En términos futbolísticos, resulta más difícil entender a un ruso (futbolista) que comprender el ruso (idioma). Las selecciones rusas han sido históricamente indescifrables. Ni uno solo de los buenos equipos que han presentado los rusos en competiciones internacionales ha soportado las expectativas; ni qué decir de los malos equipos. Hablo de los últimos cuarenta años y no creo equivocarme. Y no parece que el próximo verano vayamos a perder la razón.
Sin embargo, la principal amenaza del caos ruso, en relación a sus rivales, es contagiarse del desorden e imaginar, transcurridos unos minutos, que uno también puede hablar ruso y beber vodka, y bailar en cuclillas. Error. Oshibka. Si jugamos a la ruleta rusa ellos son indudablemente mejores.
Admito, eso sí, que visto el comienzo del partido era fácil equivocarse. España marcó a los ocho minutos y Rusia reaccionó con una ocurrencia inhóspita: se rompió por la mitad, tan exageradamente rota, que entre su defensa y su delantera se abrió un terreno del tamaño de la estepa por el que igual podía correr un futbolista que el tren del doctor Zhivago. Sorprende mucho que Putin no haya tomado cartas en el asunto, o sables. Cuando un país como Rusia planifica la organización de un torneo no suele dejar al azar del talento la composición del equipo que defenderá el honor patrio. Si entre 144 millones de habitantes no hay mejores futbolistas que muchos de los internacionales rusos es porque se ha buscado mal o se ha buscado poco. Lo mismo vale para el entrenador. Algo pasa.
Analizado el panorama, y favorecidos por un árbitro amigo (italiano), España se puso 0-2 y comenzó a pensar en otra cosa. Digamos que nos hicimos los rusos, que es diferente a hacerse los suecos. Nos perdimos y ellos se encontraron. Acortó distancias su mejor jugador, Smolov, y la Selección, la nuestra, no se dio por aludida. Sergio Ramos se empeñó en chutarlo todo y no se le puede reprochar, o no demasiado. En el Real Madrid hace cola detrás de Cristiano Ronaldo y no es necesario extenderse más en la cuestión. Ramos marcó dos goles de penalti y se reservó una falta en la frontal, que también tiró. Asensio podrá disfrutar del mismo privilegio dentro de tres o cuatro años, quizá cinco. O seis.
Salvo esa obsesión no tuvimos otra. Rusia empató, el árbitro nos volvió a dar ventaja y Smolov dijo la última palabra. Fue extraño tirando a feo, y no me refiero al delantero, sino al partido. Y cuando los partidos se ponen así lo más probable es que alguien se haga daño. Le tocó al portero ruso, por el que tocamos madera.
Cualquier parecido con la realidad debería ser mera coincidencia. Según se aproxime el verano, Rusia reducirá el caos (se encargará Putin) y España dejará de hablar en ruso. Confiemos.