Son fuertes, rápidos, ágiles, nos hacen vibrar, hacen cosas que la mayoría de los humanos no hacen y además son venerados por sus aficionados y odiados por sus contrarios cual héroes Marvel. Son los deportistas, preparados, con miles de horas de entreno y repetición detrás para poder competir al más alto nivel, y sin embargo, son humanos y a veces, muy humanos.
Vemos a grandes ganadores como Nadal, Federer, Hamilton, Ronaldo o Messi, Michael Jordan… ¡acostumbrados a ganar! Pero, ¿cómo gestiona esta gente la ansiedad, la frustración o simplemente una depresión?
La mayoría del público pensará que con el dinero que ganan, ya van bien pagados y con ir al cajero y ver su saldo ya se les pasa. No todos los deportistas tienen ese nivel, muchos que fueron prometedores, o incluso grandes competidores, de repente, se bloquean y ¡desaparecen! Dan la impresión de se les ha olvidado competir o meter goles o canastas.
Conozco desgraciadamente este mundo muy bien de primera mano. Sé qué es prometer de joven mucho y no acabar de asentarse nunca, tener esa ansiedad antes de cada partido a ver si hoy es el día de una nueva etapa. Frustrarse, e incluso insultarse de tal manera que todo lo que te pueda decir el entrenador ya te lo has dicho antes aumentado.
Me sorprendí ayer martes con un artículo de prensa de El Mundo Deportivo sobre este tema, deportistas y sus “problemas”, especialmente con Bojan Krkic en el que explicaba su ansiedad por hacerlo bien hasta tal punto que nada funcionaba.
Nos entrenan para aprender a jugar, toda la técnica… Nos preparan físicamente, quién no ha oído aquello de “no hay dolor”. Nos enseñan disciplina, ambición, sacar de nosotros el máximo rendimiento… Pero no enseñan que también hay fracaso, pérdida y mucha frustración. Miedos y, a veces, ganas de salir huyendo por mucho que lo quieras disimular, autoconvencerte y convencer de que todo va bien.
Os recomiendo un artículo de Víctor Pérez-Solá en el diario Sport sobre “El deporte profesional abona las enfermedades mentales”. Como ya conocéis, ha habido casos en los que la depresión se ha vuelto tan insoportable que se ha llegado al punto de acabar con todo, como los casos Robert Enke o Jesús Rollán, por nombrar algunos.
¿Qué pasa al final por las cabezas de muchos deportistas para llegar a no saber canalizar esa presión de ganar y ser bueno y ser famoso? Son problemas no muy diferentes a los de la vida actual, sobreexposición en un espectáculo, no gestionar bien… Son problemas que ocultan, seguro, algún trastorno.
Por suerte, cada vez la higiene mental y los psicólogos son más importantes en los clubes, e incluso diría más, no sólo tendrían que estar en profesionales, si no ya en formación. En un principio se utilizaban técnicas de sofrología y autoconfianza dirigidas sólo a ganar y a rendir, pero….¿y si se pierde o se tiene una mala racha? En ese momento es cuando más ayuda se necesita.
Por favor, los deportistas, por mucho dinero que ganen, por muchos músculos que tengan, o por invencibles que parezcan, no dejan de ser personas y a veces muy vulnerables. Y ya se sabe que el arma más importante es tener una cabeza bien equilibrada y libre de oscuridades.
Genial visión y comentario necesitado. Totalmente de acuerdo y que además es aplicable al resto de la sociedad, de hecho, esos atletas, son también sociedad, personas, humanos. Y cómo humanos estamos abiertos a sufrir dolor y disfrutar de placer.
Pero sólo nos educan para lo bueno. Y realmente lo más profundo es saber navegar, experimentar y sentir el lado oscuro, sólo así somos completos y verdaderos humanos sanos. Lo cual puede ayudar a crear una sociedad equilibrada, sana y feliz.
Gran tema q da para mucho.
P.d. siempre q he visto fútbol, y cuándo tú equipo recibe un gol y ves el bajón moral y anímico que sufre el equipo entero, me pregunto: por qué no les entrenan-educan en esa experiencia y así aprenden a gestionarla y a levantarse de ella?
Totalmente de acuerdo, la inteligencia emocional y firtaleza mental real, no sólo como imagen externa si no interna, es una gran asignatura pendiente.
Enseñar a gestionar la frustración.
Un abrazo!