Pocos han definido mejor a Roger Federer como lo hizo David Foster Wallace en un artículo publicado en el NYTimes en agosto de 2006 bajo el título de Roger Federer as Religious Experience. «Casi cualquier persona que ame el tenis y haya seguido los torneos masculinos en la televisión a lo largo de los últimos años, ha tenido lo que podría denominarse ‘Momentos Federer’. Son los momentos en que, mientras miras el juego del suizo, tu mandíbula se cae y los ojos sobresalen y se escapan sonidos que hacen que tu esposa venga corriendo de otro cuarto para ver si estás bien. Esos momentos son más intensos si has jugado al tenis lo suficiente como para comprender la imposibilidad de lo que acaba de hacer».
Federer hace tiempo que mide su cuerpo y sus citas. Un paladar que decide degustar cada torneo únicamente si se encuentra en disposición de ganarlo, cuando considera que el esmoquin se ajusta a su cuerpo sin la necesidad de hacerlo antes de tiempo vestido de cualquier manera: «Pienso que cuando te haces mayor quizá debes diseñar tu calendario de un modo diferente».
La última jornada del grupo Boris Becker en el Masters de Londres arrancaba con el suizo enfrente de Marin Cilic. El croata, eliminado, jugaba por obligación pero mostró varios síntomas de hacerlo por mera diversión y con cierta ambición. Y por dinero, así cualquiera. El ruido de los aplausos cuando salta a la pista el cisne de Basilea es directamente proporcional al silencio que parece retumbar en su cabeza. Federer arrancó el partido con la convicción de enseñarle a Cilic que no se trata de estar en determinadas ocasiones, sino de ser. Y el de Basilea nunca ha desconfiado de su esencia. Que jugar por placer es casi tan satisfactorio como hacerlo por unos cuantos billetes. Eso sí tras su victoria ante Zverev, el suizo se convertía en el deportista que más dinero ha facturado por ganar trofeos en toda la historia por delante de Tiger Woods: 93,4 millones de euros desde 1998.
Con la lección aprendida, Cilic decidió estar a la altura. A falta de un motivo de peso más allá del mero disfrute del respetable que poblaba las gradas del O2, ambos jugadores abrieron su repertorio. Cilic sacó, subió a la red y dejó alguna derecha para el recuerdo. Marin, directo, fruncía el ceño al acordarse de que en su primera participación en el Masters de Londres se iría por la puerta de atrás. Enfrente, uno que podría ganar su séptima Copa de Maestros próximamente, pero que tampoco estaba demasiado contento con su actuación. Roger busca la excelencia en cada partido, no se trata únicamente de sumar a cualquier precio. El suizo decide cómo se juega a este deporte y ganó el partido cuando quiso. Tras llevarse el primer set en el tiebreak (Cilic hubiese podido hacer algo más en Londres si hubiese jugado algún partido como lo hizo en el primer set ante el suizo) el resto del partido fue uno de esos ‘Momentos Federer’. A Roger le bastó con ser él en el momento adecuado para llevarse la victoria. Disputará su decimocuarta semifinal en este torneo y pase lo que pase seguirá siendo eterno.