El alicantino Pedro Ferrándiz González, el entrenador con mejor palmarés en la historia del baloncesto español (13 Ligas, cuatro Copas de Europa…), hace un resumen de sus experiencias vitales para A la Contra, justo el día en que cumple 89 años. Entronizado desde 2007 en el International Hall of Fame de Springfield, Massachusetts, el Excelentísimo Ferrándiz inventó aquella legendaria autocanasta en un Ignis-Real Madrid, en 1962, en Varese, en Copa de Europa. Retirado del tráfago madrileño al sol de Alicante, Ferrándiz, el Pizarrín de tantas infancias y tantas Demencias estudiantiles, concede raras entrevistas. Con A la Contra hizo esta honorable excepción.
– Aparte de Ligas, Copas de Europa y todo eso, al lado del nombre de Pedro Ferrándiz emergen hasta 37 condecoraciones y nombramientos civiles, deportivos e incluso militares. ¿Cómo se aprecia esto desde la atalaya de los 89 años?
– Que las condecoraciones que valen de verdad son las Copas de Europa: usted ya me conoce. De las otras, la de mayor categoría es la Gran Cruz de la Orden del Mérito Deportivo, que me hace Excelentísimo Señor. Mire por dónde, he llegado a ser condecorado por dos reyes, el Emérito Juan Carlos I y su hijo Felipe VI.
– Cumple años cada 20 de noviembre, justo el aniversario de las muertes del General Francisco Franco y de José Antonio Primo de Rivera, Fundador de Falange Española. ¿Qué le dice esto?
– Menudo día este… yo suelo decir que un 20 de noviembre murió un gran hombre… y nació otro (risas). Está claro que en esta fecha suele pasar algo grande que no se espera. Y antes de seguir, quede claro que yo soy un devoto demócrata.
– Usted era de familia humilde en Alicante y en plena posguerra emigró a Madrid a buscarse la vida tras haber sido botones, pasado por una sastrería, una perfumería… se hizo mecanógrafo, en fin.
– Mecanógrafo es lo único que he sabido hacer… pero en Alicante ya había sido entrenador de baloncesto en torneos del Frente de Juventudes y ya había trabajado en Educación y Descanso hasta que en 1953 decidí ir a Madrid. Sin empleo. A la aventura. Del Frente de Juventudes de Alicante me mandaron a Educación y Descanso, que estaba en la Gran Vía, a pedir trabajo, que allí me dio Manuel Martínez. Fue a quien dije si tenía algún trabajo para mí y con quien me fui de secretario a Sindicatos. En esa etapa me encontró Raimundo Saporta, que ya sabía de mí desde los tiempos en que era entrenador, en Alicante, y me habló para organizar torneos sociales del Real Madrid. Ganábamos 25 pesetas al mes, cinco duros. En 1955-56 se marchó Pepito Garrido, que era entrenador de infantiles y juveniles, y Saporta, que ha sido mi mejor jefe y director, me dio los equipos. Lo ganamos todo.
– Campeones de Castilla, creo…
– De Castilla y de España, de todo.
– Después cogió el Hesperia, que era filial…
– El equipo que llevaba el General Querejeta. Y en 1959-60, creo, me dieron el primer equipo del Madrid. Cogí un equipo destruido, lo cambié todo con mi idea propia, incluso las posiciones, y ganamos la Liga, la primera mía. Ganamos siete seguidas. En esa época, el baloncesto era un chollo para alguien como yo, ambicioso, quizá no con mucha idea técnica pero que sí sabía algo de la conducción de hombres. Era una época casi virgen. Puedo decirle que fuimos los primeros en entrenar diariamente por las noches, eso no se había visto entonces en ningún otro equipo.
(El Real Madrid de Ferrándiz también fue el primer equipo español en jugar con un solo base; acumuló 61 triunfos consecutivos hasta un empate con el Barcelona y también tres años con tres meses sin perder, todo entre 1971-72 y 74-75).
– ¿Volvería a entrenar hoy, usted que fue número uno de la Promoción Nacional de Entrenadores en 1951?
– Hoy, no. Estoy atrasado: totalmente. Después sí he sido dos veces directivo de la sección en el Madrid. Como jugadores fiché, entre otros, a Drazen Petrovic y a Pablo Laso, de cuyo éxito actual como entrenador me alegro mucho.
– ¿Qué ha cambiado?
