Hay varias formas de entrar en la historia y Giampiero Ventura, el seleccionador italiano, ha elegido la del fracaso. Porque un fracaso histórico es que Italia, por primera vez en 60 años, no juegue un Mundial. Su raquítico planteamiento, tan pobre como en la ida, condenó a una pobre Italia ante una limitada Suecia, una selección que pese a sus escasos argumentos futbolísticos obligó a Italia a reescribir su historia.
Querer correr antes de aprender a andar suele acabar con el imprudente caminante por los suelos. Y así se manejó Italia durante gran parte del choque ante Suecia, corriendo angustiado para marcar el segundo gol antes siquiera de construir algo de fútbol decente para merecer el primero. Aunque lo cierto es que Italia está acostumbrada a vivir de goles que no merecía.
Precipitada, imprecisa, nerviosa, sin saber gestionar la presión, angustiada por el desastre que se avecinaba y con algunos de sus futbolistas superados por la situación. Sin un gramo de fútbol colectivo con el que intentar desnudar la defensa de los suecos, refugiados bien cerca de su portero. Así fue la vida que se construyó Italia durante gran parte de la noche. Una vida de desencanto y frustración, que no acabó antes en tragedia por la ayuda que recibió del árbitro español Mateu Lahoz. Ignoró primero Mateu una clara mano de Darmian dentro del área cuando apenas se habían consumido diez minutos. A la media hora, Barzagli exhibió un par de torpezas y Mateu tuvo que salir al corte para que la acción no acabara en desastre para Italia. Con un imprudente pase horizontal, Barzagli entregó el balón a Berg y en la continuación cortó con la mano el pase de Forsberg cuando trataba de devolver la pelota a Berg. Otro penalti al limbo, que es donde ya estaba el que había reclamado antes Italia por derribo a Parolo. Otra calamitosa actuación de un cada vez más nefasto Mateu.
Italia sólo se espabiló en los últimos cinco minutos del primer tiempo. Ahí se dio cuenta de que el balón viaja más cómodo por el suelo que por el cielo. Quizá debió pensar que con Suecia tan replegada, la portería de Buffon no corría peligro. No era necesario tanto tiempo para darse cuenta de ello.
El paso por los vestuarios motivó todavía más a Italia, que inclinó el campo hacia la portería de Olsen, sin que los suecos parecieran demasiado inquietos por ello. Lo justa que iba Italia de fútbol hacía más sencillas las maniobras defensivas de Suecia. Sólo el hiperactivo Florenzi supuso un problema, pero tampoco excesivo.
Con los minutos corriendo y el desastre cada vez más cerca, Italia recurrió a El Shaarawy, Belotti y Bernardeschi, pero la ansiedad dio paso a la precipitación y su fútbol se fue haciendo cada vez más rudimentario. Balones colgados al área para buscar el rechace y la segunda jugada no parece suficiente argumento para ir a un Mundial. La desesperación nubla la mente y si ya de por sí no eres muy lúcido, te deja ciego.
Suecia sólo necesitó mantenerse en pie para provocar el mayor desastre sufrido por el fútbol italiano en los últimos 60 años. No faltaba a un Mundial desde Suecia ’58. Rusia 2018 ya forma parte de la historia negra de Italia y en ese capítulo no habrá un personaje más oscuro que Giampiero Ventura.