Lleva treinta años contándonos historias reales sobre música y cultura a través de El País, GQ, Rolling Stone, Primera Línea, Ruta 66, Man, Vogue o Radio 3, y también ha escrito libros sobre Lou Reed, Nirvana, Sonic Youth y Alaska, pero ahora, Rafa Cervera (Valencia, 1963), se sumerge por primera vez en el mundo de la ficción con ‘Lejos de todo’ (Ed. Jekyll & Jill), una refrescante novela corta en la que la adolescencia, el amor, el verano y David Bowie, sí, un Bowie de viaje secreto a Valencia, son sus principales protagonistas.
-¿Cómo ha sido el paso de la crónica periodística a la novela de ficción?
-Escribir ficción es algo que me tiene ocupado desde hace tiempo. En 1996 empecé a asistir a una escuela de escritura creativa de Madrid y allí empecé a escribir mis primeros cuentos. Me gusta mucho el periodismo, pero la ficción me permite olvidarme de la realidad y si no, al menos puedo engañarla e incluso pervertirla.
-¿Ha sido un proceso creativo largo? ¿Cómo lo has vivido?
-Acabar esta novela me ha llevado su tiempo. Necesitaba que fuese literatura. No quería que fuese una narración simpática ni una ocurrencia. Quería hacer algo que partiese de un cierto nivel, exigirme a mí mismo un lenguaje, un estilo, y que determinados riesgos resultaran verosímiles.
-De cualquier forma, la música sigue estando muy presente.
-Sí, era inevitable y es muy posible que reaparezca en los próximos textos de ficción que escriba. La literatura se alimenta de literatura, pero hace tiempo que también admite elementos procedentes de otros campos. Para mí la música pop es una fuente de inspiración muy poderosa. Por un lado, tiene artistas y obras que también son literatura, como el caso de Dylan, Patti Smith, Reed o Cohen. Y luego están las canciones, ciertas carreras, algunos personajes, que incitan a contar historias.
-Verano, adolescencia, amor y música.
-Son elementos inseparables, al menos en el siglo pasado, que es de donde vengo yo. El descubrimiento del mundo y de la vida, de uno mismo. Eso siempre va acompañado por libros, discos, películas, cuadros. Creo que sigue siendo así pero no estoy seguro de en qué medida.
-Dos historias entrelazadas, y David Bowie, protagonista de una de ellas.
-Bowie en una realidad que nunca tuvo lugar pero que podría haber sido. Aquí se cuenta que, antes de irse a Berlín, Bowie se refugia en Valencia en 1976, buscando aislamiento y anonimato para intentar enderezar su vida. Eso, a un adolescente de la época le habría parecido un milagro porque algo así a duras penas podía ocurrir en una ciudad como Valencia. Y sin embargo, al contrario que Barcelona o Ibiza, era un sitio perfecto para dichos fines.
-¿Qué hubieras hecho si Bowie llega a cruzarse en tu camino?
-He de aclarar que mi ídolo era Lou Reed. Si me hubiese cruzado con Lou Reed en el centro de la ciudad o en la playa de la Malvarrosa me habría vuelto loco. Era el alfa y omega de mi universo privado.
-¿Por qué Bowie y no Lou Reed?
-Porque es ficción. No quería contar mi vida. Contar la vida es un aburrimiento, al menos para mí. Quería inventarme una historia con pedazos robados de mi vida.
-Puesto a reescribir la biografía fabulada de Bowie ¿Aparece en la novela tal y cómo le imaginas en Valencia, y en ese periodo? ¿O te has dejado algún pensamiento inconfesable fuera de ‘Lejos de Todo’?
-Usé la bibliografía de la que dispongo sobre su periodo berlinés y también sobre su vida inmediatamente anterior. Me basé en episodios que encajaban bien en la narración, otros quedaron deliberadamente fuera. Las noches berlinesas de Bowie e Iggy son legendarias, pero yo quería dejar eso para Berlín y hacer de ese supuesto periplo valenciano como un paréntesis donde la diversión más salvaje no estuviera en primer plano.
-Y en realidad, ¿cómo era el Bowie de mediados de 1976? ¿Tenía mucho en común con el que aparece en la novela?
-Espero que sí porque para construir su parte usé mucha documentación. El otro día leía un artículo sobre la etapa berlinesa en Mojo y me maravilló comprobar que algunas de las conclusiones del texto eran lo mismo que yo cuento en la novela, sólo que lo que cambia es la situación geográfica.
-Y en aquella época, en los setenta, ¿hubiera sido realmente posible que apareciera un Bowie en Valencia o en España?
-En Valencia hubiese sido más difícil. En Barcelona o en Madrid es posible. En Ibiza era muy probable. La idea era esa, hacer que ocurra algo que entonces parecía imposible y que, sin embargo, la historia nos ha demostrado que no era tan descabellado.
-¿Cuánto hay de autobiográfico en ‘Lejos de todo’?
-Hay elementos, ideas y sensaciones que están sacadas de mi propia vida, pero al final todo es inventado. A los 14 años mi ídolo era Lou Reed y yo El Saler lo descubrí siendo adulto, igual que el cuadro de “Las hijas del Cid”, que lo vi en una exposición de Pinazo en el IVAM en la década de 2000. Bowie empezó a gustarme a los 17 años y fue un enamoramiento paulatino que creció con el tiempo. Es todo invención, como abrir una dimensión paralela en la que contemplas una historia que podría ser la tuya pero que no lo es.
-¿Qué significó para ti aquel verano del 77?
-Se puede decir que mi vida adulta empezó ahí. La niñez se acabó para siempre el día que escuché “Venus in Furs” de Velvet Underground. A partir de ese instante todo cobra otro sentido. Encontré un camino que quería seguir para intentar poder ser yo.
-¿Por qué eliges como escenario Valencia a mediados de los setenta?
-Porque es el que mejor conozco, ya que fue el escenario de mi adolescencia y de otros episodios clave en mi vida. Y porque si se puede escribir sobre Central Park, la Barceloneta o los prados de Escocia, ¿por qué no escribir sobre l’Albufera y El Saler?
-Y el Saler tiene tanto protagonismo como el resto de personajes, como las dos historias.
-Esa era la idea, que fuese un personaje más. Un terreno con vida propia. Me gustan mucho esos lugares de ficción que son universos alternativos dentro de la realidad, ya sean Macondo o Twin Peaks. Lugares en los que lo cotidiano tiene importantes fugas de realidad.
-Por cierto, preciosa portada de Roberta Marrero.
-Es una maravilla. De alguna manera siempre pensé en este libro con una portada de Roberta. Y ella se ofreció desde el primer momento a dibujarla. He sido muy afortunado. Y no sólo con eso. El hecho de que la novela aparezca en un sello editorial como Jekyll & Jill también me parece un privilegio. Son esas cosas con las que soñaba a medida que el texto estaba llegando a su fase final y podía empezar a soñar con lo que ocurriría después. Soy un debutante muy afortunado.