– En realidad, no hay mucho cambio en lo táctico, pero en lo físico… el progreso ha sido asombroso. Y en el económico, para qué contar. Algo ha tenido que ver la NBA, que en nuestra época era como otro mundo. Un jugador con 2,10 de altura es hoy un tío normal y antes era como un fenómeno. La suma de las mejoras físicas y técnicas resulta algo asombroso. Son cosas que no se soñaban. Antes, nadie metía un tiro de lejos y hoy es normal un triple, que debería ser anormal, no por los tres puntos, sino por esa misma distancia, que hundiría los porcentajes en otra época. Ya ve cómo han cambiado la cosas desde que Saporta nos daba las 25 pesetas.
– También ha cambiado mucho en el sentido de que cuando usted se retiró del banquillo del Madrid, en 1975, en la final de la Copa de Europa en Amberes, aún gobernaba Franco, que moriría en pocos meses. ¿Qué nos dice?
– Francisco Franco fue un dictador pero trajo estabilidad, aunque también trajo casos de corrupción y muchísimas otras cosas. Pero trajo una paz social que duró 40 años. Hay que recordar las represiones, pero no pueden olvidarse las que hubo en el bando republicano. Yo, durante la Guerra Civil, vi en Alicante cómo se quemaba una iglesia y cómo las hordas asaltaban un convento. Yo lo vi. Y toda esa violencia que hubo, toda junta, pertenece a la historia negra de España. Pero en esa época de Franco, todo el mundo en España tenía un Seiscientos. Como he dicho y recuerdo, yo soy un devoto demócrata: pero de la democracia pura.
– Volvamos al baloncesto puro o impuro. Entre Liga y Liga, usted inventó la autocanasta en Varese, el 18 de enero de 1962, ante el Ignis…
– Sabía que ese fallo existía en el Reglamento y lo más curioso es que yo preví aquello en la merienda de ese día. Los jugadores de aquellos tiempos son testigos. A falta de dos segundos eliminaron a Morrison, tenía a Hightower lesionado y a los reservas en el campo. La prueba es que Alocén era reserva y fue el que anotó (NB: fue para deshacer un empate a 80 y no jugar prórroga en inferioridad y en un turno de ida ante ‘la’ Ignis de Varese y sus ‘tifosi’)… fue un pase de Lluís desde debajo de la canasta. Insisto en que se previno y en que los jugadores son testigos. Después, un día, la FIBA lo prohibió bajo pena de expulsión de las competiciones y alguien de la FIBA, no quiero acordarme de quién, dijo que yo había sido el autor de un acto antideportivo. ‘Puede ser’, dije al de la FIBA, ‘pero dentro de 55 años a mí me seguirán preguntando por esto y a ver quién se va a acordar de quién fue el de la FIBA que lo prohibió’.
– Aquel mismo año de 1962, usted se trajo para Madrid a Clifford Luyk y a Bob Burgess: otra odisea.
– Fue mi primer viaje a EE UU. Fui porque ya creía que al Real Madrid lo conocían en todo el mundo. Me planté en un partido de pretemporada de la NBA de los Knicks contra los Celtics, en New Haven y me presentaron al entonces presidente de los Knicks,… no me acuerdo del nombre, lo tengo en la punta de la lengua… ¿Ned Irish? Ese, sí. Pues en el descanso había allí dos jugadores en la pista, y con un amigo portorriqueño que me ayudaba con el inglés, me dirigí a ellos. A través del portorriqueño les dije que si querían irse a España. Pedí a Irish que me los dejara por un año y ya ve dónde sigue Clifford. Muchas veces, yo le digo a Paca (Paquita Torres, esposa de Luyk, Miss Europa 1967) que si yo no hubiera ido a EE UU y no me traigo a Clifford, a ver con quién se hubiera casado ella. (Burgess no quiso nacionalizarse español y se fue del Madrid a Italia, al Cantú)
– He hablado con Clifford hace poco y no le gusta mucho eso de que los jugadores americanos se arrodillen ante el himno de EE UU…
– Estoy de acuerdo con él. Trump se lo merece todo, cualquier protesta, pero eso que me dice es una falta de respeto.
– ¿Y eso de que a usted le llamaban Pizarrín?
– Fueron los del Estudiantes. Pero yo nunca utilizaba pizarra. Eran unos tableros con fichas que tenían imanes, lo que entonces era una novedad y hoy ya es algo prehistórico. Pero el caso era insultar. Yo les saludaba echándome las manos a los c….es.
– Con el Barcelona y los catalanes tampoco se llevaba muy bien. ¿Qué opina de lo que está pasando allí?
