Ahora que se habla y no se para de Lewis Hamilton, de sus cuatro títulos y de su ascenso al Olimpo del automovilismo conviene pararse y reflexionar sobre la carrera y palmarés de Fernando Alonso, sin duda el mejor piloto de la parrilla y uno de los mejores de la historia por su calidad, sus prestaciones y su capacidad para evolucionar monoplazas y llevarlos al límite.
No le acompañan los números, es cierto. Su nombre ya no aparece entre los primeros de las estadísticas salvo en Grandes Premios y podios, pero todo el paddock sabe que esos guarismos no se corresponden con la calidad del asturiano ni con su status dentro de la Fórmula 1.
Alguno queda que sigue pensando que son los números los que llenan la historia, pero son los más los que observan como una anomalía del destino (más bien una virtud de Adrian Newey y su extraordinario Red Bull) que Sebastian Vettel sea el dueño de cuatro Mundiales por sólo dos del español. Incluso el propio Alonso, quien esta semana lo dejo claro en una entrevista en ‘El Larguero’, de la Cadena Ser: “Podría tener cuatro o cinco títulos, alguno incluso reciente”.
Bastante razón tiene el español. Si recuperamos las últimas diez temporadas, desde su primera salida de Renault, Alonso podría haber sumado tres títulos más a los dos conseguidos en 2005 y 2006 con la escudería francesa. En concreto, los de 2007 con McLaren y los de 2010 y 2012 con Ferrari.
Aquel Mundial de 2007 fue terrible para el asturiano, que llegó a Inglaterra como campeón del mundo y máxima estrella, y se marchó a final de temporada con ganas de quemar Woking. El ascendente de Ron Dennis sobre el ‘rookie’ Lewis Hamilton y la presión de la prensa británica, que llevaba una década sin llevarse un campeón local a sus páginas, destrozaron una página que podría haber cambiado la historia.
Rodeado en su propio box, Alonso intentó esquivar todos los puñales con su talento. Asuntos como los de las defectuosas presiones en los neumáticos o que Hamilton tuviera acceso a todos los datos de su telemetría fueron sorteados como bien se pudo. Tras el famoso abandono de Hamilton en China, a la última carrera se llegó con Lewis en primera posición (107 puntos), Alonso en la segunda plaza (103) y Raikkonen de invitado especial (100).
Brasil iba a ser así la coronación de Hamilton y Dennis, pero la presión pudo con el piloto. Cometió un fallo en la primera curva y se fue hasta el séptimo puesto final, mientras Raikkonen volaba hasta hacerse con el título por un punto sobre Alonso (110 a 109). Fue el primer gran revés del asturiano, absolutamente convencido de que hubiera ganado ese título si McLaren, que también perdió el de constructores, hubiese funcionado como una escudería seria.
En 2010 la situación fue distinta y todo obedeció a una estrategia errónea en el box de Ferrari. Era el primer año de los Red Bull voladores y se llegó a la última carrera del año, en Abu Dabi, con otro duelo a tres. Alonso (Ferrari), líder con 246 puntos; Webber (RBR), segundo con 238 y Vettel (RBR), tercero con 231. La Scuderia se olvidó del alemán y pensó que con marcar a Webber tenía el título en la mano. Así se hizo y se desencadenó el caos.
Retenido por el ruso Petrov en la séptima plaza y sin poder adelantarlo, Alonso sufrió en su monoplaza otro revés del destino. Webber quedó detrás suyo (octavo), como estaba previsto, pero Vettel voló en la primera plaza para conseguir su primer campeonato con cuatro puntos de ventaja sobre el asturiano (256-252).
Algunos hablan también del que hubiera sido el quinto título, el de 2012, aunque éste es discutible. El coche de Vettel fue abrumador tras el parón veraniego con cuatro triunfos consecutivos y Alonso pudo hacer la machada en la última carrera en Brasil, adonde llegó con 13 puntos de desventaja. El gran mérito de Alonso fue llegar a Interlagos con opciones reales frente a los todopoderosos Red Bull, pero ese título era una quimera. “Podría tener cuatro o cinco títulos, alguno incluso reciente”, dijo Alonso. Pues sí, sin duda. Cuatro y hasta cinco.