Cristiano sabe que no hay quien le rechiste. Faltaría más. El crédito le llega para decir cuanto quiera, como quiera y donde quiera. Lo vimos en la sala de prensa de Wembley, donde sin rubor recordó la importancia del agujero que han dejado las bajas de Pepe, James y Morata. Puntualizó, ahí estuvo bien, la calidad aportada por los “más jóvenes”, aunque lamentó su “falta de experiencia”.
Todo lo que dijo Cristiano es verdad, sin puntos ni comas. La plantilla es menos potente sin los tres jugadores referidos, y más aún con Bale en talleres sine die y Carvajal en proceso de recuperación. Y es también verdad que en estadios como Wembley y ante rivales como el Tottenham, se precisa cierto cuajo que aún no tienen los Achraf, Ceballos, Llorente, Borja Mayoral y demás. Por cierto, en algún lance de Wembley se le vio a Cristiano especialmente contrariado por algún error del joven lateral en los pases desde línea de fondo.
Convenimos, por lo tanto, en que Cristiano tiene razón en esta carga de profundidad lanzada al mando madridista. Es decir, pone en entredicho a quien permitió las tres bajas de relumbrón y a quien no fichó refuerzos de elite europea para sustituirlos. Y no estamos hablando de Zinedine Zidane, que en estas cuestiones tuvo muy poco que decir. El portugués se atreve a señalar con el dedo al mismísimo núcleo duro de poder en el Real Madrid.
Se puede desprender de la confesión de Wembley un futuro complicado para el Madrid en Europa. Según Cristiano, el equipo lo va a pasar mal cuando lleguen los acorazados de la Champions. Hasta aquí la valentía de un futbolista libre de rajar cuanto le parezca conveniente. Pero… ¿Cristiano está en condiciones de esquivar su responsabilidad en el fracaso de Wembley? Pues sinceramente, NO.
Quizás Cristiano debió empezar por disculparse por su rendimiento, no sólo en Londres, sino desde hace tiempo. Marcar un gol no le redime. De él se espera mucho más que un gol. Tiene al madridismo bastante mosqueado y ya sólo faltaba que se remitiera a los ausentes para justificar el baile del Tottenham. Por lo tanto, error estratégico triple del portugués: por disparar alocadamente alrededor buscando fantasmas en la derrota, por soltarlo con toda frescura cuando el vestuario está de luto y por no empezar el discurso reconociendo el bajón de rendimiento de él mismo antes que culpar a sus compañeros de inexperiencia.
¡Ah! Pero Cristiano es Cristiano. Es posible que la metedura de pata sobrevuele el Bernabéu sin más incidencias. Quizás se lleve algún tironcito de orejas del capitán Sergio Ramos, pero no esperemos mucho más. Ya decimos, el aval rotundo de The Best y los Balones de Oro le respaldan hasta donde él quiera. O hasta que se cansen los que le rodean. Ya veremos.