Cine y tenis nunca han formado buena pareja de dobles. De hecho, el deporte en general no ha mostrado demasiada química con el séptimo arte. Y es que un espectáculo deportivo en directo, en un estadio abarrotado con miles de personas desatadas gritando, es infinitamente más potente que el descafeinado sucedáneo que puede ofrecer una sala a oscuras donde se puede oír a la gente rumiando palomitas. De entre los intentos de introducir las raquetas en las salas de cine, hay que decir que los resultados han sido desiguales.
Título: Battle of the Sexes.
Directores: Jonathan Dayton y Valerie Faris.
Reparto: Emma Stone, Steve Carell, Andrea Riseborough, Elisabeth Shue, Austin Stowell, Sarah Silverman, Alan Cumming, Eric Christian Olsen.
Nacionalidad: Estados Unidos.
Duración: 121 min.
En el género de la comedia romántica, se puede citar la previsible y prescindible ‘Wimbledon. El amor está en juego’ (Richard Loncraine, 2004). En el terreno del cine documental, un trabajo notable fue la inspiradora cinta sólo-para-fans-de-las-Williams ‘Venus and Serena’ (Maiken Baird y Michelle Major, 2012). Y entre esas raras joyas que fusionan con éxito estas dos disciplinas está la genial ‘Match Point’ (Woody Allen, 2005) que, acariciando el tenis con un suave revés liftado, dejó para la historia memorables líneas de guion que intentan explicar el azar que rige el destino de nuestras vidas: “En un partido hay momentos en que la pelota golpea con el borde de la red, y durante una fracción de segundo puede seguir hacia delante o hacía detrás. Con un poco de suerte sigue su trayectoria y ganas, o por el contrario no lo hace y pierdes”.
Derechazos de machismo vs. reveses de feminismo
Ahora, y en espera de que se estrene en España en 2018 ‘Borg vs McEnroe’ (Janus Metz, 2017), para la cual ya nos vamos dejando melenas y comprándonos cintas para el pelo, llega a las pantallas ‘La batalla de los sexos’ (Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2017). Los directores de la magnífica ‘Pequeña Miss Sunshine’ y el guionista de ‘Slumdog Millionaire’ Simon Beaufoy se apean del indie para subirse al carro del mainstream y teletransportarnos a los pre-políticamente correctos años 70 para contarnos una historia real, la del partido de tenis que enfrentó a un ex campeón de Wimbledon de 55 años, Bobby Riggs (Steve Carell), convencido de que podría vencer sobre la pista a cualquier mujer, con la ganadora de doce Grand Slam Billie Jean King (Emma Stone), 26 años más joven que él y aún en activo en 1973.
Pero lo que sucedió en la cancha en ese histórico match que presenciaron 30.000 personas en el estadio Astrodome de Houston y casi 90 millones de telespectadores en el mundo no es lo que sostiene esta historia. La peli, que podría parecer una comedia hollywoodiense al uso, se mete de lleno en ese jardín de la guerra de sexos que alimenta tantos guiones de las comedias románticas, pero pisando los pantanosos charcos del machismo en el deporte, el aislamiento que sufren las y los deportistas homosexuales y la desigualdad de género que infecta todos los estratos de nuestra sociedad.
La pena es que, con un material tan potente entre sus manos y en un momento en que Hollywood empieza a sacar los cientos de cadáveres que guarda en sus armarios con los casos de los presuntos abusos sexuales del productor Harvey Weinstein, los actores Kevin Spacey y Dustin Hoffman o el realizador Roman Polanski, los directores de la peli pasan una mano de cremita de aloe vera por el cerebro de los espectadores con la intención de no hacer demasiada sangre, de suavizar el discurso político, con ese mensaje ‘buenista’ latente en muchos productos hollywoodienses que pretenden hacer de todo espectador un candidato a ganar el Premio Nobel de la Paz. Debe ser que en la Factoría de los Sueños pesa mucho eso de tener al enemigo en casa —y también en la Casa Blanca—, ya que viendo la película es imposible no recordar esa lluvia de escupitajos machistas que Donald Trump vertió contra Hillary Clinton en la última campaña presidencial televisada también para todo el planeta.
Cerdo machista contra feminista de patas peludas
El punto fuerte de esta comedia de espíritu reivindicativo está, sin duda, en la pareja protagonista, una oscarizable Emma Stone que, tras esas gafitas redondas y calzada con sus Adidas retro nos hace olvidar a la que conocimos bailando y cantando en ‘La La Land’, y un payasete Steve Carell que, luciendo patillazas y pelucón ‘Puigdemont style’, protagoniza los momentos más cómicos y a la vez sonrojantes de la cinta.
