Corría el año 2009 cuando le pregunté a Osvaldo Croci, catedrático de ciencias políticas y relaciones internacionales en la Memorial University de Terranova (Canadá) si quería colaborar en un proyecto que tenía entre manos. Se trataba de un libro sobre la transformación del fútbol Europeo desde los años 90. Osvaldo es un excelente académico y me honra también poder contarlo como amigo. Italiano de pura cepa, se mudó a Canadá hace ya muchos años y allí ha desarrollado su prestigiosa carrera docente. En una combinación un tanto extraña, Osvaldo es seguidor del Leeds United y del S.S. Sambenedettese Calcio, un pequeño club fundado en 1923 en San Benedetto del Tronto, ciudad a orillas del Adriático entre Pescara y Ancona. El Sambenedettese milita actualmente en la Serie C italiana y Osvaldo, que no tiene canales para ver la Serie A en su paquete de televisión por cable, sin embargo sí se ha suscrito a un servicio de internet para poder ver la Serie C y a su “Samb”.
Por suerte para mí, Osvaldo aceptó la invitación y escribió un capítulo sobre el fútbol italiano. En 2011 el proyecto llegó a buen puerto y se publicó el libro, con Manchester University Press, bajo el título The Transformation of European Football (La transformación del fútbol europeo). El libro lo forman un total de 14 capítulos, diez de los cuales están dedicados a analizar los cambios en sendos países europeos. Entre esos capítulos se incluye, por supuesto, el de Osvaldo Croci sobre Italia. Nada más recibir su primer borrador, me llamó la atención el título “Italia, ¿la menor de las grandes ligas?”. En el capítulo básicamente Osvaldo Croci argumentaba que el fútbol italiano, otrora gran poder del continente, había empezado un marcado declive que no sólo no era circunstancial, sino que se debía a motivos estructurales y era difícil de parar.
Aquel primer borrador del capítulo de Osvaldo Croci fue una llamada de atención. Para alguien como yo, cuyos primeros recuerdos de fútbol en la infancia incluyen a Italia ganando el Mundial 82 al lado de mi casa madrileña, y cuya adolescencia se pasó maravillada por el poderío del AC Milan de Gullit, Van Basten y Sacchi, Italia era casi invencible en términos futbolísticos. Da igual que sean clubes o la selección. Ni qué decir tiene, que el Mundial de 1994 solo ayudó a profundizar aún más esa creencia.
Sin embargo, para cuando el libro por fin llegó a las librerías, en 2011, España había derrotado a Italia en la Eurocopa de 2008 y había ganado el Mundial de Suráfrica, en el que Italia quedó eliminada, última de un grupo con Paraguay, Eslovaquia y Nueva Zelanda en el que sólo consiguió dos empates. ¿Podría ser que Osvaldo tuviera razón?
Desde entonces, no he parado de mirar con interés al fútbol italiano. No es mi principal área de especialidad académica, pero la curiosidad y la deformación profesional son insuperables. Y cada vez que he tenido ocasión he debatido con Osvaldo sobre ello. Incluso ayer, tras finalizar el partido en San Siro, intercambiamos mensajes “ambos sabíamos que esto iba a pasar”, fue su respuesta final.
¿Qué le está pasando al fútbol italiano, entonces? Los indicadores del problema estaban ahí para quien quisiera verlos. El primero, y quizás más importante, en Italia cada vez se va menos al fútbol. La media de espectadores de los partidos de la Serie A entre 2000 y 2008 fue de 23.206, mientras que en la década anterior era de 30.994 y entre 1980 y 1989 se llegó a 32.422 espectadores por partido. En 2006, con la Juventus descendida en Serie B por amaño de partidos, la media de espectadores por partido fue de 18.756. La recuperación de la Juventus ha ayudado un poco a la Liga económica y deportivamente, pero la realidad es que la media de espectadores del fútbol italiano se encuentra en niveles similares a los años 60.
Vemos pues, que hay una pérdida de interés por parte de los aficionados, algo que se refleja también en las decrecientes audiencias televisivas que registra la Serie A en Italia. Como colofón, uno de los datos que más me ha impresionado en toda mi carrera académica. En 2014 diseñamos una encuesta de hábitos futbolísticos en nueve países europeos (Austria, Dinamarca, Alemania, Francia, Italia, Polonia, España, y Turquía) como parte del Proyecto FREE, financiado por la Comisión Europea. En dicha encuesta preguntamos “En general, ¿cómo calificaría su nivel de interés por el fútbol?”. En Italia un 32,1% de los encuestados contestaron “No me interesa en absoluto” y un 25,9% contestó “No me interesa”. Puesto que la encuesta fue elaborada de manera telefónica y con una muestra representativa de todo el país (margen de error de un 3,4%), podemos decir sin miedo a equivocarnos que a un 58% de la población italiana en 2014 no le interesaba el fútbol. La media de no interés en el fútbol de los nueve países encuestados fue de 48,05%. Es decir Italia está diez puntos por encima de la media. El contraste es aún más evidente si lo comparamos con Reino Unido (36,8% de no interesados), España (40,6%), Alemania (44,4%) o incluso Dinamarca (40,7%).
Cuando recibimos los datos de la encuesta, ese 58% de italianos no se me borró durante el resto del proyecto. Investigamos mucho más, pero para mí, de nuevo, fue algo revelador. ¿Cómo es posible que un país que yo suponía loco por el calcio sea el que menos se interesa en él de nuestra encuesta? Una vez más, para un hijo futbolístico de los 80 y los 90, algo no encajaba. Pero esta es la realidad del fútbol en Italia. Puede que la Juventus lo haya maquillado a nivel de clubes últimamente, pero no hay dato que haya pasado por delante de mis ojos desde que Osvaldo me los abrió en 2009 que no indicase un claro y constante declive.
