuras talentosas, plantó un Tottenham defendiendo en apenas cuarenta metros, con la linea de atrás muy muy adelantada, tres centrocampistas taponando a Kroos, Modric e Isco, y dos puntas que no cesaron de correr allá donde lo pedía el partido. Impecable puesta en escena y un desarrollo en el campo digno de grabarse y pasarlo en vídeo en las escuelas de entrenadores. Se notó en el campo una mano directora que supo afrontar el contratiempo de la lesión temprana de Alderweireld, metiendo atrás a Sissoko sin afectar en problema alguno, que entregó la batuta a un Delle Alli imponente, y que supo responder a la desafortunada decisión de Zidane de meter a Casemiro como tercer central a partir del descanso. La velocidad de los Spurs fue una catástrofe para el titubeante Casilla.
La imagen de la defensa del Madrid en el segundo gol, con Casemiro llegando despistado desde la línea de fondo, con Ramos desubicado y sin apoyos, fue el resumen de lo que se entiende por falta de disciplina táctica. Enfrente, Pochettino consiguió que sus hombres nunca perdieran el sitio, disciplinados, con apoyos continuos, jamás se vieron zonas vacías en territorio de los blancos. La protección de los espacios fue una barrera casi insalvable para los de Zidane, al menos durante una hora de partido. Con 1-0 al descanso, el técnico francés decidió volver con tres centrales (Nacho, Casemiro, Ramos) consiguiendo sin proponérselo que Kane y Eriksen se lo pasaran en grande con mucha hierba por donde correr. Más fácil, imposible.
El caso es que ZZ lo debió ver todo muy correcto, pues esperó a caer 3-0 en el marcador ya en el minuto 73′ para realizar los dos primeros relevos. Mandó a la guerra a Mayoral y Asensio con Wembley en plena orgía victoriosa. La voluntad y la casta del Madrid consiguió recortar el marcador a registros algo decentes (3-1), porque el 4-0 humillante estuvo en la cabeza de Delle Alli. Pochettino ya había hecho su trabajo de manera impecable, dejando sentado que ahora mismo es un Maestro, con mayúsculas, de la pizarra. El Tottenham lleva su mano, su firma, su idea, su disciplina. A ZZ y sus chicos les toca volver a casa y plantearse si están siendo serios como equipo.