El personaje de Stone, la tenista Billie Jean King, es todo un regalo para la dotada actriz. Billie Jean se manifiesta en esta historia como una auténtica heroína, una mujer adelantada a su tiempo que estalla cuando se entera de que los tenistas hombres reciben premios en metálico ocho veces mayores que las mujeres, y acepta el reto del bufón machista que fue Bobby Riggs para jugar un partido contra él (el personaje de Carell expresa en estos términos el encuentro: “Cerdo machista contra feminista de patas peludas”), convirtiéndose en un icono para la época del movimiento feminista.
Pero la interpretación de Emma Stone cuenta además con la complejidad de dar vida a un personaje con sus puntos débiles y conflictos, como su relación con su marido y mánager, el rubio Larry King (Austin Stowell), o los sentimientos de culpa y dudas que la generan su primera experiencia lésbica con su peluquera Marilyn Barnett (Andrea Riseborough) y el hecho de saber que si esta relación homosexual sale a la luz, su carrera habrá terminado. Para Billie Jean King, ganar aquel encuentro suponía más que una simple victoria contra un hombre, era ganar una causa, la del feminismo. De hecho, la tenista se expresaba así sobre la importancia que supuso aceptar este reto (y espero no hacer spoiler sobre el resultado de este conocido partido de tenis): «Sabía que, si no ganaba ese partido, retrocederíamos 50 años. Habría arruinado el circuito de tenis femenino y la autoestima de todas las mujeres».
Por su parte, el chistosillo Steve Carell encuentra un papel a su medida, dando vida a un auténtico payaso portavoz de ese macho cavernícola tan frecuente aún hoy en nuestra sociedad que siempre tiene el impulso de mandar a las mujeres a la cocina o al dormitorio de donde nunca, según su estrecha filosofía, debieron salir. Carell se mete así en el fofo pellejo del tenista Bobby Riggs, dedicado a montar el pollo en los medios de comunicación con el fin de alimentar el espectáculo. Y claro, ya se sabe que el pueblo, cuando escucha a sus ídolos lanzar proclamas machistorras y antediluvianas, se siente más autorizado para hacerlo en sus foros privados, véase el bar de la esquina —y hoy las redes sociales—. Bobby Riggs, además, era un ludópata consumado, lo cual le ocasionó no pocos problemas matrimoniales con su mujer, que en la peli es interpretada por Elisabeth Shue, que no puede evitar decirle con lástima en una escena de la peli: “Eres como un niño, ¿lo sabías?”. Eso sí, como en el caso de la tenista King, cuando la cinta se centra en los problemas matrimoniales de la pareja protagonista, pierde bastante pegada.
Lo que definitivamente hace convincente y contemporánea a esta peli de estética retro y espíritu combativo y feminista, mientras suenan las notas del ‘Rocket Man’ de Elton John en su banda sonora, no es que los comportamientos del sector macho alfa que vemos en la pantalla sean tan anacrónicos como rebobinar un casete con un boli Bic, sino que en estos 44 años que han pasado desde aquel histórico partido, el deporte y el mundo en general parecen haber cambiado bien poco.
CERVEZA RECOMENDADA
Founders All Day Ipa. | Estilo: Session IPA | Alcohol: 4,7% vol. | Amargor: 42 IBU.
Hace tres años, una de las cerveceras artesanales más de moda en Estados Unidos, Founders Brewery, radicada en Míchigan, desembarcó en España de la mano de Mahou-San Miguel. Así, lo que era una cerveza craft indie saltaba al mercado mainstream dominado por las Lager industriales cumpliendo con el consabido sueño americano. Una historia que ya les pasó a sus fundadores, los maestros Mike Stevens y Dave Engbers, que literalmente pasaron de la quiebra al éxito cuando emprendieron hace años su aventura.
De entre todas las creaciones de Founders, quizás esta All Day IPA (Indian Pale Ale) sea la más democrática, la que más se adapta tanto al gusto americano por los lúpulos como a la suavidad afrutada que demanda el público español. Al servirla en el primer acto, el visual, llama la atención su color dorado y transparente, además de su espuma compacta. En el segundo acto, cuando la llevamos a la nariz, desprende aromas frutales con toques cítricos y ligeramente resinosos. Y en el tercer acto, cuando llega el gran momento de degustarla, resalta su frescura, sus notas a frutas tropicales y ligeramente maltosas, para conducirnos a un happy end donde su graduación moderada y los lúpulos americanos nos depositan al fondo de la lengua su presencia ligeramente amarga. Una birra para beber a diario, como dice su nombre, y para todos los públicos (que hayan cumplido los 18, claro). Sin duda todo un éxito de crítica y público que, al fin y al cabo, es el sueño de todas las buenas cervezas, y películas.
