En octubre de 1985, un coloso sudanés recién aterrizado en la NBA llamado Manute Bol respondía con escalofriante naturalidad ante la avalancha de periodistas que se agolpaban bajo sus enormes pies: “¿Le asusta el reto de enfrentarse a los mejores jugadores del mundo?”. “No me asusta nada», respondió. «Recuerdo que cuando era más joven tuve que cazar un león con mis propias manos”.
Primer encuentro con el aro
Manute Bol nació un 16 de octubre de 1962 en Gogrial, Sudán (actual Sudán del Sur), una aldea perteneciente a la tribu de los Dinkas, etnia mayoritaria de Sudán del Sur. Se crió en un entorno salvaje, fue pastor y alcanzó la escalofriante estatura de 2,31 metros en una familia de altura. Su abuelo Malouk Bol Chol, uno de los líderes tribales, medía 2.39 (según las leyendas), su padre 2.03, su madre 2.08 y su hermana 2.03.
En 1979 el baloncesto interrumpió su vida. Un día llegó su tío desde Wau, la ciudad más grande al sur del país, y trató de convencerle para que abandonase a su familia y probara aquél deporte del que Manute nunca había oído hablar. La idea de su tío era que Bol probara en el equipo local, el cual ya participaba en la liga nacional. Bol rechazó la oferta, pero el baloncesto ya se había cruzado en su camino. Tres meses después, un primo suyo (todo quedaba en familia) Joseph Victor Bol, piloto y un hombre diferente de los que Manute acostumbraba a rodearse (debido a su trabajo Joseph poseía innumerables contactos, entre ellos dentro de los clubes del país), le habló por primera vez de la tierra de las oportunidades y de lo que significaba allí el baloncesto. Manute cayó seducido por la idea y viajó a Wau donde, por primera vez en su vida, sus manos tocaron la superficie rugosa de una pelota de baloncesto.
El adolescente de piernas interminables no conocía ninguna de las reglas básicas del baloncesto y, en uno de sus primeros entrenamientos, se partió los dientes al intentar machacar el aro. Sin embargo, su altura, era algo que venía con el ADN, algo inimitable, un aspecto que no se puede mejorar ni entrenar. Manute tenía otro primo, Nyoul Makwag Bol, base de la selección de Sudán, mediante el cual pudo empezar a jugar en su mismo equipo, el Catholic Club de Jartum. Su envergadura corría un tupido velo sobre carencias técnicas y ese año ayudó al equipo a conquistar el campeonato sudanés. ¿Qué ocurrió a continuación? Tan solo seis meses después de pisar por primera vez una cancha, Manute Bol ya formaba parte del equipo nacional.
Welcome to the United States
Hay un personaje fundamental en la historia de Manute Bol y ese fue Don Feeley. En 1982, Feeley era el técnico de Fairleigh Dickinson, una pequeña universidad de New Jersey. Feeley aterrizó en Sudán como parte de un programa de intercambio en el verano de ese mismo año para dirigir a la selección nacional. Manute fascinó a Don y meses después, junto a Deng Nihal (otro jugador del que se hablaba maravillas) el 23 de mayo de 1983, ambos aterrizabaron en el aeropuerto Logan de Boston, sin conocer una palabra de inglés y a merced de un único padrino y mecenas. La primera aventura de Manute en Estados Unidos, en la Universidad de Cleveland, fue muy breve debido a sus problemas de adaptación y educación, pero consiguió entrar en Bridgeport, una pequeña facultad de la 2ª categoría de la liga universitaria. Allí demostraría su gran virtud y aquello que le catapultó a entrar en la historia de la NBA: su don taponador.
En 1985 es elegido en la 2ª ronda del Draft por los Washington Bullets, debutando en octubre de ese mismo año y convirtiéndose en el primer africano en jugar en la NBA. En su primer año hizo historia al lograr el récord de tapones para un rookie con la friolera de 397, una media de 4,9. Tras su paso por Washington Bullets, Golden State Warriors, Philadelphia 76ers y Miami Heat y su entrada en el Olimpo en la edad de oro de la mejor liga del mundo, Manute comenzó su decadencia debido a diversas lesiones.
¿Podría haber evitado Manute el 11-S?
En 1989, Omar Al-Bashir tomó el poder en Sudán en un golpe militar. La violencia del gobierno provocó un verdadero infierno y condujo a la muerte a miles de cristianos que vivían en el sur del país. Bol regresó a su país aterrado por los hechos, mientras el gobierno sudanés ofrecía refugio y asilo a Osama Bin Laden, expulsado de Arabia Saudí, a cambio de ayuda para mantenerse en el poder. En este período de tiempo, Bin Laden fundó Al Qaeda. En posteriores entrevistas, Bol declaró que había advertido al Departamento de Estado de los Estados Unidos (y posteriormente a los mismísimos Clinton) sobre la amenaza que se ocultaba en Sudán. Incluso llegó a reunirse en el Pentágono con 58 miembros del Congreso para avisarles de que, durante una estancia en El Cairo, había podido comprobar los movimientos estratégicos que estaba llevando a cabo el islamismo extremista. Fue ignorado, Estados Unidos se limitó a incluir a Sudán en la lista de los estados patrocinadores del terrorismo. En 1998 bombardeó Sudán y Afganistán y Bol fue considerado como una amenaza en su país. Quiso participar en las negociaciones de paz, pero fue prácticamente un prisionero en su tierra, mientras Bin Laden se hacía fuerte escondido en la sombra de una guerra civil. ¿Qué hubiese pasado si Estados Unidos no hubiese hecho oídos sordos a las advertencias de Manute sobre el tumor que estaba creciendo en su país?
Un guerrero por la paz en Sudán
“Al hablar de Manute en Sudán pensamos inmediatamente en todo lo que hizo por ayudar a la gente; sólo después pensamos en sus éxitos deportivos. Hizo cosas que no necesitaba hacer, pero no iba a ser feliz si no ayudaba a su gente”. “Si Manute no hubiera entregado tanto amor a su gente y no hubiese ayudado a los demás, quizá hoy yo no estaría aquí”, declaró en una entrevista Loul Deng, jugador procedente de Sudán que actualmente pertenece a Los Angeles Lakers.
En los años 90, el sur de Sudán fue masacrado por el gobierno fundamentalista del norte del país. Dos millones de civiles fueron asesinados y cuatro millones se convirtieron en refugiados. Manute, a miles de kilómetros de distancia, hizo suya la causa y asumió el deber de ayudar a sus hermanos. “En 1991 veía las noticias sobre Sudán en televisión, y el gobierno estaba matando a mi gente –contaría en diversos reportajes en los últimos años de su vida-. Me dije que debía hacer algo, así que decidí convertirme en un guerrero. Sentía que había hecho mucho dinero y era el momento de entregarle algo a mi gente”.
Bol destinó buena parte de la fortuna que había obtenido en la NBA para reconstruir su aldea natal, la edificación de un hospital y a programas contra el hambre por todo el país. Se dedicó a apoyar la causa rebelde y recorrió el mundo para recaudar comida, medicinas y fondos económicos para salvar la vida a millones de personas en los campos de refugiados. El 19 de junio de 2010, y a los 47 años de edad, Manute Bol fallecía en el Virginia Medical Center. Hasta su último aliento, Manute Bol fue (y sigue siendo) considerado por su pueblo como un verdadero salvador, un dios, un recuerdo esperanzador al que aferrarse en medio de tanta miseria.