– Me siento indignado con esa partida de sediciosos e indocumentados que han llevado a Cataluña a la ruina. Espero que los metan en la cárcel a todos y que la cárcel les dure muchos años. No han pagado aún todo lo que tienen que pagar.
– Ferrándiz, ¿quién ha sido el mejor jugador que ha visto?
– Prefiero hablar de los españoles y de los que he tenido. De estos, sin duda, Emiliano. Revolucionó los contraataques, que él terminaba con tiros al aro y no al tablero, que era lo que antes se hacía exclusivamente. Y su comportamiento fue ejemplar.
– Y, ¿qué diremos entonces de Pau Gasol?
– Su historial habla por sí solo. Ha sido y es un ejemplo en todos los sentidos, dentro y fuera de la pista. Les vi por primera vez a él y a Navarro en un Campeonato de España junior en 1998, en Tenerife, y ya me impresionaron por su potencial. De Navarro puedo decir lo mismo: su historial habla por sí solo.
– ¿Cuánto ha tenido que ver la Federación Española de Baloncesto en todo este gran cambio y en esta Generación de Oro de Pau, Navarro, etc?
– La Federación ha ido progresando, claro. Ha tenido mérito. José Luis Sáez ha sido su mejor presidente y fue el que la llevó a las más altas cotas, aunque luego ha sucedido lo que ha sucedido. En fin, en el pecado lleva la penitencia.
– Usted cerró la llegada de Drazen Petrovic al Real Madrid. ¿Qué recuerda de él? ¿Pudieron traerse a Sabonis en aquel momento, en lugar de Drazen? ¿Por qué no lo hicieron?
– Con Petrovic y Sabonis tenemos dos conceptos de equipo totalmente distintos. Eran como el agua y el aceite. Petrovic revolucionó el baloncesto, aunque era chupón y un poco egoísta. Pero le dio mucho brillo al Real Madrid, tanto nacional como internacional. Personalmente, yo apenas le traté.
– ¿Tuvo usted algún sueño prohibido entre los jugadores españoles, alguien que hubiese querido fichar y no pudo?
– Buscató. No lo intenté porque sabía que no iba a venir al Real Madrid. Pero hay una anécdota con él. Durante unos años, cada año o cada dos años, yo iba a Barcelona en el verano solo para comer con él. El caso es que cuando nos íbamos a comer… se enteraban los directivos del Juventud y le subían el sueldo, así que al final hicimos de aquella comida una costumbre, solo para que le subieran el sueldo.
– Un recuerdo… malo.
– La final de la Copa de Europa de 1975, el día en que me despedía como entrenador, y que perdimos en Amberes contra un Ignis al que ganábamos hasta por once puntos en la primera parte. No tenían a Meneghin, pero salió un reserva que no sabía ni cómo se llamaba… y lo metió todo ¿Rizzi? Ese, sí. Fue el disgusto más grande que me he llevado. Tampoco estuvo mal la final de 1969 en Barcelona que perdimos contra el TSSKA de Moscú en dos prórrogas, con los 12.000 espectadores en contra de nosotros. Los rusos tenían un jugador buenísimo y altísimo, Andréiev. Y con toda aquella gente en contra del Madrid…
(Vladimir Andréiev, de 2,15 de altura, anotó 37 puntos en aquella final de 50 minutos de juego que el Madrid de Ferrándiz cedió por 99-103 ante el campeonísimo soviético, favorecido por el apoyo del público de Barcelona en el viejo Palacio de Deportes de Montjüic).
– Acabamos. Usted, cuando era delegado de baloncesto con Ramón Mendoza, negoció la renovación de Fernando Martín cuando Fernando regresaba de la NBA, de Portland. ¿Qué recuerda de aquello y de Fernando Martín?
– Fernando Martín fue un gran jugador para el Real Madrid y el Real Madrid le debe mucho a Fernando Martín. No era un jugador excelso, pero tenía tanta personalidad… lo que recuerdo de aquella renovación de 1987, cuando regresó de la NBA, es que fue algo tensa y que le dije, delante de Mendoza, que ‘hasta mañana por la mañana tienes de plazo para venir y fichar’. Le aseguré a Mendoza que vendría a fichar… y vino y fichó.
– En fin, maestro. 89 años que no son nada…
-Dé recuerdos por ahí, a la gente de A la Contra, a Juanma Trueba y a ese Tomás Guasch: lo que me he reído con él no se me olvida.