Nueva York tiene demasiadas cicatrices como para sentir miedo ante el Maratón que se disputará hoy por las calles de La Gran Manzana. Nadie olvida el atentado de hace cinco días, saldado con ocho muertos. Lo tienen especialmente presente el gobernador Andrew Cuomo y el alcalde de la ciudad Bill de Biasio. También el jefe del Departamento de Policía de Nueva York, Carlos Gomez, un emigrante cubano que el año pasado se convirtió en el primer latino en ocupar el cargo.
Sin embargo, para los habitantes de Nueva York y para los corredores que participan, el Maratón 2017 no será muy diferente al de otros años. Para entenderlo basta con enumerar las heridas recientes. En 2001, el Maratón se corrió con la ciudad todavía desgarrada por los atentados del 11 de septiembre. Fue una demostración de la resistencia y del orgullo de la ciudad, además de un homenaje a la policía y los bomberos. La edición 2013 estuvo marcada por la conmoción generada por los atentados en el Maratón de Boston, sólo siete meses antes (tres muertos y 260 heridos). En 2016, un mes antes del Maratón, una bomba explotó en la ruta de la carrera benéfica Marine Corps, en Nueva Jersey, por fortuna sin heridos. Para complicar más la logística del evento, el Maratón coincidió con la elección presidencial y con las fiestas programadas por los partidos demócrata y republicano en el centro de la ciudad. Nueva York no se alteró, al menos hasta que conoció el nombre del nuevo presidente.
Desde que se disputó la primera edición del Maratón de Nueva York en 1970 (127 competidores, de los que terminaron 55), la carrera sólo se ha suspendido en una ocasión; sucedió en 2012 por culpa del Huracán Sandy. Con esa única excepción, la carrera no se ha detenido nunca. Y no ha parado de crecer. Hoy mismo, se prevé que 51.000 atletas tomen las calles arropados por más de dos millones de espectadores (la ciudad tiene 8,5 millones de habitantes).
Semejante concentración de gente requiere un enorme dispositivo policial que se ha reforzado por el reciente atentado, según dieron a conocer el gobernador Cuomo y el alcalde Di Biasi. La policía doblará sus efectivos en los lugares en los que se congregan más personas: aeropuertos, túneles, puentes, Times Square, transporte público y la Estación Pennsylvania, por donde pasan 600.000 viajeros cada día. Está completamente prohibido el uso de drones, se registrarán todo tipo de bolsas y mochilas, y se instalarán parapetos para impedir el acceso de vehículos no autorizados a la ruta. El jefe Carlos Gomez asegura que “la carrera será segura” y nadie quiere pensar lo contrario. Se dice que el espectáculo debe continuar y Nueva York piensa lo mismo de la vida.