El principio maquiavélico de que “el fin justifica los medios” forma parte del debate madridista desde el verano del 2009, fecha en la que Cristiano Ronaldo llegó al club. Muy pronto descubrimos cómo Ronaldo, además de un magnífico jugador, era un delantero con más ego que Tony Stark (Iron Man) después de salvar al mundo por quinta vez consecutiva. Por decirlo de forma suave, si Cristiano formara parte de los mosqueteros y tuviera que gritar su famoso juramento de honor, se destrozaría las cuerdas vocales con el “todos para uno”, pero se conformaría con hacer un playback en la parte del “uno para todos”.
Mi sentimiento hacia Cristiano Ronaldo es parecido al que tienes por el suegro que te paga la boda a cambio de poder intervenir en la lista de invitados. Al principio estás agradecido, pero cuando llega el día de la boda te apetece tirarle el solomillo a la cara.
Los cumpleaños de Ronaldo en el Real Madrid no le han hecho ningún favor, más bien al contrario. Con el paso del tiempo el número 7 ha ido exagerando su soberbia hasta límites insoportables. Háganse cargo, en su lógica de creerse el mejor jugador del mundo, cualquier pase dentro del área que no fuera dirigido a él era un mal pase, lo que permitía abroncar al compañero. Del mismo modo, un gol que no llevara su firma escondía un defecto de trazado en el equipo que merecía una reflexión. Y ya en el colmo de la insubordinación, si por alguna circunstancia extraordinaria, de tipo emocional o debilidad mental, un jugador de su equipo se atreviera a sugerir su deseo de lanzar una falta al borde del área, Ronaldo lo fulminaría con su mirada de hielo para que el traductor de Google lo convierta en un “¿cómo te atreves?” en cero-coma-uno.
Porque a Ronaldo se le ha consentido todo a cambio de goles. El fin justificaba los medios, y si Cristiano demostraba no entender eso de “trabajar en equipo” no pasaba nada, en el palco se ponía la mirada en la pantallita del móvil para buscar el emoticono de la hucha con forma de cerdito. Al fin y al cabo, esto va de dinero y de finales de temporada, no de principios. Los directivos, en la ducha, cantaban a voz en grito la famosa canción de Edith Piaf: “non, rien de rien, non, je ne regrette rien” (“no, nada de nada, no, yo no me arrepiento de nada”).
Pero la marabunta ruge y está sedienta de goles, aunque no haya mostrado aún su verdadero rostro. Observa agazapada al rey del torso depilado, a ese que acepta gustoso una tarjeta amarilla a cambio de exhibir su tableta de chocolate. La marabunta sabe que puede conformarse con un triste pase de gol en 90 minutos de juego, solo porque los otros mosqueteros se están poniendo las botas. En esa distracción le ayuda tener al lado a un niñato D’Artagnan capaz de atravesar escuadras, motivo por el cual la marabunta enloquece. Frente a Las Palmas, CR7 pudo comprar algo de tiempo.
Al igual que sucedía en El Crepúsculo de los Dioses, aparece un Cristiano Ronaldo, que vive de espaldas al mundo, mirando desafiante al tumulto desde lo alto de una escalera de mármol. Él no es consciente del ridículo que despiertan ya sus bicicletas, ni de su tendencia crónica a ponerse en fuera de juego, ni de su incapacidad para meter presión en un minuto 80 mientras todo su equipo se dejaba la piel por ampliar el botín. Ni siquiera es consciente de lo más importante, de esos miles de padres que pasan las mañanas de los sábados en campos de Hortaleza, Moratalaz, Móstoles y Fuenlabrada, maldiciendo su nombre cuando sus hijos se quitan la camiseta mientras gritan el odioso “SIIIIIII”.
Son ellos, y muchos otros, quienes forman la marabunta. Son los judíos en el Calvario, insultando a quien una semana antes recibían con aplausos a la entrada de Jerusalén. Ellos son quienes rugen, quienes reconocen que miraban hacia otro lado porque les estaban pagando la boda. Pero pasado ese tiempo, con el festín ya terminado, no habrá piedad. En realidad nunca la hubo con nadie, salvo con aquellos que proclamaron con la misma intensidad y convicción el juramento más noble que pueda gritarse en un equipo:
“¡Uno para Todos y Todos para Uno!”.
Mi querido primo Rafa ya sabes lo mucho que te aprecio, pero creo que no eres 100% justo con CR7.
Todos estamos de acuerdo en que su soberdia y chuleria roza el limite de lo admisible y que no es el mejor jugador del mundo que por desgracia para los madridistas como nosotros juega en el eterno rival.
Pero lanzo una lanza a su favor por su profesionalidad, porque le debemos a él la última copa de europa y porque aunque mucha gente no lo sabe, es una persona muy generosa fuera de los campos de futbol donando regularmente grandes sumas de dinero que gana jugando a causas beneficas y gente necesitada.
No se si solo eso le hace merecedor de jugar en el mejor club del mundo, pero yo antes pondria el foco critico sobre otros jugadores como Benzem.
Además de no haber hecho nada en los años que lleva en el RM, tiene sangre de leche y no tiene ni la actitud ni el sacrificio que se debe exigir a cualquier jugador…. y de su acierto frente al gol (principal unidad de medida para un delantero como él) las cifras hablan por si solas.
Creo que es el momento de vender a CR7 pero un poco de respeto se merece.
Un abrazo