Empezamos por el número de espectadores y el interés general, pero esto se traduce en reducción de ingresos. La Liga italiana se ha visto superada por la Bundesliga y la Liga Santander en ingresos totales. Según el anuario financiero del fútbol europeo publicado por Deloitte en 2017 (con datos de la temporada 2015-2016), la Serie A es la cuarta liga en ingresos con 1.917 millones de euros. Por delante están la liga española (2.437 millones de euros), la Bundesliga (2.712 millones) y la Premier League (4.865 millones). El nivel de ingresos medio por club en la Serie A es de 96 millones de euros, mientras que en la liga española es de 122 millones, la Bundesliga 151 y, por supuesto en la Premier League se dispara hasta los 243 millones. Finalmente, la asistencia a los estadios no se ha recuperado desde 2008. Según Deloitte, en la temporada 2015-2016 asistieron una media de 21.680 espectadores por partido a la Serie A, aproximadamente 2.000 menos de media por partido que en 2008. Como comparación, valga que la media de asistencia por partido en la Liga española fue de 27.626, en la Premier 36.490 y en la Bundesliga 42.420.
En definitiva, los datos de 2017 dejan claro que el declive del fútbol italiano no solo no ha parado, sino que continúa. Con esta falta de interés por parte del público, los ingresos se resienten. No sólo en taquilla, sino también en patrocinio, marketing y, llegado el caso, también en derechos de televisión. Puesto que hay menos gente interesada en ver fútbol, las televisiones pagarán menos por los derechos. Es la ley de la oferta y la demanda.
En el terreno de juego, como decía, la Juventus ha maquillado algunos resultados. Pero si miramos a más largo plazo también encontramos un descenso en el coeficiente UEFA, en el que por unos años Alemania superó a Italia, si bien los transalpinos han recuperado ahora la tercera plaza, por detrás de España e Inglaterra. En la clasificación de la FIFA, que mide los resultados del equipo nacional, Italia es actualmente decimoquinta. Ha recuperado un puesto desde 2016, año en el que finalizó en decimosexta posición. En 2009, cuando recibí el capítulo de Osvaldo para el libro, Italia era cuarta y en 2006, como campeona del mundo, ocupó el segundo puesto. Es casi imposible encontrar un dato, de cualquier naturaleza, que no apunte a una evolución negativa del calcio desde 2006 y, sobre todo, desde 2008.
Los motivos de esta cuesta abajo, sin frenos, del fútbol italiano son varios. Quienes lo han estudiado suelen citar tres sobre todo. Primero y más importante, la pérdida de confianza de los aficionados causada por los constantes escándalos de corrupción. Ha pasado muchas veces en varias partes del planeta. Si los aficionados no confían en la limpieza de la competición, la abandonarán. Este es un aviso para navegantes en muchas ligas europeas. Yo tampoco me hubiese creído en los 90 que el fútbol italiano pudiese bajar al nivel en el que se encuentra. Pero puede pasar. Gigantes más grandes han caído tras perder la confianza de su público. Fuera del deporte, un nombre como Nokia siempre es bueno recordarlo. Segundo, los estadios italianos, propiedad casi todos de los ayuntamientos, no se han renovado desde Italia 1990. Son viejos, incómodos y poco seguros. La gente no quiere ir al fútbol porque no disfruta. Unido a ello, ha habido claros problemas de violencia que no han ayudado y que se han agravado debido al estado de los estadios. Además, como los clubes no son dueños de sus estadios se ven privados de una muy importante fuente de ingresos. La Juventus, el único oasis en este erial italiano, compró su estadio a la ciudad de Turín. Nada es casualidad en la industria del fútbol. Por último, por supuesto, la crisis económica y social en Italia no ha ayudado. Sin embargo, la crisis no puede ser el único factor explicativo. Ha sido mucho más profunda en España y la industria futbolística no se ha visto afectada de igual manera.
Ayer, cuando Mateu Lahoz pitó el final del partido en San Siro, mucha gente se sorprendió por lo ocurrido. ¡Un mundial sin Italia! Ni Osvaldo Croci, desde el salón de su casa en Terranova, ni yo movimos mucho el entrecejo. Sabíamos que podía pasar más pronto que tarde. En realidad lo estábamos esperando, muy a pesar de Osvaldo, claro, que ahora tendrá que animar a España durante el Mundial. O eso me prometió al menos.
Hola Borja, un artículo bastante flojito para venir recomendado por Trueba (en twitter).
Si la explicación de que Italia se quede fuera del mundial es que su liga ha pasado de ser la primera a la cuarta estamos apañados, que a este mundial van 32 países con ligas muy inferiores en presupuesto y demás.
Encima el apoyo del artículo es un italiano que reconoce no ver la serie A, pues está documentado entonces sí. Por cierto, la serie A está muy bien este año.
Es cierto que la azurra no está en su mejor momento, pero la explicación tiene más que ver con la mala suerte en el sorteo de grupos (España) y la repesca (Suecia, que ya sé que no es mucho decir), un equipo con problemas internos (acrecentados después de la derrota en el Bernabéu), y sobre todo con el fútbol en sí que hace que un equipo que no es inferior en 180 minutos caiga ante otro de menor entidad.
Te recuerdo también que hace no mucho Italia nos eliminó de una Eurocopa 2016 o jugó la final contra nosotros 2012, cuando ya sucedían muchas de las causas que nos enumeras sin apenas justificación futbolística.
Otro dato son los jóvenes que en la sub-21 jugaron la semifinal del último europeo, precisamente ante España.
En resumen: mucho ánimo con este proyecto pero hay que currárselo un poquito más.
Un saludo.