Netflix se puso cómodo, tomó nota de la obra maestra creada por Nic Pizzolatto y falló. Nos entregó Mindhunter envuelta, eso sí, en una impecable estética de los 70, acompañada de otra pareja de uniformados que, lejos del éxtasis al que nos llevó Matthew David McConaughey, nos resulta conocida y predecible. Diez episodios para el disfrute de un nuevo thriller policíaco y psicológico desarrollada por el guionista Joe Penhall (El intruso) basado en el libro Mind Hunter: Inside FBI’s Elite Serial Crime Unit, de Mark Olshaker y John E. Douglas, ex agente del FBI y pionero en la elaboración y el uso de perfiles psicológicos.
David Fincher (El Club de la lucha, El curioso caso de Benjamin Button) firma cuatro de los capítulos, los dos primeros y los dos finales. Otra cara conocida es la de Charlize Theron (Pactar con el Diablo, Mad Max: Furia en la carretera) que figura como productora ejecutiva demostrando gran interés por los asesinos en serie (Seven, Zodiac y Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres) y por la pequeña pantalla (House of Cards).
Mindhunter es oscura, sin embargo, anclada en un ritmo neutral, no destaca en ningún episodio por un ritmo trepidante. Y lo echamos de menos. Queremos marcha y no la tenemos más que, de pascuas a ramos, cuando los interrogatorios con alguno de los asesinos más despiadados de Estados Unidos se ponen interesantes. La dinámica de las entrevistas pasa de ser un gancho original a una redundante sucesión de preguntas cuya respuesta ya nos podemos imaginar. ¿Por qué? Porque, y ese es uno de los puntos donde los creadores han fallado, empatizamos mucho más con los delincuentes que con los propios investigadores. Y no es que seamos morbosos ni psicópatas en potencia, es que la clave de un éxito mucho más duradero hubiese sido profundizar en sus orígenes y en sus crímenes, no a través de unos interrogatorios reiterativos, sino a través de imágenes explícitas. Falta chicha. Se nos sugieren demasiadas cosas y a falta de emociones fuertes, la serie roza el aburrimiento en determinados episodios.
Los agentes Holden Ford y Bill Tench nos vuelven a contar la historia del poli bueno y del poli malo. Se introduce un personaje interesante, la metódica Wendy Carr, pero es tan sumamente fría, que su aparición en los casos que estudian y resuelven los dos agentes del FBI resulta anecdótica. En los últimos episodios hay cierto dramatismo que puede llegar (haciendo algún que otro esfuerzo) a conmovernos, pero siempre será por parte de los actores que se encargan de estar en el lado opuesto al de la ley. Netflix ha dejado abierta la puerta de Mindhunter para darle continuidad en un futuro no muy lejano, pero, si la serie no se vuelve más visceral, se quedará en algo entretenido más que un imprescindible que pueda quitarnos el sueño. Recomendaría un repaso de True Detective o, puesta a pedir, de El Silencio de los Corderos, y puede que Mindhunter aprenda a ser algo más perturbadora.
Pues a mí True Detective me pareció aburrida. La primera temporada está bien, luego baja mucho.