Otro cuento bajo las premisas de David frente a Goliat. Un River fuerte, gallardo; un Lanús feo, pero formal. Sin embargo, el equipo dirigido por Jorge Almirón firmó una clasificación histórica ante River para la final de la Copa Libertadores, que lo vuelve a colocar en la cima del fútbol suramericano. Y esperen. Porque con Pepe Sand y Lautaro Acosta como abanderados de la alegría, cualquier cosa podría pasar. Toda gran historia tiene su héroe y para Lanús, hablar de José Sand es hacerlo del mismísimo William Wallace.
River se olvidó de su buen hacer copero de los últimos años y, a pesar del 0-2, le regaló la pelota a Lanús. El Grana agradeció la concesión, porque sabe manejarse a la perfección con el esférico a su favor. En 23 minutos, convirtió la desgracia (0-3, ya que el partido de ida en el Monumental había terminado con 1-0 a favor de River), en júbilo (4-3). «No lo puedo creer, todavía no lo puedo creer…», repetía Jorge Almirón, creador de este equipo a su imagen y semejanza. Y es que en el minuto 44 de la primera parte y tras los goles de Scocco y Montiel, River tenía pie y medio en la final de la Copa Libertadores.
Fue entonces cuando se erigió el mito, y en el añadido de la primer manga, Sand descontó unas cuantas lágrimas de las caras de los aficiones granates. Casi sin dejar respirar a su presa, en el primer minuto del segundo tiempo, sacó el rifle a pasear y consiguió el empate para el temblor de los pilares de La Fortaleza y del equipo de Gallardo. Lautaro Acosta se sumó a la cumbia y celebró como una hincha (como lo que es) ser el protagonista del 3-2.
Con los ojos inyectados en sangre, unos por el susto y otros por el hambre, era el momento de recurrir al VAR. La tecnología cayó del lado local y el árbitro pitó penalti en una acción de Montiel sobre Pasquini. Sobraban los nervios y faltaban las uñas. Con el gol de Ale Silva, Lanús apuntillaba la noche de Halloween de River. Y en el horizonte, el próximo domingo, le espera Boca en el Monumental.
Lanús no es flor de un día. El equipo granate lleva años condimentando una receta que apuesta por el trabajo, una gestión deportiva impecable y una cantera forjada con los principios de los grandes. Desde que en 1996 escribiese la primera página histórica de sus memorias al ganar la Copa Conmebol, ha conseguido varios títulos locales y de la mano de Guillermo Barros Schelotto ascendió a los cielos al ganar la Copa Suramericana de 2013. Tras la marcha de los mellizos Schelotto, Jorge Almirón tomó el relevo. Supo mezclar juventud con veteranía, aplicó los principios de una escuela más holandesa que argenta con Andrada, su portero, siendo el primer constructor de la jugada. Se apoyó en las destrezas de Román Martínez o Marcone y confió en que Acosta y Sand se desenvolverían a la perfección en el fervor de la causa. Lanús solo necesita sacar la chuleta de la manga y volver a aplicar lo que tan bien tiene aprendido. Una fórmula que ya le dura varios años y con la que sigue cosechando éxitos, siendo pequeño, a pasos agigantados. De Arias y Guidi para el mundo, Lanús vuelve a tocar la gloria con los dedos.