Solo era una prueba. Pero se entendió como un síntoma, quizás como una advertencia. El pasado 16 de septiembre, en un acto previo a la inauguración oficial del Wanda Metropolitano, el Atlético de Madrid izó una enorme bandera boca abajo. Mal presagio para un estadio que no ha sido bien recibido por los rojiblancos, todavía nostálgicos del Vicente Calderón.
Desde entonces son decenas los detalles que alimentan el escepticismo de una parroquia atlética con motivos para desconfiar. Presume el Atlético de haber perdido el pánico, ese miedo escénico a no ganar, cualquiera que fuera el rival. Simeone ha roto esa dinámica. No es que tengan la creencia fundada de que van a ganar, pero tienen la sospecha argumentada de que no tiene por qué perder.
Sin embargo, el club y el equipo mandan mensajes equívocos. Simeone, el hombre que ha hecho creer a la atléticos, vive entregado a la cabalística. Pisar el cambio con un pie, los cuernos en la mano derecha…
Y entonces tocó irse al Wanda. Y la superstición pasó a ser estrategia. Cuando el Atlético se pasó al Calderón, el banquillo local se ubicaba a la izquierda según se salía de los vestuarios. En el Metropolitano, el Cholo ordenó que su banquillo estuviese a la derecha para presionar al asistente. En el Calderón, en las primeras partes, el equipo siempre atacaba hacia el Frente Atlético, en el Fondo Sur. Y en la segunda terminaba atacando hacia el Norte, que es donde estaba el banquillo de Simeone. Ahora, al no arrancar contra el sector más bullicioso de la afición, parece que al equipo le cuesta más despertarse. Y lo que es peor, los seguidores han perdido sus referentes: además de cambiar de estadio, se ha modificado el orden de las cosas. «Con la prensa y los vips por delante, da la impresión de que estamos asistiendo a una final…», opina Ennio Sotanaz.
Al gafe del estadio se suma el de los derbis. El primero que se disputó en el Calderón terminó 2-2 y el último acabó 0-3. Y no es el único dato susceptible de crear incertidumbre. El cambio de escudo y de camiseta tampoco ayudan. Y puestos a elucubrar hay un dato que preocupa: desde que el Atlético pisa el Wanda no es que se haya prodigado mucho ofensivamente, apenas 7 goles en 6 partidos. Y más gatos negros: cuando el Atlético ha marcado en la portería del gol Norte nunca ha ganado. Un empate ante el Barcelona y una derrota ante el Chelsea…
MÁLAGA 1-0 Gol en el Fondo Sur
SEVILLA 2-0 Sur…
BARÇA 1-1 Norte…
CHELSEA 1-2 Norte…
VILLARREAL 1-1 Sur…
QARABAG 1-1 Sur….
Lo cierto es que el viejo estadio de La Peineta, sobre el que se levanta el Wanda y que mantiene en pie su grada principal, no nació con buen pie. Fue construido entre 1990 y 1994 para albergar los Mundiales de Atletismo de 1997 que finalmente se celebraron en Atenas. Después fue designado como estadio olímpico para las candidaturas de Madrid para los Juegos de 2016 y 2020, con la fortuna que ya es conocida para Río y Tokio. En cierto modo, era una construcción desgraciada, tan alejada de los triunfos como de los récords. El viento que entraba por sus fondos impidió que se registraran marcas relevantes en los mítines de atletismo.
El mitin más relevante se organizó para la inauguración del Estadio de Madrid (nombre original) el 6 de septiembre de 1994 y contó con la asistencia de 20.000 espectadores, el aforo completo. El caos en los accesos y a la salida del evento fue uno de los hechos más comentados y provocó el habitual enfrentamiento entre Ayuntamiento y Comunidad, que se culparon mutuamente de que la rotonda que debía organizar el tráfico tuviera treinta metros de diámetro en vez de 90. Tal fue el atasco en la entrada que los atletas Mike Powell, Irina Privalova y Maite Zúñiga tuvieron que llegar al estadio campo a través. Así lo contaba el ABC: «Los responsables del estadio han realizado una instalación admirable pero se han olvidado de los accesos y resulta que a un gran aparcamiento como el que tiene sólo se puede entrar y salir por un solo carril».
Poco después se supo que no sólo los atascos alteraron la paz del mitin de 1994. Las goteras obligaron a poner cubos de agua que los atletas debían sortear camino de la pista. Cuatro años más tarde las goteras persistían y a ellas se añadieron grietas en la estructura. El Director General de Deportes, Julio Legido, descubrió que el estadio se había erigido sobre una antigua mina de sepiolita a 40 metros de profundidad, lo que provocó hundimientos en el lado Oeste de la plataforma y la zona Noroeste del muro perimetral.
Hoy en día, el Metro ha aliviado muchos de los problemas de tráfico y la nueva construcción está libre de goteras y grietas, pero permanecen otros inconvenientes. Bien lo saben los atléticos, que miran con recelo a su nuevo estadio y al primer derbi que se aproxima. Si el Atlético gana, el Wanda será, por fin, el hogar atlético. Si no es así, las brujas seguirán sobrevolando por la zona…