La etapa de mayor excelencia en cuarenta años del Atlético de Madrid, por lo exitosa y continuada en el tiempo, ofrece señales preocupantes de palidez y amarillenta sequía. Si apareciera un tertuliano y gritara “¡fin de ciclo!” todavía podría quedar en ridículo pero su grito tampoco se habría convertido en tendencia tuitera en la noche de autos y espectros, después de lo acontecido en la calabaza gigante del Wanda.
El Atlético suma solo una victoria en los últimos ocho partidos y está con medio cuerpo y el alma entera fuera de la Champions. La gente pitó en el campo porque Simeone ha adoctrinado a esta afición a base de éxitos, con sus respectivos dogmas adheridos. Él ha sido su maestro para hacer sufrir (a los demás). La fórmula de la pirámide del Cholo simplifica la física de la gloria sobre una base de ganar, solo y por si fuera poco, ganar. Y al otro lado del cociente conceptos entre lo evangélico y lo castrense: el compromiso, la entrega, el todos iguales y a la vez y el derroche incondicional. Así que cuando falla la base se cuestiona el resto de ingredientes, por mucho que las corrientes de opinión quieran señalar solo a los delanteros, uno por uno.
Simeone no ha cambiado, tampoco la idea de juego ni la responsabilidad de los jugadores. Siguen corriendo más que los rivales, siguen tratando de jugar igual de directos o verticales (con la excepción en ocasiones de Thomas) y se mantiene la columna vertebral y jerárquica del vestuario porque Juanfran, Godín, Filipe Luis, Gabi y Koke mantienen presencia y galones. Entonces ¿Qué ocurre?
Habrá supersticiosos que miren mal al Wanda Metropolitano, donde el Atlético ya se ha dejado tres empates y una derrota en seis partidos. Puede que el césped sea demasiado joven o que la latitud, longitud y orientación de la que fuera (y ayer aún lo fue un poco) peineta no pasaran previamente por un maestro del feng shui antes de que decidiera el contratista. Pero hay sobre todo quien señala a los jugadores de ataque, olvidando que entre Gameiro, Vietto, Gaitán y Correa el Atlético desembolsó 85 millones de euros en concepto de traspaso y como consecuencia de su rendimiento anterior y las previsiones apuntadas. Los cuatro llegaron con el aval del entrenador. No es fácil ser delantero o punta en el Atlético de Simeone, como atestigua la lista de los citados junto a otros como Raúl Jiménez, Mandzukic, Cerci, Jackson Martínez o incluso Villa, que en liga marcó un gol cada tres partidos pero que en Champions no se estrenó con el Atleti. Estos cinco sumaron otros 85 millones de inversión. Con Simeone sí brilló Costa, que se inventa él solo sus goles con el cuchillo entre los dientes y Falcao, que remataba trucos y tratos.
La mayor preocupación ahora es que se pueda perder, en poco tiempo y como por un desagüe, todo el capital acumulado, lo sublime, la excelencia de la liga, la copa y las supercopas ganadas o las dos finales de Champions disputadas. El modelo no se agota pero pudieran estar agotándose sus actores principales. Y no solo recuperándose el permiso de contratar se trasplanta sin más una columna vertebral como la que dominó el vestuario y el césped del Atlético durante estos seis años, porque para seguir a Simeone hay que obedecerle en todo y para obedecerle en todo hay que creerle. En el bar oí que el Atleti no se rinde, que es resistente por “autonomasia”. Y luego me entró la duda de si lo escuchado era producto de la dislexia o del afine del concepto. En cualquier caso y sobre todo para los atléticos, esta noche de este martes de Halloween me ha parecido una fiesta de “descelebrados”.