El próximo domingo correré mi primera maratón. Y aquí, podría acabar de escribir porque al pensarlo me comienza a temblar el cuerpo, tengo sudores fríos y me falta la respiración. Exagerada, pensarán muchos, pero sólo quién se ha puesto este reto entre ceja y ceja puede entender este cúmulo de sensaciones la semana antes de la gran prueba.
Me van a permitir que me desahogue con estas líneas, ya que con mi familia y amigos creo que he llegado al límite, sobre todo al suyo. Son meses y meses de entrenamientos concienzudos que, por supuesto, he querido compartir con mis allegados en forma de charla o monólogo. Y es que, quien se prepara para una maratón no tiene otra cosa en la cabeza, sobre todo si es la primera.
Todo empezó antes del verano. Después de correr unas cuantas medias maratones y otras muchas distancias por la geografía italiana y española, llegué a la esperada y temida pregunta: ¿por qué no correr una maratón? Y me encontré rellenando la inscripción para la de Florencia. Ya estaba hecho. No había vuelta atrás. Porque para mí la inscripción a una carrera es peor que una hipoteca o que un contrato de matrimonio. Se cumple y basta. Sólo que en el caso del running las satifacciones son mayores, y que me perdone mi marido, pero cruzar una línea de meta sabiendo que lo has dado todo, pensando en los sacrificios que has tenido que hacer, no tiene comparación. Durante estos meses de preparación he visualizado cientos de veces ese momento y sé que será una gran decepción si no consigo llegar al final. Porque seamos realistas, no es fácil. 42 kilómetros. 42 kilómetros y 195 metros para ser exactos. Aunque es precisamente su dificultad lo que la hace tan atractiva.
He pasado los últimos meses preguntándome si lo conseguiré, pero soy consciente a la vez de que el running es como una planta a la que tienes que regar cada día. Tarde o temprano te dará sus frutos, no tengan la menor duda. Y yo he regado, ¡y cómo! ¡Ni los famosos aspersores del Camp Nou! Así que ahora solo me queda una cosa, correr. Correr con cabeza y corazón, que es un ingrediente que nunca está de más.
He disfrutado de todo lo que conlleva una maratón. He entrenado sin saltarme una sesión, daba igual el calor o el frío, si he tenido una mudanza de por medio, los dolores típicos del corredor. He tenido ganas de llorar muchas veces. Y también muchas veces me he preguntado ¿quién me manda hacer esto? Pero sí, he disfrutado. Y disfrutaré aún más del momento en el que tienes que recoger el dorsal, ese momento en el que ves el número y tu nombre. Disfrutaré preparando todo la noche de antes. Cada imperdible en su sitio. Los calcetines adecuados. Los pantalones más cómodos que tengo. Las zapatillas. Los geles que espero me ayuden a mantener las fuerzas. Alguna que otra superstición, claro. Disfrutaré como una niña del momento justo antes de la salida. El corazón a 200 pulsaciones, las caras de concentración, el miedo, el respeto. Y cómo no, disfrutaré y sufriré la maratón. Tendré la suerte de correr por una de las ciudades más bonitas del mundo. La suerte de ver a mis amigos cada pocos kilómetros para gritarme y darme energía. Así, espero se me haga menos duro el famoso muro a partir del kilómetro 30 del que todos me hablan. Aunque seguramente, cuanto más difícil es un objetivo, más satisfactorio es si consigues alcanzarlo. Deséenme suerte. Les mantendré informados.
42 kilómetros de infierno y 195 metros de gloria. Eso es una maratón. Y como el primer amor, imborrable. Sin miedo pero con respeto. Sabiendo que el domingo, con cada zancada,aprenderás un montón sobre tí y sobre el running. Y si ves de frente » el muro», haz como en la Inferno Run, sáltalo!
Tus miedos son nuestras certezas, lo harás mejor que bien porque a luchadora y decidida, te gana muy poca gente
Lo conseguirás por qué todo lo que te propones lo consigues!!! Eres muy grande!! Estaremos dándote fuerzas desde la distancia!! Mucha suerte???❤️
Empezaras la carrera siendo una «corredora popular» y la terminarás siendo una maratoniana!!!
Suerte campeona!!!
Yo he corrido varios maratones, Rocío y sólo te puedo decir lo siguiente: olvídate. Disfruta. A eso vas a Florencia. Lo duro ya lo has hecho.