Fue un destello, un rayo de esperanza que iluminó la plomiza noche del Metropolitano. La puso Fernando Torres por encima de la defensa en busca de una carrera que se suponía imposible para Correa. La envió el argentino en escorzo en busca de un remate que se antojaba inverosímil para Griezmann. Y la reventó el francés como los ángeles, de media chilena, lejos de Alison y muy cerca de la escuadra. Un gol para un milagro.
El tanto activó al Atlético de Madrid en pos de un imposible que no se resolverá hasta dentro de dos semanas en el eje Londres-Roma. Los rojiblancos deben ganar al Chelsea y esperar que el Qarabag puntúe en el Olímpico. Cosas mejores se han visto y de peores bares hemos salido.
Lo que parecía ser una velada de tristes despedidas y emotivos homenajes devino por arte de cambios en la primera victoria rojiblanca en Champions en el Metropolitano, en una noche de fiesta y esperanza. Si algo tiene este Atlético de Simeone es que cree en los imposibles y nunca tira nada por despreciable que sea. Así las cosas, con todo perdido, el argentino llamó a rebato y puso sobre el césped a Correa, Gameiro, Torres y Griezmann. De perdidos al río, aunque ya no sea el Manzanares.
El ramalazo dio lugar, quién sabe si a propósito, a una composición ofensiva que alejaba a Griezmann de la punta, lo que desató al fin al francés y a su equipo. Lo primero que hizo el rubio delantero fue marcarse un golazo de los que hacen época. Varias pitadas y más de 13 horas después volvía a celebrar algo el bueno de Antoine.
Lo segundo que hizo Griezmann fue enchufar a su equipo desde esa posición de mediapunta. La última media hora del Atlético fue explosiva, muy alejada del aroma triste con el que se había ido desarrollando el encuentro. Ahogaron al fin los rojiblancos a una Roma indolente de principio a fin, sin ganas de molestar en espera de no ser dañados, dando las buenas noches con cortesía a un Oblak del que no se supo nada.
Tanto empezó a creer el Atlético en esa última media hora, tanto fútbol creó Griezmann y tanto se desparramó la grada del Metropolitano, que tuvo que ser Gameiro, tras un exquisito pase de Grizy, el que encendiese la traca final con otro tanto que alimenta el milagro de Londres. Tiene que puntuar el Qarabag en Roma, sí, pero el Atlético, este Atlético de Simeone, como siempre, llega vivo a la última jornada de la fase de grupos de Champions. Hay vida todavía. Hay Atlético. Hay Griezmann. Hay goles para un milagro.